twitter




En Colombia nunca se acabo el llamado episodio de la patria boba. El terror siempre reino en la tierra de Colon. Esto sin lugar a dudas lleno de secuelas la evolución social de un país promisorio, mermo su evolución a tal punto que convirtió a sus particulares en despatriados y timoratos seres sin voz. No se podía esperar algo mejor del periodismo.


El germen del terror se evidencia en el desarrollo político del país, en las carencias democráticas y en el costo creciente de recursos humanos para la destrucción de maquinarias políticas quienes según Luis Carlos Galán no sustentan su existencia en la preponderancia de ideales sino que más bien se sustentan en la preponderancia de sí mismos como institución.


Pero, muy contrario a esto, a sabiendas de que el deber político del periodismo esta en proporcionar, de forma veraz, a los receptores los elementos necesarios para tomar decisiones y de esta manera vincular al individuo en la vida social y política de un país, el periodismo académico se ha encargado de dilucidar el camino para la construcción de un periodismo que no solo proteja la integridad del individuo sino que también vehicule la integridad de un colectivo.
Es entonces un esfuerzo académico para dejar en claro todos los elementos que vivifiquen todo lo concerniente a los aspectos morales, éticos y responsables del ejercicio periodístico.


Así pues el periodismo se ha empeñado en empezar por la siempre recurrente discusión de la objetividad, en la que siempre es válido preguntarse a sí mismo cuan posible es ser objetivo, y para dilucidar dicha duda hay que decir que la pendiente académica siempre se ha movido vacilante entre la objetividad y la subjetividad, ya que el proceso de construcción de una noticia podría considerarse objetivo por un bien llevado acceso a fuentes, pero dicho proceso resulta subjetivo luego de que las fuentes bien podrían tener una percepción cambiada de los sucesos, de tal manera que se considera imposible un sentido extremo de la objetividad, así como malograda una falta total de compromiso con la verdad, es pues el equilibrio entre ambos extremos la solución para tan discutido tema, así pues, bien podría hablarse de una objetividad relativa en la que se hablara de objetividad solo para referirse a -la honrada búsqueda de la verdad en los hechos, que imponga restricciones a dueños y directores, y que además invite a una resistencia nefasta de noticias por prejuicios o intereses particulares – Walker Lippman.


Sin embargo la objetividad relativa resulta aun sospechosa por considerarse una discusión agonal y estéril, una buena forma de evitar dicha discusión es entonces actuar de buena fe en la búsqueda de los hechos, la definición de “la buena fe” pretende, según el libro “Ética para Periodistas”, buscar elementos de autenticidad necesarios para el periodista, basados en el presupuesto ético que esta buena fe le supone, pueda ejercer de tal manera que cumpla con el propósito esencial de informar, de tal manera que la buena fe se define como – una exigencia moral hacia la objetividad, en realidad supone la obligación subjetiva de esforzarse lo más completo posible de todos los factores que concurren al hecho que se trasmite.


De esta manera la “buena fe” también tiene como objetivo delimitar la opinión y la noticia, puesto que la primera mezclada con la segunda, implican la destrucción del esfuerzo en la consecución de los factores que concurren al hecho, y por demás, perjudica la veracidad académica, de manera que la “buena fe” se inhibe de utilizar calificativos que apologicen o destruyan alguna imagen determinada por la situación.


Estos fueron entonces los aprendizajes académicos más significativos de Latinoamérica desde el génesis de la teoría hasta la era contemporánea, dicho aprendizaje se llevo a cabo con miras a la construcción de un periodismo ideal que contribuyera, a su vez, en la construcción de una colectivo pensante y activo.


Mas sin embargo la academia teórica no ha contribuido a dicho objetivo, puesto a que la teoría se ha alejado de la realidad reinante, es decir, el proceso evolutivo del periodismo término por ultimar una panguea del conocimiento abstracto que luego no se adapto a algunas realidades especificas, por ejemplo la no inclusión del factor del miedo en la estructuración de elementos periodísticos, hace parecer la teoría académica reduccionista y cuestionada.


En Colombia, por ejemplo, donde el terror alcanzo su climax a causa del narcotráfico por un lapso mayor a las dos décadas; donde, además, parecía que cada cabeza tenía un precio minúsculo y donde los más afectados fueron los periodistas, dejando un saldo nefasto que dejo a Colombia en una de las casillas mas comprometedoras internacionalmente siendo el país más inseguro para el periodismo; desconocer el factor miedo como secuela que obstruye el deber ser del periodismo es casi como desconocer el aire que respiramos.


En Colombia el terror se hiso crónico cuando nacieron los carteles, y con ellos, sus guerras, otras de tantas que el país ha soportado con sumisión. Los carteles negociaron las cabezas de la autoridad, secuestraron y acecinaron periodistas por doquier (Diana Turbay, Maruja Pachón, Luis Carlos Galán) acabaron con la voluntad general de una nación y cercenaron sus criterios de opinión, esto, sin duda dejo secuelas en una nación sin alma, el periodismo timorato no tuvo otra salida que dejar la investigación a un lado y dedicarse a hechos noticiosos que poco incidían en la realidad del país, o si bien insidia eran mostrados de manera somera y superflua, en otras palabras, el terror hiso de Colombia un país Ligth en opinión, las secuelas son notorias cuando hoy analizamos la estructura de un noticiero y descubrimos que más del 50% del contenido periodístico tiene que ver con acciones generadas por personajes que poco o nada inciden en la vida política del país, es decir, dicho en otras palabras, el 50% del noticiero es farándula.


De tal manera, queda evidenciado que no solo basta entonces con intentar ser relativamente objetivo y/o tener buena fe para optimizar los recursos del hecho noticioso, sino que además hay que vencer el miedo que aun se pasea por los recovecos de nuestra patria, recordando y recalcando por medio de la técnica académica periodística que la omisión es una ruptura a la intención de informar objetiva y verazmente.


Así pues, me parece, que el error de la teoría académica por la no inclusión del factor del miedo en su haber doctrinario y la exaltación de la buena fe como salida a la discusión de la objetividad periodística, se puede superar no solo dejando a la buena fe como responsable del buen ejercicio comunicacional, sino que también este acompañado de un compromiso social y político que no desconozca que el miedo es una falta de compromiso y una ausencia total del sentido de pertenencia, este pudo haber sido causado por un desconocimiento total de nuestras raíces y nuestro proceder cultural.


En resumen, me parece, que la buena fe como principio único que sirva como criterio para la evaluación cualitativa del periodismo solo contribuye a una individualización del oficio, por demás innecesaria, mientras que si esa buena fe se le adhiere el compromiso social y político se le confiere de inmediato al oficio un carácter grupal, en el que quede en evidencia notoria la intención general del oficio, la intención notoria de contribuir a la construcción de un país con criterios políticos y sociales, que bien pueda, servir para escribir su propio destino.

Ricardo Contreras García

0 Sententias: