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Cielo roto.

Las pisadas lentas y débiles del andante de turno de esta calle sin salida que aparenta ser tranquila y sin nada que temer, hacen eco en la espesa noche que se tiñe de lluvia, de una especial. Una lluvia que lleva días postergándose y que anuncia el comienzo de una época que castiga a unos y fastidia a otros.

Antonio, el andante nocturno se percata de la primera gota que le cae encima y duda entre correr o caminar. Recuerda que alguna vez en una clase de física, en el colegio, le dijeron que en ocasiones resulta más provechoso caminar porque solemos mojarnos menos.

Estatua viviente

Al fin, al ver el torrencial aguacero caerle encima empieza su carrera por evitar la lluvia. Sin embargo, le da la impresión de no avanzar. Aquella esquina con el grafiti que su hermano pintó sigue insistentemente igual de lejos. Se siente cansado, extremadamente pesado y extrañamente insignificante.

Se detiene entonces, y analiza su situación. Mira sus pies y se da cuenta de cómo se han fusionado con el suelo. Intenta arrancarlos pero todo es en vano. Poco a poco, siente como la lluvia lo hierre, con cada gota su cuerpo empieza a deshacerse. Intenta gritar pero su voz no es nada, su garganta se ha deshecho.

Soñar-despertar

El grito de Antonio toma forma y despierta de golpe a sus padres. Cuando llegan a la cama de este, lo hayan mojado entre las sabanas y temblando sin control. La madre lo abraza y se percata de la erección flácida que tiene su hijo, quien además, ha mojado sus pantalones. El padre trata de no asombrarse con lo sucedido, puesto que, el médico les dijo que era posible que eso ocurriera.

A la mañana siguiente, Antonio trata de disimular lo ocurrido la noche anterior. Se sienta a la mesa con sus padres y solo mira el plato que contiene su desayuno. Descubre en mitad del huevo revuelto y las tostadas, el rostro de aquel hombre que tanto lo atormenta en las noches. Deja el plato en la mesa y regresa a su cuarto.

Nimiedades

Sus padres se ven fijamente y asienten. Definitivamente todo va como esperaban. El médico diagnostico psicosis y ellos solo han estado ayudando un poco para que el estado mental de su hijo, de por si inestable, se quiebre más rápido de lo previsto. Por eso, la madre juega a cambiarle los medicamentos y el padre, se ha vuelto su peor pesadilla en las calles.

-ojala y colapse pronto… ya tiene 17 años- dice ella.
-es cosa de paciencia… míralo, es igual de inestable emocionalmente que el loquito de su padre… de aquí no pasa- dice el.

Un hijo incapacitado mentalmente es un seguro de vida que les garantiza seguir recibiendo los favores de cierta fortuna amasada por alguien ajeno a ellos y quien los creyó lo suficientemente bondadosos, para cuidar a su hijo. Pero, lo que se ha tenido por tanto tiempo, resulta difícil para dejarlo.



Por: juliocesar

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