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La noche que por primera vez los seis amigos vieron las estrellas en el cielo, la abuela de Álvaro soñó con una bandada de palomas que alzaba el vuelo convirtiéndose en cuervos. Se despertó extrañada. Miró a su alrededor y se volvió a acostar con una sensación extraña en la piel. Ella era una mujer mística, de una juventud extraña en sus ojos y de ideas estrafalarias respecto a los sueños. Para Álvaro su abuela y su abuelo eran su única familia. De su padre poco sabía. Sus constantes viajes y su otra familia lo tenían muy ocupado. Cada vez que el abuelo trataba de hablarle de él o de convencerlo de ir de vacaciones con ellos, el muchacho se fastidiaba y le decía que su lugar estaba ahí, al lado de ellos. De su madre tenía muy poca información. La historia del por qué no estaba con ella era confusa. Lo que nunca imagino fue conocerla esa noche, en la que la oscuridad parecía apoderarse de todo.

La tarde en que mataron a Álvaro, la abuela había tomado su siesta diaria. Por alguna extraña razón, el sueño la había abrigado completamente y se le había prolongado más de lo habitual. En sus sueños, andaba en un bosque de estrellas encendidas que se apagan a su paso, mientras la muerte se llevaba a su nieto sin darle tiempo de reaccionar. Álvaro, con el tiempo, había empezado a sentir un aprecio especial por Rocío, más allá de lo que él mismo pudo imaginar. Una tarde de domingo, siendo aún estudiantes del colegio, él llegó a la casa de ella – una típica casa familiar en la que vivía casi toda la familia, desde la abuela por parte de madre hasta los diez primos que ella tenía-, y motivado por un mango amarillo que se coronaba en lo alto del árbol del patio de su nueva amiga, se atrevió a subir.  Pero al tenerlo casi en la mano, una hormiga le picó en el pie y provocó que cayera con tal suerte que logró agarrarse de una rama antes de tocar el suelo. Rocío recordaría ese momento de sobre salto, con una risa estruendosa.

Años más tarde, cuando Rafael empezó a mostrar el monstruo que llevaba dentro, Álvaro, del dinero que le daban para la Universidad, le ayudaba a comprar los pañales para Luis, el hijo de Rocío. Lucas, para entonces, se había ido a una ciudad cercana a estudiar Lingüística y literatura  gracias a una beca. Pero cuando volvía, no soportaba ver a su amiga reducida por un hombre que nada merecía de ella. Atrás había quedado la Rocío del colegio, que le apretó las bolas Álvaro y defendió a Amparo y Diana en una ocasión.

Santiago había perdonado a Amparo más de una vez. En el colegio había escuchado rumores de sus enredos con un jugador de futbol del otro curso. Pero fue luego, estando en la Universidad, cuando quedaría al descubierto  todo. Santiago llegó a una zona boscosa que quedaba un poco alejada, a una caseta de mala muerte y ella estaba entregada en un beso a aquel joven delgado y de ojos saltones. Él, al verla, estalló en cólera golpeando al infeliz flaco que intentaba robarle a su novia. Luego, lloraba mientras hablaba por teléfono con Lucas que, en esos momentos, odiaba profundamente a Amparo.  Pero duraba poco la pelea. Ella lo citaba en su casa y luego de una danza en la cual se despojaba de toda su ropa y de una faena desenfrenada, él volvía a su lado. Y corría a contarle a Lucas con detalles todo lo ocurrido, entonces su amigo volvía a sonreírle a Amparo.

Fueron varios los episodios en los que Amparo recurría a otros hombres para llenar un vacío que ni ella misma entendía. Pero bastaron cartas de amor, lloriqueos desconsolados y un sexo desmedido para que Santiago sintiera que toda ella era suya. Diana, en cada una de esas ocasiones, desaprobaba el comportamiento de su amiga y no ahorraba esfuerzos ni palabras para hacerla caer en su error. Pero sus propios problemas le impedían vigilar a su amiga de cerca y siempre, terminada enrollada con alguien más.

Rocío sin comprender las palabras de su hijo, caminó hasta el jardín trasero de la iglesia y lo vio allí, era Lucas, sentado como un ángel con la mirada perdida y una profunda tristeza a su alrededor. Nunca antes había visto a Lucas tan triste, y sólo en ese momento lamentó haber estado tan separada de él. Llegó justo a su lado y se sentó en la banca.

  •           Ya es tarde, ¿cierto?- le preguntó Lucas.
  •           Sabías que esto iba a pasar, Lucas.
  •           Es cierto. Pero no es eso lo que me entristece.
  •           ¿Entonces? ¿Qué pasa? ¿Por qué no vamos a la ceremonia?
  •           Quería que supieras, que eres la mejor amiga de todas. Y que Luis es un niño maravilloso.
  •           Sí. Está creciendo. Sabes, se parece un poco a ti en la mirada de soñador.
  •           Creo que tiene un poco de todos. Lo terminamos influenciando.

Hubo un silencio momentáneo. Pero Rocío sintió las palabras brotar de su corazón.

  •           Lamento no haberte escuchado. Lamento haber esperado tanto tiempo para reaccionar.
  •           No, Rocío. Tú sólo estabas enamorada. Yo sé lo que es eso.

Rocío colocó su cabeza sobre el hombro de su amigo, como lo había hecho otras veces cuando hablaban del futuro. Se levantaron a los poco minutos y caminaron hasta la esquina  que daba a la puerta de la iglesia.
  •           Sabes Rocío, me siento más tranquilo. Siento que me invade la paz.

Ella sonrió y le agarró la mano. En ese momento, Santiago salió corriendo por delante de ellos. Rocío sin comprender lo que pasaba, salió detrás de él para gritarle que Lucas estaba con ella. Santiago no se detuvo en ningún momento y cuando ella volvió la cabeza, tampoco estaba Lucas.

En el altar, Diana sostenía a Amparo que aún no entendía lo que había pasado. Miraba a todos los invitados y trataba de evitar que las lágrimas le corrieran por las mejillas. Luis se acercó a su madre y le dijo que el tío Lucas se había ido porque no tenía mucho tiempo. Rocío le dio un beso en la frente y le encargó a Diana que lo cuidara. Miró a Amparo aún en aquel estado de confusión, le propinó una bofetada y le dijo:

  •           Todo el mundo espera que les digas algo.


Por:  JulioCésar. 

1 Sententias:

  1. Por alguna razón uno se encariña con unos personajes más que con otros. En mi caso, Lucas es mi preferido.