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Con referencia al debate de hoy, jueves 17 de junio, tengo que comentar algo que me ha llamado la atención, un acto que a la luz de la historia considero irresponsable e inocente, pues si bien resulta aceptable la excusa de enfermedades que imposibiliten la recordación, padecer de inocencia y lecturas inapropiadas de las memorias del mundo es una actividad que resulta repudiable desde cualquier punto de vista.

El candidato del continuismo, Juan Manuel Santos, ha hecho mención especial, en pos de darle fuerza argumentativa a sus tesis sobre la lucha armada, a la civilización romana quienes, según él, para la constitución de una república sana y efectiva usaron la seguridad como medio para conseguir la consolidación de los conceptos políticos progresistas surgidos a raíz del destierro de Lucio Tarquino “el Soberbio”, sin embargo, según mi lectura (de la que no presumo y por tal motivo, aclaro, puede estar equivocada) la seguridad romana puso al ejército romano a disposición de la república, no con el fin de defender a la nación sino con el fin de blindar los intereses del estado, así lo demuestra la gran reforma del ejercito ejecutada por Mario en el periodo conocido como República Tardía, esto genero una relación distante entre ambos componentes pues la nación se vio amenazada por las fuerza desmedida del estado frente a su propio poder de masas, de tal manera que el estado y la nación se hicieron antagónicos en un mismo territorio.

Cabe resaltar que en el distanciamiento entre ambos componentes se vio beneficiado el actuar libertino de la república, custodiada por el poder de sus fuerzas, quienes derivaron con desparpajo en la infame corrupción que posteriormente acabo con la caída del imperio.

Ahora, si aceptan mi lectura, podrán medir ese acontecimiento y compaginarlo con el querer desbocado del Uribismo, que más que uribismo parece un arribismo de intereses, quien sabe si anti éticos, que buscan blindarse bajo el manto de la seguridad de las posibles arremetidas de la opinión y la voluntad general.

Esta de mas decir que crímenes a periodistas y sindicales, quienes con su poder han puesto en peligro la hegemonía del estado, han quedado en la más absoluta impunidad, casos como el de Jaime Garzón, por ejemplo, han sido entorpecidos por entidades estatales de seguridad como el DAS, esto sin sumar los asesinatos a testigos estrellas y persecuciones a familiares, esto nos hace pensar que la relación vertical entre componentes (nación – estado) desequilibrados en poder no es un acto fortuito sino mas bien elaborado e incluso malintencionado.

A esto hay que agregar la discusión de los últimos días frente a la justicia penal militar, en la que se ha sostenido desde el uribismo y sus borregos que para moralizar las tropas hay que permitir que ellos sean quienes tengan la posibilidad de juzgarse a sí mismos, sin embargo quienes tengan el acceso a los datos de impunidad en Colombia (que en todo el territorio nacional y frente a la unión de todos los entes estatales de justicia es de 95%) descubrirán que la justicia más vergonzosa es precisamente la emanada desde la cúpula militar, de esta manera resulta obvio que el dejar el juicio militar a criterio de su misma estirpe sería también conceder poderes de abuso punitivo al cuerpo de seguridad.

Ya en Colombia se ha hecho normal aquellas imágenes en las que la coerción y el miedo son las herramientas principales de la fuerza pública, incluso el ESMAD a nivel de percepciones ciudadanas, antes de transmitir seguridad y confort, transmiten terror y intimidación entre la gente, y esto puede tener relación con la ley 1270 de 2009 creada para la paz en los espectáculos deportivos, en la que la fuerza pública se capacita para la reacción hostil frente a las masas, sin embargo se inhibe la capacitación y la faculta para el control de situaciones complejas, es clave pensar que los resultados de estudios académicos frente a las percepciones sociales de la fuerza pública dan como resultado claro un temor infundido que limita la libertad del ciudadano.

Esto da como resultado casos como la invasión de la policía a espacios del pensamiento como las universidades públicas; que se califique de terroristas a sociolectos incomprendidos y desiguales; que se sindique de especialista en terror aéreo a personas que lleven consigo aviones de papel y que en mi propio espacio se allane con paranoia y dolor mis pertenencias a sabiendas de la ruptura en el respeto de mi presunción de buena fe, tan solo por pensar que en Colombia solo viven, en el mismo territorio, o uribistas amigos o Muntazer al Ziadi, enemigos irreconciliables, con los cuales además no se busca concertar.

Es claro que la visión de una nación entre amigos y enemigos está lejos de ser adecuada para la realidad política, sobre todo cuando la hegemonía ha sido sostenida vilmente por uno de los lados, motivo que por obvias razones desequilibra la balanza, más aun ahora que se habla de una Unión Nacional que hace vislumbrar un camino sombrío para la oposición.

Ricardo Contreras García

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