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A ti…que estas llena de experiencia y que aun en la lejanía supones querer y ser querida. Pero mereces el corazón, como lo merece todo aquel que en su inmortalidad… se equivoca y continua haciendo el bien…”


Sonríe una vez más y muestra una dentadura afectada por los años, una sonrisa que muchos conocen porque es franca y cuenta, que esta vieja ha vivido bastante y sobre todo, ha fumado como ha querido.

De niña era muy colaboradora y humanitaria, era una niña conversadora y en verdad, hoy disfruta recordar cada momento. En especial esa primera comunión con un obispo como ella quería. Así es Anabel Bellido, una empleada domestica, madre de cuatro (4) hijos y hoy abuela de ocho nietos que son su orgullo.

Bajó del bus proveniente de Venezuela, tomó el equipaje y atravesó toda la terminal de buses para abordar un taxi que la llevara al lugar donde se quedaría.” Cuando tenia cuarenta (40) años empecé a ver la vida de otra forma, entendí que era diferente”: dijo y contó que soñaba con ser abogada, pero claro, de las buenas, de esas que meten presos a los delincuentes.

Su vida ha tenido muchos matices, la maternidad la llevó a asumir nuevas responsabilidades. Aunque desde siempre ha trabajado, nunca imaginó que aquella niña nacida en Las flores-Córdoba, la segunda de diez (10) hermanos, esa que era ella, llegaría a ser tan berraca. Capaz de medírsele a todo y a pesar de ser la más tremenda y mandona entre sus hermanos, supo solucionar cada problema que se le presentó. Ganó el cariño de muchos, viajó y conoció lugares que jamás pensó ver.

Llegó a la casa de su hermana, estaba preocupada por lo que había ocurrido. Por eso había viajado de improviso, tan pronto como pudo, dejando el trabajo en espera. Tenia pensado descansar y luego ir a ver que se ofrecía en la clínica. Muchas veces dudo, por la lejanía con sus hijos, aunque para ellos trabajaba. Ella quería otra cosa para sus muchachos, lo único que la reconfortaba era saber que su madre los cuidaba.

Esos hijos son la razón de que aun hoy, derrame algunas lagrimas. Su hijo mayor cayó en el vicio del cigarrillo pero, aún peor, poco a poco se dejo arrastrar por el alcohol y ha perdido mas que su valor como individuo, perdió su hogar. La segunda hija un día se marchó a Venezuela y de vez en cuando llama a su madre. La tercera, después de ser tan tremenda encontró un hombre que solía maltratarla y que hoy es su esposo. El ultimo, el menor, es por quién más ha llorado pues, ese ya no puede regresar del hueco en el que cayo. Una sombra tan oscura que no le permite ver: la drogadicción. Aún así “ana”, como la llaman, no decae, siempre está dispuesta a dar como buena madre, hija y abuela.


Muy temprano se arregló y salió a la clínica a cumplir con su deber. Pero ante todo, a saldar una deuda de muchos años. Esta mujer de acero, inquebrantable, valiente y ante todo de un corazón valioso, sueña con tener una vejez sabrosa, con los nietos visitándola y rodeada de cariño, porque la soledad y la tristeza no le gustan. A Anabel le queda aún mucho para que la vida la doblegue, aún luchara más. Pero, si la vida se le apagara, se iría feliz por haber hecho lo que quería sin necesidad de arrepentirse de nada.

Llegó a la clínica, entró a la habitación 405 y allí estaba ella, su madre. Amparo, Una mujer de unos 87 años, abatida por el tiempo y por una caída que le había causado una fractura de cadera. Ella espera a Anabel, a su hija y esa hija, había llegado para cuidarla y atenderla como siempre.

Entra alguien y la llama vieja, ella sonríe una vez más y vuelve a mostrar esa dentadura afectada por los años, esa sonrisa que es franca y que cuenta cuánto ha vivido y sobre todo, cuánto ha fumado en la vida. Entonces aún, con aquella expresión, contesta: “viejo es el viento y aún sopla”.


por: julio cesar



Me sentare frente la ventana a ver pasar la vida, aun mucho después de tu partida, algunas veces seré parte de ella, algunas otras un espectador que espera en el sedentarismo tu regreso.

Para ese entonces habrán pasado muchos abriles, habré visto mucha gente surcar mi terraza y hacer zanjas en los andenes de mi barrio, habrá muchas huellas en los chircales y muchas hojas se habrán mecido con los desvaríos del viento.

El tiempo habrá cansado mi rostro de forzar la sonrisa frente al espejo en el largo preludio de tu regreso, te habrás cansado de leer mis manifiestos de amores perdidos, me aborrecerás y en tu desespero olvidaras mi nombre.

Aun así en las noches cierro los ojos para verte, tomo mi almohada, fiel compañera, y simulo con ella el ritual de tu presencia, y te doy un abrazo, sin calcular con exactitud la circunferencia. Al amanecer, el sol seca el fluido de mis labios impregnado en la espuma y en la sabana…

Recibiré la llamada matutina de mi padre pidiéndome desertar de mi aletargamiento, pero si mi vida gira alrededor de alguien… será mi problema, yo seguiré viendo por mi ventana a la espera de tu regreso.


Ricardo Contreras García



"tantas veces he caminado a tu lado, tantas veces y algunas mas... que me duele sentirte cerca y luego verte partir con tu dedo señalandome...asi, duele en realidad..."


Si supieras... que podria pasar horas enteras escuchando el tecleo que produces frente al computador. Tu suspiro, calido y melancolico... tu voz que me habla en todo momento.

Si supieras... que ante tu mirada, ente esos ojos que me buscan con desepero, solo me queda huir... entre timidas sonrisas.

Si supiera... que me basta con un solo beso para soñar toda la noche. uno solo, eso basta...

Si supieras... que cada caricia es un tormento, un tormento peligroso, excitante y lujurioso. Que cierro los ojos para volar a otros mundos.

Si supieras... que el silencio puede contarte mil historias, que la voz no contaria. Cada palabra no dicha, es un grito al corazón...

Si supieras... solo si supieras, que no me acostumbro a ser como todos esperan. Que no creo que halla una forma prediseñada para amar y compartir el amor.

Si supieras... que tengo un corazon que siente y que en mi cobardia, fingir que nada siento, es la unica proteccion. estoy casi desarmado...

Si supieras... que estoy condenado, que nada es igual. Que esto no es mas, que una forma de describir lo incomprensible de mi sentir...

Si supieras... solo si supieras. Sabrias entonces, que los ojos son un espejo abierto del alma. Un alma que me abandona, que se esfuma, que se hace nada... ¿sabras porque? A lo lejos tu imagen se hace sombra que no se olvida...

por: Julio Cesar


“Odio a todos los que amen, y que felices estén
Porque yo no puedo escoger
Entre mi espada y el tonel”



¡Oh! Espada de acero, gruesa y pesada a la ves, tu que te blandes en mi puño, tu que reflejas en tu flanco el deseo de mi sentir, tu que has visto mis lagrimas recorrer mis mejillas en el gimoteo propio de su mugir, has caído al suelo en mi ebriedad alucinante, te he dejado al lado del arenal y las piedras, ante la mirada sonriente del tonel, de curvas desliñadas y harapos de fique, color arena, que me embriaga con sus licores, y me hace adicto de sus boquillas, con su líquido de virtud desconocida que me deja rendido en los brazos de Morfeo.

De nuevo en mi pestañear, aun en trance, las boquillas han de estar abiertas, destilan el vino de mi alucinación, su olor fuerte se impregna reclamando de mí su propiedad, mientras… alejada en un rincón esta mi espada sonriente, a la espera de ver mi palma y mis nudillos recubrir su mango, pero el tonel aun destila vino, soy su esclavo y el… el dueño de mi complacencia.

Oh espada de acero, aunque permanezca como vagabundo al pico del tonel, no he podido evitar extrañarte, no he podido bendecirme con tu brillo, tampoco he podido mojarte con la humedad de mis labios, solo puedo mirarte desde lejos y decirte que nada deseo mas que blandirte en mi ultima batalla con la vida, sentirme halagado por los dioses y morir contigo, agarrados por un abrazo eterno de nunca acabar…

Ricardo Contreras García


" Recuerdos, esos que se encierran en nuestras mentes y los hacemos nuestros para no sentirnos vacios. Esos que nos cuentan cuanto hemos vivido... ellos, los recuerdos... los eternos... los que se escriben en en el fondo de cada ser".


El día anterior había sido ambiguo, un toque de felicidad y de angustia. Ninguno pensó que seria así. Talvez, por lo apremiante de las circunstancias o tal vez, por que necesitábamos ganar una lucha en la que nadie era capaz de dar algo por nosotros, los señalados, los que tantos estragos habían causado.

Abrí los ojos, era aun temprano, me pareció nunca haber dormido. Estaba ansioso, no tardé mucho en alistarme, ni en desayunar. Al poco tiempo Salí y ya me esperaban, eran dos, habíamos acordado encontrarnos allí y después del saludo tomamos el taxi, que distinto a otros días eran muy escasos, todos querían subir a uno.


García iba delante, junto al conductor, Andrés y yo, en la parte de atrás. El conductor contó historias traídas de los cabellos, que relajaban el tenso aire. Pero aun así, la multitud de jóvenes como nosotros que llenaban la entrada del lugar, nos hizo volver a nuestro antiguo estado. Teníamos la bendición que toda madre da y nuestras propias suplicas como único elemento común entre todos.


Mire a lo lejos y ví, otros mas agolpados para poder comprar, recordé haber olvidado algo. Camine hacia la multitud, me abrí espacio entre todos ellos, como quien busca un tesoro en medio de la espesa jungla. Al fin, quede frente a aquel señor con lentes grandes y ojos profundos, que a pesar de todo lo que ocurría afuera, era capaz de andar con calma. Como si al interior de la tienda, el tiempo cambiara de dueño.


- Chocolates- dije.

- Cuantos?- me dijo, mientras con su dedo índice, levantaba sus gafas.

- Dos.


García, me miraba de lejos. Siempre, tenia la intención de cuidarme, solía pensar que yo estaba a su cargo. Con las manos en los bolsillos y la mirada fija, me esperaba mientras otros compañeros le hablaban. Andrés, aunque tímido estaba realmente entretenido, pero se veía en sus ojos, el temor que llevaba, pues él, era la mayor esperanza.


Se abrieron las puertas y todos, al tiempo, querían entrar. Me daba la impresión de que esa masa de gente, poseía un solo cerebro, un solo corazón y que en definitiva, era muy torpe. Todos quedamos en distintos salones, el tan afanoso examen de estado, era necesario y lo sabíamos.


Al entrar en cada salón, buscamos reconocer a alguien, un posible cómplice en la ardua labor de corroborar respuestas. En eso García era experto y le resulto sencillo hallar ese alguien. A Andrés y a mi, nos costaba mas ese tipo de cosas. Por eso, Andrés solo entró se sentó y espero las instrucciones. Yo hice lo mismo, coloque los chocolates en el brazo de la silla y pensé tener hambre.


- el examen se dividirá en dos sesiones.


Dijo una mujer de aspecto extraño. Era profesora, de esas que todo el tiempo dan la impresión de pertenecer a otro planeta. Con su falda de flores, una blusa café y su cabello desgreñado sonrió a todos. Y comenzó a llamar lista. Cuando al fin dijo mi nombre, levante la mano y me miró, como alguna ves me ha visto mi abuela. Logró asustarme.



Tomé el extenso examen, era un pliego bastante grande, todos se las ingeniaban para doblar, abrir y responder. Poco a poco, cada pregunta fue pasando y el reloj se había vuelto un gran enemigo. Era el único capaz de distraernos y presionarnos, el fin de cada hora, era un tormento más, pues la profesora a cargo solía decir:


-falta poco, lean bien… y dense prisa.


Su discurso era un tanto aterrador. Salí del salón, sin chocolates. Se supone, eran para los nervios, pero al parecer me habían servido para más. Andrés, me buscó entre los que estábamos sentados y su cara era de satisfacción. Pero cuando se me acerco, también note hambre en su expresión.


García tuvo una emergencia, su organismo lo engaño. Su gran estomago esta vez, lo había traicionado. Tantos fritos comió que montó urgente en una moto y tomó rumbo a su casa. Andrés, se quedó en el restaurante cercano y yo, camine a casa de mi tío, allí me esperaban.


García, llegó a su casa y sin saludar entró al baño, nunca lo había extrañado tanto. Descanso de inmediato. Ahora si, todos listos regresamos al segundo tiempo, la sesión debía empezar y todos teníamos un compromiso.


Salimos satisfechos, pero lo que realmente sucedía, era que nos hallábamos en shock. Algo producto de los muchos errores que habíamos cometido, pero aun así, teníamos la esperanza. Nos reunimos con otros tres, tomamos otro taxi y la dirección para entonces, era algo incierta.


Llegamos a la casa de un amigo, todo estaba preparado. Los del curso estaban allí. Era la celebración de algo, que ya sentíamos nuestro. No hacíamos mas que comentar, esto y aquello, como buscando resguardo en los otros.


La noche fue nuestra, fue de diversión y de tragos. Una despedida anticipada, juramos no separarnos y seguir en contacto; los amigos se reconocían… la huella marcada por los años era evidente, el afán de dejar claro cuan buenos éramos también.

Pero la noche no fue eterna, fue fugaz, fue etérea. Y los momentos se hicieron recuerdo para todos los presentes, los señalados estaban cansados. García, se acerco a mí, estaba preocupado, quería llevarme pero no quería irse.

- Voy solo – le dije

- No…

- Si, tú continúa. Tranquilo

- Entonces toma…

Me dio un dinero envuelto, el y los otros se habían tomado el trabajo de reunirlo. Querían estar seguros de que llegaría bien. Andrés y yo, subimos al taxi y nos despedimos de la fiesta. Gracia, me hizo prometer que lo llamaría cuando llegara.


En verdad aquel día había sido de muchas emociones. Hoy me desperté mas calmado, con la zozobra de una batalla que apenas comenzaba y con el guayabo que se genera por la cerveza y el ron. Con el recuerdo de ayer y con un olor a mierda de bebe en la boca.

por: julio cesar.



Se miraba ojeando su vestuario mientras pensaba “¡no vestir con rimbombancias!”, esa parecía ser la premisa de su ajuar; una blusa blanca un poco rasgada, un pantalón que en su comienzo debió ser negro, desteñido quizás por el efecto del cloro, unas sandalias magulladas y mohosas, lo confirmaban.

Hilda García Fernández, a quien le fue designado el abastecimiento de la alacena y la nevera de su casa, desde su regreso obligado de San Andrés, bajaba las escaleras con afán, mientras cruzaba la terraza de su casa miraba su reloj – siete en punto, ¡es tarde!- fue su apunte antes de salir, bajó hasta la avenida con premura, se monto en una buseta de “BOSQUE” y esperó hasta llegar a su destino.

15 minutos después llegaba a su cita quincenal, un poco más tarde de lo acostumbrado. El mercado de Bazurto la recibía con su tráfico agobiante, su multitud de masas y su colorida exposición de letreros y paraguas de vendedores ambulantes.

Después de lograr penetrar la cortina de carros que se dirigen hacia el Centro de la ciudad, se dispone a hacer lo suyo, avanza por calles en pedregadas y estrechas hasta llegar al lugar donde se ubican los vendedores informales, ahí se yerguen mesones de concreto que ostentan su abundancia de verduras: tomates, pimentones, habichuelas y demás…

- ¡hay que ponerse pilas! – dice murmurando Hilda, abalanzándose sobre la multitud, perdiéndose en esa mezcla heterogénea de clases. Su primera cita es en el sector de los Mayorista, una tienda que lleva por nombre “Guillermo Ramírez” y es atendida por su dueño, un señor alto, grueso, de tez clara y cabello liso, quien es también propietario de Megatienda, que es un conocido depósito de mercancías que funciona en un local ubicado al final de la avenida Crisanto Luque.

Hilda, cliente asidua, lo saluda y procede a comprar los víveres necesarios: arroz, leche en polvo, chocolate, frijol y otros.

- ¿Me hace el favor y me empaca esto y me lo guarda mientras vengo de comprar los vegetales?- pregunta Hilda acabando de pedir lo que necesitaba.

- ¡Claro! – Responde Guillermo muy amablemente mientras llama a un joven que pasa por el frente de su local – ¡Chino! ¡Chino! Ven acá… acompaña a la señora para que le guardes lo que vaya a comprar en la canasta- “El chino”, quien se dedicaba a acompañar y facilitar la movilización de lo adquirido, asintió con la cabeza y se dispuso a ayudar.

Hilda se enfilo hacia los vegetales, directo hacia donde Efraín, su acostumbrado lugar de compras.

“El chino”, mientras maneja su destartalado carrito sobre los pedregales arenosos del mercado para dirigirse al puesto de vegetales, cuenta detalles de su vida, parece ser bastante conversador. Él, un joven de más o menos 20 años, rasgos indígenas y estatura media, además, viste de pantaloneta, suéter y chancletas, es quien se dedica a trasportar las compras de los demás, vive total y exclusivamente de eso.

Después de encontrar el puesto de “Don Efraín” , Hilda procede a comprar los vegetales que su mama le pidió, mientras que el “El chino” corre tras su sombra cumpliendo con su trabajo.

Efraín, por su parte, es un hombre gordo, bajito y moreno, que con el fruto de su trabajo puso a estudiar a todos sus hijos, es además, un hombre atento que denota poca educación, pero su esfuerzo lo ha llevado a tener una vida estable.

Hilda mientras tanto, toma lo necesario: tomates, cebollas, apio, mientras escucha con detalle la conversación del “viejo Efraín”, habla con orgullo de su vida y de su trabajo, tal como si estuviera dando lecciones a sus pasajeros visitantes.

Cometidas todas sus misiones llega el momento de irse, Hilda llama al “Chino” para informársele, “El chino” lleva todo lo comprado al mayorista, Don Guillermo termina de empacar todo, luego de empacado le es devuelto al “Chino” para que la cargue en su carrito hasta el punto de partida de Hilda.

Pero antes, Hilda decide dar una vuelta por la zona de las carnes, se acerca interesada al costado de una vendedora, quien le propone 1 kilo en 13 mil pesos, Hilda se emociona pero debió percatarse que ya no tenia dinero, mas sin embargo, luego, y aun en compañía del “chino”, se aproxima nuevamente interesada al puesto de un señor moreno y desgarbado, quien parecía distraído, que vende vasijas y abarcas artesanales traídas de Corozal, Hilda pregunta por las vasijas y luego da la vuelta para marcharse sin darse cuenta que a su lado le esperaba un hombre “malacaroso”, con harapos y un par de cuchillos en la mano.

- Ay doñita, yo prefiero hacer esto que robar. Deme lo que quiera por este cuchillo- dijo el extraño mientras desenfundaba uno de los cuchillos que cargaba.

Doña Hilda se sobresaltó, llevó su mano al bolsillo y le dio cuatro mil pesos; tomo el cuchillo, lo guardó en una bolsa y espero paciente mientras el hombre se desaparecía en la multitud, fue ahí cuando decidió retomar los caminos que la dirigirían a casa.En camino hacia la avenida, “el chino” seguía hablando, Hilda vio una cara conocida, levanto su mano para saludar y esbozo una sonrisa. Luego volvió a llevar su mano al bolsillo, saco un billete de 2 mil y se los entrego al “chino” por su colaboración, el “chino” agradeció, sin ver el billete lo envió al bolsillo de su pantaloneta mientras seguía su camino, ambos caminaron hasta despedirse, un adiós bastó para detener las interminables historias del “chino”, Hilda partió para volver dentro de 15 días y repetir su odisea.


" como dice ricardo arjona: se sufre en ambo lados de las clases sociales... unos sufren en su mansion y otros en los arrables"

" lo triste es que se cruzan las vidas y nunca nos percatamos."


Marina salio a las 10:30 am de su casa a comprar algo de comida, algo que alcanze minimo para una semana y un poquito mas. Se despidio, tomo una bicitaxi, pues, el local donde suele comprar por economia queda a 8 cuadras de su calle.
Nelsi decidió hacer lo mismo, pero ella busca comprar comida suficiente para lograr conseguir nuevamente plata. Sale, con su pantalon de flores y una blusa blanca y para el sol, un sombrero playero... pues tiene que caminar mas de 20 cuadras.
Llegan al lugar, ambas toman un carrito de esos que son casi imposibles de rodar. En ese mometo son competidoras, buscan el producto mas barato, pero cada una con una idea distinta de ese concepto. Como todo... siempre tan ambilvalente.
Marina, debe comprar apesar de todo el azucar morena. la leche deslactosada y casi 9 kilos de pollo. Nelsi, compra la crema dental mas barata y en promocion, nada de leche... y solo medio carton de huevos. al parecer, no representan competencia alguna la una para la otra. Al parecer nunca se cruzarian sus caminos.
Las circunstancias las hacen ajenas, o eso podria creerse. Pero en medio de todo mientras Nelsi logra medio llenar su carro, Marina lo lleva al tope. en cuestion de habitos, comer en desmedida y comer bajo la zozobra de no saber que habra mañana. comer, es algo que las une; la forma como lo hacen, las vuelve diferentes.
Pero la vida nos muestra que en un extremo o en el otro siempre algo nos hace similares. Llegan a la caja y es el momento en el que ambas tienes el mismo ruego, que la plata alcanze. Pasan poco poco las cosas, y en un orden apenas obvio. primero lo indispensable y despues lo que se pudo haber dejado de lado. ambas tienes deseos suntuosos por productos, que no son tan vitales.
Asi, salen igual de satisfechas... una porque comera bien una semana, la otra porque tiene comida para sortear los dias que vienen. Igual de esperanzadas en un mañana prospero y lleno de soluciones. talvez, en medio de todo nisiquiera se percataron la una de la otra, aunque
pagaron en la misma caja. tal vez, posaron sus ojos la una en la otra pero nunca... lograron verse.
Por que solemos ir por la vida creyendo que nuestras dificultades, son las importantes. creyendo que somos los del problema mayor. Sinembargo, seguramente hubo una mujer que no pudo comprar poco ni mucho, no contó con suerte en esta lucha por la seleccion natural en la que nos hallamos. Es que esta sociedad parece una jungla y nosotros animales salvajes... cumpliendo la ley de la superviviencia.
por: julio cesar