Richard meneaba su tinto mientras hablaba con su madre, en una finca que había adquirido hacia ya dos años, justo después del momento de su liberación por parte de LOS EXTRADITABLES, era una conversación rutinaria donde su madre lo ponía al tanto de los chismes del pueblo y uno que otro de la ciudad, Richard siempre parecía interesarse, sobre todo cuando le mencionaban los escándalos sexuales del cura de la parroquia.
La finca era muy tranquila, había pastizales y florestas que resplandecían con el sol mañanero de la sabana. Richard había decidido huir al campo para evitar la paranoia en la que se había envuelto después de los sucesos desafortunados que marcaron su vida.
Al cabo de un tiempo, su madre se disponía a levantar los pocillos de la mesa, Richard leería un poco… cuando de repente e irrumpiendo el silencio mortuorio de la finca, se oyó a lo lejos el estruendo de un zumbido conocido, Richard salto de la silla y se petrifico como esperando lo peor, su madre pareció no inmutarse sino hasta que vio la cara pálida de su hijo, para cuando el helicóptero había pasado sobre la casa, ya Richard se había escandalizado totalmente, había hecho venir una estantería completa al suelo de losas finas y un par de frutas de vidrio.
- ¡mama! ¡Mama! Vienen por mí – decía mientras lloraba con desespero- cúbrase, tírese al suelo.
- ¡Diana! ¡Diana! Protégeme – era lo que murmuraba mientras agarraba con fervor su estampita de la virgen, obsequio del cautiverio- ¡Diana! Ayúdame…
Su madre, que ella había alcanzado a preocuparse corrió al suelo para levantarlo, mientras le acariciaba la cabeza con el fin de lograr tranquilizarlo, todo parecía inútil.
Fue hasta que el zumbido desapareció totalmente en el silencio y en el soplar de una ventisca que apabullo a los pájaros que cantaban en concordia, que Richard despertó de su trance delirante y agónico, aun con lágrimas en su cara, su madre procedió a recoger los vidrios rotos del suelo mientras Richard por sus propios medios empezó a explicar lo ocurrido.
- Hay amores que nunca se olvidan, y horrores que te acaban la vida antes de poder ser olvidados, esa es la paradoja de la vida, aunque a veces creo que el horror se ensaño en mi vida y el amor es la carencia de un karma terrenal, todo comenzó cuando…
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- ¿Si oyó Richard? ¿ ya le contaron? Nos vamos para el monte a hacerle la entrevista soñada al cura Pérez.
- ¿Ha Manuel?
- Si, si el mismo.
- ¿En serio Diana? me puedo morir…
- Pues muérase mijo porque nos vamos
Era claro que Diana no podía precisar con exactitud el peligro al que se sometían, quizás porque se encontraba segada por la ambición, o por esa hambre de éxito que tanto la sedujo siempre, aunque la confianza de Richard se basaba en el exitoso discurrir de Diana por los campamentos montunos de las AUC, que le dejaron un excelente panorama político y periodístico del conflicto, así como una estrecha amistad con Carlos Pizarro, ex comandante del M 19. De manera tal que Diana, dispuso a su grupo de periodistas: Azucena Lievano, el redactor Juan Vitta, Hero Buss un alemán radicado en Colombia, Orlando Acevedo camarógrafo y Richard Becerra.
Todos partieron en una camioneta destartalada en la que llegaron a Honda, luego a la jineta atravesaron las densas montañas de valles idílicos forradas por cafetales hasta llegar a Copacabana, los hicieron poner cómodos a la espera del cura Pérez, pero ya todos se temían lo peor, y la sospecha de haber caído en una trampa aumentada con el paso de las horas, mas aun cuando antes del amanecer Diana y Azucena fueron sacadas de la casa para dirigirlas a destinos desconocidos.
A la media noche de un par de días después, los guardianes irrumpieron gritando – llego la ley -, esto los condujo por entre la floresta hasta el lugar donde se encontraba cautiva Diana y Azucena, recuentro que sirvió para el desahogo de Diana en su sentimiento de culpabilidad hacia lo que les había pasado, ella sentía que lo mas frustrante de todo era estar secuestrados y sin que nadie lo supiera, al mismo tiempo sirvió para apaciguar con el alivio de vida de los demás, la ausencia de los queridos.
Fueron pocas las ocasiones en que Richard y Diana estuvieron juntos durante el cautiverio, por lo general los mantenían en casas distintas, debido a que el abultado grupo de periodistas representaba varios problemas de logística.
Diana, por su parte, apenas se entero que se encontraba en las manos de Pablo Escobar se empeño en conseguir una entrevista de el para discutir las condiciones de su rendición.
Al cabo de un tiempo, justo en las épocas nostálgicas de noviembre, cuando ya se asoma el olor de la navidad, Diana ya estaba totalmente perturbada, todos lo sabían pues su depresión había alcanzado niveles impensados
- Aquí los tiempos corren distinto de lo que estamos acostumbrados a manejar, no hay afanes para nada.
Richard por su parte no hacia mas que pensar en el sustento de su madre, quien hacia ya algunos años vivía de su sueldo, lo peor de su cautiverio fue descubrir en el colchón, de uno de sus cuartos de turno, manchas coaguladas de sangre que bien podrían ser por causa de puñaladas repetidas, su pánico creció cuando a su compañero de cautiverio, Orlando, le dieron la libertad inesperada, Richard se debatió entre la alegría y la tristeza cuando lo vio partir, ahora la soledad seria su única compañía.
Diana, socavada por la soledad, pidió que la reunieran con Richard, petición que fue complacida después de navidad, fue una fortuna para ambos, escuchaban radio hasta el amanecer y departían en tertulias de nunca acabar, se habían acostumbrado a dormir de día y vivir de noche.
Una mañana, se escucharon ruidos de helicóptero por el rumbo de Medellín, la policía estaba a punto de allanar la casa, uno de los guardianes entro con afán a la casa gritando – Nos cayo la ley - , tanto Diana como Richard se demoraron, a propósito, lo mas que pudieron porque pensaron que se trataba de la ocasión perfecta para el rescate, Richard recogió el equipo de camarógrafo que le habían devuelto y camino junto a Diana, una trocha cuesta arriba de pedregales, Diana se sintió exhausta poco después de comenzar la caminata. Cuando los helicópteros de asomaron en el horizonte haciendo ráfagas contra los guardianes, Richard se tiro al suelo.
- No se mueva – le grito Diana – hágase el muerto.
Justo después cayó a su lado, bocabajo.
- Me mataron, no puedo mover las piernas, grito Diana desesperada.
Richard Inspecciono por pedido de Diana la razón de su mal y resulto tener un agujero nítido y sin sangre en la parte baja de la espalda, Richard se negó a dejarla ahí, cogió su medallita de la virgen y comenzó a rezar junto a ella.
De pronto el tiroteo término y aparecieron dos agentes del cuerpo elite con sus armas en ristre, Richard levanto los brazos y atino a decir – No disparen-.
Después de la identificación, montaron a Diana en el helicóptero envuelta entre sabanas, mal herida, fue la ultima ves que Richard vio a Diana con vida.
Poco después en la euforia de su libertad se entero que había muerto, razón suficiente para opacar su felicidad.
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- Aja mijo ¿y vos cuantas veces pansas contarme esa historia? Ya es tiempo de que la vallas superando… - decía la mama de Richard un poco cansada de la lúgubre narración de su hijo.
- No mama, tendrás que escuchar esta historia cada ves que cualquier ruido de alfiler me evoque su nombre… Diana.
Adaptación: Noticias de un Secuestro – Gabriel García Márquez
9 de noviembre de 2008, 19:14
bacano... me dieron ganas de leer el libro...