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Un mortero masacro la hoja seca resquebrajada. Las hojas aromáticas del laurel que habíamos conseguido en una espuerta de especias, era la cura para aliviar tu ausencia.
El polvillo masacrado cayó sobre una rila diáfana con dejo de chocolate que se envolvió sobre el macizo de hojas trituradas. La lumbre se acerco a la boquilla descubierta del porro improvisado y consumió con presteza la rila y la hierva. Mis labios, secos por la ausencia de los tuyos, aspiraron el humo acre tantas veces pensó necesarias para palpar la carnosa piel de tus labios, pero el humo que entro a mis pulmones cual sorbo de aguardiente, salió por mis fauces sin si quiera dejar en mi cuerpo razones para no extrañarte. La ilusión se diluyo en la última humareda que escupió mi boca, mi cuerpo se quedo habido de ti esperando que en un trance onírico tus zarpas dejaran arada mi espalda como recuerdo de tu presencia, mis labios secos y amargos escupieron el dejo falaz alucinógeno del laurel y ansiosos quedaron a la espera de verte en una luna nueva engarzada a su cuerpo por el resto de sus noches.

Ricardo Contreras García

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