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Faltan solo 6 días para las elecciones de los senadores y concejales de nuestro país, y no me resulta increíble saber que los cartageneros aun no conozca el nombre de sus posibilidades, o peor aún, que desconozcan sus apellidos viciados, maltrechos y tan pudorosos como la piel de una stripper.

Ahora, si bien resultan equivocadas las generalizaciones tomando por objeto los apellidos, es inequívoco e irrisorio el papel que cumplen los dueños y precursores de tan mala fama genética como asesores de las campañas de sus retoños.

Me refiero exactamente al caso de Martha Curí, aspirante al senado por el partido conservador, quien muy explícita y orgullosamente se declara alumna política de su padre Nicolás, de quien cabe decir, utilizo sus estudios de cirujano para cercenar, con descaro y poco pulso, el corazón de la ya moribunda ley de contratación pública, acto que le valió, la nada envidiable, pena carcelaria de 4 años, y dejo en entredicho su labor como alcalde.

Por su parte, Martha Curí enfrenta una campaña política que muchos miran con escepticismo, pero ese mismo escepticismo logrado en campañas anteriores por su padre, logro resultados impensables, muy a pesar de su pasado vergonzoso y mal llevado.

Es esta la razón por la que no quiero dejar pasar la ocasión, quiero, esta vez, dejar constancia de lo vivido en uno de los discursos de estos personajes en una de esas reuniones monologas a la que ellos atribuyen propiedades dialógicas, porque, aunque pueda no hacer mucho con lo que escribo, no quiero morirme con el amargo sabor de la inoperancia en esta generación que algunos catalogan como “perdida”.

La reunión se llevo a cabo en algún hotel ubicado a la orilla de la playa de Bocagrande, ubicación que resulta sospechosa por tratarse de un lugar costoso, no solo porque su inversión luego pueda ser recuperada en curul, sino porque la reunión podría intentar representar los intereses de esos hombres serviles y honestos que se amangualan de cuando en ves en pos de la conservación de una hegemonía que nos ha llevado a la pobreza.

Pero bien, aun considerando que la elección del lugar es aleatoria y todo lo que se diga de eso es única y pura presunción, la interlocución de la candidata no mejoro la imagen del evento, pues de solo pararse ante la multitud y comenzar a generar sus discursos denoto una improvisación apresurada en su intención política, como si se tratara de otro de aquellos candidatos de bolsillo, improvisados en su posición cual balsa de naufrago, quienes ven en la política un negocio, más que el ejercicio de la voluntad de la nación. 

La cuestión no mejoro. Mucho menos habría de hacerlo cuando a la candidata se le ocurrió proponer, para el ejercicio de su campaña, una política social similar a la de su padre, para lo cual yo me pregunto. ¿Se tratara de aquella política social en la que los abanicos eran el sustento de su legitimidad popular y su imagen en la marginalidad? Si es así… temo decirles que se equivocaron, pues una política social no debe parecerse al populismo de los Curí, debe, en cambio, generar planes concretos y articulados que enfrenten con profundidad los problemas sociales. No es la pobreza el problema, existen factores detonantes que el populismo ignora con frivolidad. 

Lo peor llego cuando, sorprendida por tan afluida asistencia de jóvenes, la candidata ofreció de su campaña un espacio para el ejercicio político de los jóvenes, pero cuál fue mi sorpresa cuando explico los detalles del espacio político que ocuparían los jóvenes en su campaña y tuvo el desatino de referirse a la construcción de parques y el incentivo al deporte y la recreación, acto que califique de exclusivo en la medida en que los jóvenes no solo deben interesarse en lo que a recreación respecta, sino que además, un espacio político sincero amerita la reivindicación de su identidad juvenil a través de su vos y opinión, amerita también, darle espacios de tomas ligeras de poder para garantizar el libre ejercicio de una democracia justa y cabal, que garantice la ruptura de los vicios electorales en los momentos de sucesiones de cargos.

Ahí fue donde me di cuenta el porqué se nos ha llamado la generación perdida, y es que en nombre de la hegemonía, los apellidos plutocráticos que juegan con su orden tras un nombre cuyo diminutivo resulta siempre chocante, se han apoderado del escenario político, relegando a la juventud a un espacio en el que no pueda verse afectado su empoderamiento y preponderancia. Sin embargo la culpa no es solo de ellos, el facebook, por ejemplo, redefinió el concepto de espacio público, y le quito virtud al colectivo, lo condeno a no movilizarse jamás (al menos no físicamente) ante sus propios intereses, además, desde ahí se genero, para infortunio de los intereses reales de la sociedad contemporánea, una conciencia de lo superfluo que ha perjudicado el empoderamiento de las juventudes en el escenario político.

A mí no me queda duda de que la formula al senado de Nicolás es una cura… una cura para su permanencia en un espacio político en el que su apellido no quiere perder valides, pero me rehusó a pensar que esta generación perdida deba permitirse ser víctima de sus juegos, pues mas allá de estar “perdida” debe darse la oportunidad de reconocerse a sí misma como actuante y legitima decisora de su propio destino y su propio discurso político. 

Ricardo Contreras García

2 Sententias:

  1. hijo de tigre sale pintado!

  1. Ps esta generacion perdida merece levantar la cabeza, debe levantar la cabeza... de lo contrario, nuestra politica seguira siendo un eterno negocio de familias...