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A veces me pregunto si la forma en la que puedo verme en el espejo es la misma forma con la que pueden concebirme los demás.

Y es que a veces me resulta pensar con incredulidad y estupor que somos, los humanos, un caso atópico del mundo moderno: La única mercancía, sin ser barril, con la capacidad de moverse por sí sola. Y no es eso lo que pienso de mí, pero muy probablemente es lo que el villano entiende de sus afortunados cipayos.
Ha llegado al mundo una plaga muy poco compasiva, cuya ambición única son los frutos de los troquelados; incluso los arboles se han visto urgidos por el tiempo, para arrojar su semilla a unos suelos que ya no suelen germinar.

Esto de vender se ha visto convertido en el descaro más frecuente e inmoral, algunos osados han venido incluso a vendernos un boleto en tranvía con rumbo al cielo de la eternidad; los otros venden agua emanada de los frutos más secos, así como aquellos que venden podredumbre en cajetas de cuerpos esculpidos por la farsa – shop.


En las casas inspiradoras del estruendo musical de Black Sabbath y Test Dept, se han llegado a oír compases fracasados, monótonos y aburridores, fabricados por muñecos con cuerda de cobre y níquel, cuya alma se ha quedado en la placenta, dejada a la consumación del hambre y el amniótico. Seguro que a estas horas de la noche el Heavy abría fracasado.

Y en eso de la salud ¡bah! Patraña de públicos privados, cuyas serpientes de muerte asueldo han morfado la cruz ridícula de la vida eterna. Los anfibios de sangre fría, sicarios inescrupulosos de la vida y la salud, han preferido olvidar que alguna vez tuvieron piernas como los hombres, para, con ansias y vocación de asesinas, morder el calcañar de la masa fofa: Buscan en el cielo ateo y roto los conjuros del óbito; y la vida, para ellos, dejo de ser cuestión de humanos cuando la salud también se hizo vilmente comerciable.

A todas estas la mejor de las opciones es un infierno merecido a falta de algo virtualmente peor, pues hemos sido objetos sin historias memorables, con vocación para la pleitesía y la degustación del cuero duro y agreste calzado por los gamonales y el cuero desnudo, terso y femenino de los reyes. Somos, indudablemente, la generación de los ausentes, los autistas y los ciegos, viviendo en la era de los objetos sobrevalorados.

Ricardo Contreras García

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