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" Y si me preguntan... ¿Qué villancico escuchas? Diré: ¡El Tamborilero!"




¡Música clásica o culta!

Mis respeto, todos mis respetos a los señores de la vieja guardia. A los abuelos aferrados a su pasado, a los que creen que escuchar a Beethoven, Mozart, y todos los demás los coloca en un lugar privilegiado en la escala social , intelectual y sobre todo cultural.

Sin embargo - sin olvidar el respeto que merecen- me atrevo a decirles, que viven ustedes en un error. No por ser de otra era, si no, por pretender no ampliar sus horizontes y quererse quedar anclados a una realidad totalmente anacrónica.

Señores, muy respetados señores; ustedes –muchos- personajes distinguidísimos de las mejores familias, sienten en los sones populares una amenaza a la pureza de su sangre, a la finura de sus gustos, a la delicadeza de sus oídos.

Y mientras tanto, sus discursos son tan escasos y resultan tan retóricos como una lección que se aprende memoria y que luego, empieza a perder su fuerza ¡Música clásica o culta! Suena a frase de consolación para seguir sintiéndose vigentes. Y para justificar sus reuniones semanales, en las que ustedes y solo ustedes, se sienten cultos.

Los caminos de la vida.

Suelo preguntarme por las rarezas de la vida. Esas cosas que suelen ocurrir y jamás entiendes. Así es, si en manos estuviese, le diría a esa señora (La vida) que se me pusiese enfrente para hacerle un par de preguntas: ¿En qué consiste su juego? ¿Cómo decide cada cosa?

En ocasiones, se siente pesada y hasta cruel, como si en verdad tuviese algo personal en contra nuestra. En otras, parece más piadosa y benévola. Cuando describen la vida como un camino, me parece muy acertado, es como un camino que aparenta tener fin ¿Será la muerte el fin?

Ciertamente, los caminos de la vida no son tan sencillos como se creen en algún momento; cuando somos niños. Porque, recuerdo que un día lo fui y que las dificultades se veían a menor escala. Luego uno crece y la óptica de todo cambia.

Por estos días, quizás por la época, al escuchar aquella canción de siempre en la voz de Vicentico “Los caminos de la vida”, me hizo pensar en todos los momentos que han pasado dejando algo en alguien. En las personas que se van; en las que se quedan y en las que nunca quisieron entrar – por no sé qué razones-.

Mi abuela: siempre mi abuela.

Mi abuela, mi Bisabuela, partió de nuestro lado en un momento que nadie lo esperaba. Y descubrí, que es cierta aquella frase que sentencia que es mejor amar en vida –decirlo- que esperar a después. La mujer de roble que siempre había sido, poco a poco, bajo la guardia ante los años. Pero seguía manteniendo esa mirada ceniza, como la del fénix, una mirada que hablaba de su vida, de su fuerza, de su dolor.

Mi abuela, era la abuela de todos, de muchos. Fue madre de hijos, nietos y bisnietos. Recuerdo que en sus mejores años, tenía una risa muy peculiar. Y que, además, poseía unas terquedades propias de ella: “los cigarrillos de la esquina son amargos, mejor compra los de la otra calle”.

Su casa siempre estaba acomodada, era humilde, pero limpia. Lavaba en el baño. Hacía del jabón una bola para que rindiera más. Mi bisabuela, mi abuela, será la mujer de roble eterna. Porque reunía a toda la familia. Porque, de ella hay miles de cuentos. Porque, vive en cada uno de nosotros.

Creo que muchos sintieron con su partida, que le quedaron debiendo algo. Ese no fue mi caso. Muchos le adeudaron una visita, un saludo, una sonrisa, un abrazo. Pero imagino que mi abuela, la abuela de todos, no se preocupa por eso… allá donde este, debe estar bien. Y si la saben aprovechar, sus compañeros nuevos, les contará sobre nosotros, les preparará el mejor arroz de coco del mundo y les invitara una partida de “Ludo” o parqués, pero eso sí, ¡pilas! Que no es fácil matarla en el juego.


Por: JulioCesar



“Vida paria en la burbuja inmobiliaria –  Canción Comedor Piquetero, Andrés Calamaro, Álbum Lengua Popular, 2003.
   


Algún tiempo después, como congelados en una burbuja de tiempo, el espíritu de la Cartagena que renegaba con miedo y asco contra los “chambaculero” sigue vivo. Cartagena es ahora, como lo fue siempre, una ciudad pensada desde afuera: desde el centro para los “ojiclaros” que viven cruzando el charco.
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Alguna vez, hace ya un buen tiempo, escuche de un incendio en una de las colmenas del mercado de Bazurto, y de inmediato, con gran inocencia, pensé en aquel incendio que había acabado con el antiguo mercado de Getsemani, del que, como me contaba mi abuela, se rumoraba intencionalidad estatal por la anuencia por “recuperar el espacio público”, y del que, me seguía contando mi abuela, más de un cartagenero gozo con su erradicación y  posterior reubicación; afortunadamente el incendio de Bazurto fue menor, pero la urgencia por su re-reubicación y re - erradicación tanto en la agenda política de los candidatos a alcaldías, como en las conversaciones furtivas con taxistas, así como la presión en los murmullos de las busetas, me hiso pensar que era posible una intencionalidad en la que el fin -justo o injusto, no importa- justificara los medios -inhumanos o humanos, tampoco importa-.



Últimamente el problema parece encontrar un nuevo desenlace perturbador: Transcaribe se comprometió a cambiar la cara del lugar sin, al menos, promover la iniciativa entre los deslegitimados “agresores del espacio público”, como suelen llamarlos las autoridades. El resultado ha sido nefasto, dejando como saldo 2 concesiones del tramo en total y absoluto desierto o, en palabras de barrio, ninguna constructora  -ni siquiera los tan honorables, proactivos y veloces señores Nule- ha querido asumir ese “chicharron”.

Al parecer el diseño del componente social del proyecto, es decir, su socialización con la comunidad, la posibilidad del disenso, la opción de otorgación de sentidos y el aporte de las voces populares a la configuración de su propio espacio han sido un instrumento secundario reducido a encuestas y a grupos focales que no ha merecido la atención necesaria y que, por tal motivo, ha condenado al proyecto a enfrentarse con hostilidad a sus propios destinatarios.

En la ciudad hay aun quienes piensan que la pobreza es producto de la autodeterminación, que es un problema por sí solo del que desconocen sus matices y su causas, y es precisamente  desde ahí donde surge la deslegitimación al trabajo informal de Bazurto y sus comentarios que a veces parecen formados en academias Hitlerianas del pensamiento por su alta carga de odio racial y social (también miedo) que son incluso hasta contradictorios cuando se mira la alacena y todo lo que se encuentra proviene precisamente del odiado lugar de concurrencia comercial popular.  También hay otros más cuerdos, digo yo, que piensan que mas allá de enfocar el discurso hacia una reubicación o un total exterminio de un neceser citadino, lo único cierto es que la ciudad merece un mercado digno, asequible y accesible.                 
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Como “en los tiempos de la cruz y de la espada, del ahumado candil y las pajuelas”, las calles siguen siendo “callejuelas” y que me perdone el Tuerto López pero sus “carabelas” jamás “se fueron de su rada”.

Y es que, como “ese cariño que uno le tiene a sus zapatos viejos”, hoy, como ayer, las calles se siguen construyendo como callejuelas pequeñas en las que, en ocasiones y con mucha suerte, apenas pueden pasar tres sin raspar sus hombros. El camino de las callejuelas, que algunas veces conducen a alguna iglesia, está siempre marcado por portentosas rejas que no solo dividen la propiedad privada de la pública sino que también demarcan el lugar del miedo y el de la seguridad y es, posiblemente eso último, la más notoria variación arquitectónica frente a la de la antigua colonia: la evolución paranoica del miedo y su incidencia en la deformación de la comunicación kinésica y proxémica de las colectividades barriales; antes, al menos, hacían cabildos para luego verlos fusilados.

“el amigo sale poco de su casa, tiene razón
Allá afuera todo el mundo va armado”
Canción Minibar, Andrés Calamaro, Álbum Lengua Popular, 2003.
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La Universidad de Cartagena fracasó como publica y se ha enfrascado en ser cada vez más privada, tal es el grado de privatización que por las calles de la ciudad algunos ya señalan a la Universidad Tecnológica de Bolívar, academia impulsada por la cúpula empresarial de la ciudad, como “la mas publica de las privadas”.

Puede ser que, como dice Ricardo Chica, docente de la institución, la “baja autoestima de la ciudadanía”, el poco interés de defender el derecho a la educación pública y la animadversión por la otredad,  hayan llevado a que la cobertura pública - “de todos”- de la Universidad solamente alcance para titular los apellidos más prestantes de la ciudad, pues el proceso de selección así lo depara, exigiendo un estándar académico escolar al que es más fácil acceder desde los colegios privados. Aunque también se ha tenido la compasión infructuosa de guardar cupos de misericordia a los habitantes de las poblaciones del departamento de Bolívar, para, algún tiempo después, verlos en la penosa necesidad de volver a sus provincias por su incapacidad de llenar el vacío académico dejado en el salto abismal entre colegio y universidad.

Algunos de sus hijos se han empeñado en incitar al pensamiento, descuidando por supuesto la pajita en el ojo propio, descuidando que la reflexión filosófica de lo que le atañe a la ciudadanía debía empezar precisamente por pensar la Universidad y los derechos constitucionales que le corresponden, como un lugar de todos y para todos, pensado por, desde y para la ciudad; sin embargo ellos, demagógicos y sofistas, andan orondos y pasivos, con cierto aire de prepotencia y con un ideario liberal debajo del brazo ¿Pensar?... Sí, pero… ¿Cómo quien?... ¿Cómo ellos?... Bah!!

Los otros, que también son pasivos, al menos debían limpiar su conciencia y luchar por una U  inclusiva y realmente pública.               
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“!Ey! Aguanta chofe que no es ganao”
Es lo que se oye con frecuencia en las busetas de transporte público cuando éstas, avezadas y valientes, rompen el orden de las calles para cumplir con sus tiempos, pues antes, algún tiempo antes, cuando no corrían, anduvieron por las calles con tanta presteza que vieron como hasta los peatones más sosegados les sobrepasaban. A este punto ya poco importa la gente (o la carga, dirían ellos), el  negocio es siempre lo esencial, y si algún usuario preocupado reclama por su integridad o por la de los demás, tendrá como defensa del chofer ese argumento “el negocio es lo esencial”.

Y vaya que lo es, hace algunos años implementaron un pequeño sensor dejado por el funcionalismo del norte, para el cual el usuario no es otra cosa que un dato: una mercancía que engorda la billetera de sus dueños a costa de un rubro de interés público, a eso es lo que los gringos llamaban retroalimentación: A una interpretación cuantitativa del hombre. Eso me ha llevado a ver que en ocasiones, por su prisa, acostumbran a ignorar a ancianos, mujeres con niños en brazos y mujeres embarazadas, debido, supongo, a la lentitud con la que suben y al costo que eso les representa por la estupenda función de un torpe sensor que no sabe distinguir entre uno y otro.


Angie Gomez Poveda






"Hombres diferentes... producto de la Modernidad."


Freddy es el hijo consentido de la casa. Sus hermanas sienten celos de él. Pero, su madre y su padre, solo ven por los ojo del niño, que de niño, poco tiene. Y no contento con todo lo que en su casa puede tener, en las calles, busca a cuanta muchachita para satisfacer sus deseos más sádicos. Luego, regresa a casa, se encierra en su cuarto y duerme hasta el otro día. Mientras, su amigo de toda la vida, termina el trabajo que deben entregar de física.

Sentado en el pasillo de la cocina, pensando en el día que tuvo, Rodrigo come su comida como quien paga un castigo. Trabaja de Domingo a Domingo, con la esperanza de algún día tener lo suficiente para comprar su propia casa. Y así con suerte, logre satisfacer a su mujer, de quien no deja de escuchar comentarios malintencionados cuando ponen un pie en el barrio. Es que para todo el mundo, él es un “Güevón” de tiempo completo. Y para su esposa, ese es el menor de los secretos.

Omar ha pasado de ser un gordo de 135 kilos a pesar tan solo 75. Desde el momento en que sus músculos empezaron a marcarse, descubrió que podía gustarle a cualquier muchacha. Ahora, siente que la noche es suya y que todas quieren con él. Ha tirado todas sus fotos anteriores; ha cambiado todo su armario. Y su sueño de ser Ingeniero lo dejó para ser la imagen de una nueva marca de ropa y por una flaca, que antes lo despreciaba por su apariencia.

Una noche de copas, una noche loca. Así prefiere describir Javier, lo que pasó en casa de su amigo. Unos tragos, ellos dos solos, y un trabajo tedioso, los llevó a donde nunca pensaron. Él, que es todo un varón, jamás imaginó que esa noche terminaría en un encuentro entre los dos como poseídos por un deseo que no había experimentado antes. Ahora, mientras el bus anda, recuerda con cierto remordimiento y con la respiración entre cortada lo sucedido. Y siente una leve excitación al pensar que esa noche, deben reunirse para terminar el trabajo.

Ya ha recibido su nuevo contrato en el que le anuncian su ascenso en la empresa. El ha sido el empleado ejemplar, que en poco tiempo ha escalado de posición y ahora, ostenta un cargo administrativo. Robinson, ha logrado con sus 17 centímetros lo que con su cerebro jamás imagino tener. Porque, satisface todas las exigencias de su jefa en la cama, para que no le exija nada en su horario de oficina.

Sergio, vive de los recuerdos de un pasado glorioso en el que prometía ser una estrella del Futbol. Y que por su carácter y su rebeldía de juventud, dejó que se le escapara. Ahora, solo le quedan sueños alquilados, que día a día posterga por las necesidades que lo apremian. Y siempre termina en el mismo bar, con el mismo número de cervezas, lamentando las mismas cosas y prometiendo construir un mejor futuro.

Para Oscar la faena comienza a las 7:00 de la noche y termina al ratico, algunos 10 minutos después. Lleva un mes en ese estado, y su esposa –y su amante-, acostumbrada a pedir más y más, solo voltea para darle la espalda y torcer la boca. Él, jamás imaginó que algo así pudiese sucederle. Avergonzado pero preocupado, buscó el mejor de los consejos y decidido a evitar que su mujer buscara un amante, se hizo consumidor de las potenciadores sexuales. Hasta que el exceso de consumo lo delató con una taquicardia, que lo mando a la sala de emergencias.

Tranquilo y reposado en su casa, Franklin espera a que su mujer llegue. Es 30 y la quincena, llega puntual como cada mes. Su mujer trabaja y el reparte el dinero: decide en qué y cómo gastarlo. Y si por alguna razón, su mujer llega a reclamarle por estar con alguna amiga –intima amiga- él le recuerda que es el hombre de la casa, pintándole un par de morados en los brazos o en las piernas, pero eso sí, que después se los tape para que nadie los vea.





Por: JulioCesar.




"Mujeres distintas... hijas de la madre Modernidad".



Mariana es una exitosa profesional, pronto terminará su maestría y su sueldo aumentará. Es totalmente independiente. A tal punto, que la última relación fija que tuvo duró unos 3 meses y fue en su primer semestre de Universidad. En estos momentos, disfruta de su vida como adulta, tomando las decisiones que cree conveniente y sin pensar en ningún hombre que la mortifique. Sin embargo, cuando llega a su apartamento lo único que encuentra es una cama bien arreglada, un sitio vacio y su vida reducida a la soledad de unas noches con recuerdos de encuentros casuales y sexuales.

A Rocío poco le importa el que dirán. Ella sabe perfectamente la realidad de su vida y sigue como si nada. Llora solo en secreto y con la amargura que produce haberse declarado implacable y ser totalmente sensible. Ella, vive con su marido desde hace mas de cinco años y a pesar de saber que le es infiel, y que desde siempre lo ha sido, no piensa dejarlo. Rocío, siempre ha dicho “la de la calle siempre será eso”, pues ella, sabe perfectamente que no puede perder la estabilidad económica que su marido le brinda.

Natalia vive una vida sin privaciones. Sus padres le dan todo lo que ella quiere. Y su juventud, es como una de esas películas estadounidense en las que todo se vale. Un día amanece con ganas de tener novio y lo consigue, duran algunos días… mientras lo disfruta y al otro, quiere una amiga y cómplice, que quiera jugar más allá de lo que sus padres podrían imaginarse.

Es la tercer vez que suena su teléfono celular, y dura aproximadamente 25 minutos hablando. Siempre tiene una sonrisa y una mirada llena de algo y carente de otro poco más. En su cuarto, Karen, es la amiga de todos y el amor de ninguno. Siempre vacilando entre lo que desea y lo que debe hacer. Es una niña bien portada, que debe guardar la compostura, aunque su vida de pureza la tiene harta y en medio de una crisis existencial: pues ser bueno, en ocasiones, no es tan divertido.

Tiene un bebé de tres meses que ha presentado problemas de desnutrición y algunas infecciones en la piel. Silvia, tiene una notica que darle a su amante-novio-esposo ¡Tiene dos semanas de embarazo! El primer bebé no estaba en sus planes, y este segundo, ni siquiera se acomoda a su nueva vida. Es una madre promedio prematura, que soñaba con graduarse con sus compañeros de colegio e ir al paseo final de despedida. Ahora, tiene la prueba de embarazo en una mano y un par de pastillas Cytotec en la otra.

Cristina en un tiempo fue Cristian, y desde que logró su objetivo de ser -casi-toda una mujer entró a la Universidad a estudiar Enfermería. En el salón de clases, disfruta conversando con el mismo muchacho de ojos oscuros y profundos, que el primer día de clases le cedió el puesto. Han hecho trabajos juntos, exposiciones y hasta han ido al cine. Pero su sueño - el de una vida a su lado- se trunca cuando recuerda que en medio de sus piernas aún hay algo que la delata.

Dorys, tenia meses que no sentía nada cuando por las noches su esposo empezaba a tocarla. Ella se mira en el espejo y ve una mujer joven, con buenas proporciones y una sonrisa encantadora. Luego lo ve a él, y ve a un hombre gordo, algo fofo y sin ninguna gracia al caminar. Mira entonces a su vecino, y descubre a un hombre totalmente interesante… seguramente un amante perfecto. Desde entonces, cuando su marido se le sube encima, imagina a su vecino. Y cuando su vecino se le sube encima, se olvida por completo de su marido.
Por: JulioCésar.




“Siempre pensé que Colombia era un país desconocido, un país por descubrir. Cada visita a un nuevo lugar de su geografía ha estado para mí siempre marcada por la sorpresa, por el asombro ante los miles de nuevos colores, olores, climas, vistas, sabores y formas de pensar y vivir que no podía haber imaginado que existían, porque nadie me lo había contado.” Ciro Guerra, tomado de El País (Mayo 13 de 2009)

Y es que la historia de “Los viajes del viento” no es otra cosa que lo primero: un viaje, marcado por los avatares nómadas de la brisa cálida del Caribe, que denota en su trasegar afable un espíritu de aventura y travesía, bastante similar al de la Odisea de Homero: Odiseo o Ignacio, busca entregar su bandoneón de juglar maldito a su Penélope, un maestro anciano que muere en la espera, mientras Ignacio surca el mar de planicies idílicas.      



En general, la película es un fiel retrato caribeño de costumbres y paisajes, bastante divorciado de la estereotipada industria comercial de las telenovelas y, por el contrario, casado con una narrativa propia, natural y espontanea que permite fidelidad en el relato, en otras palabras, es algo o mucho de lo que faltaba por ver en el cine nacional.


La imagen, cuya paleta de colores está marcada por colores cálidos y donde el sol a plomo proporciona el matiz vivo del paisaje, es una terapia de inmersión perceptiva en la que resulta inevitable la experiencia de cercanía o “dejavu”, en una composición donde la memoria colectiva de los caribeños declararía imperdonable un manejo distinto del color.  

Por otra parte, y como composición de la imagen, hay que decir que la ausencia de controles en la iluminación de la fotografía (al menos en la fase de producción) nos permite recordar lo natural que resultan los cambios de luz en lo cotidiano, por tal motivo resulta valido el recurso en la secuencia narrativa pues la intención, a pesar de ser sutil y a veces casi imperceptible, es bien definida porque retoma la naturalidad con la cual vemos el mundo.

El sonido, que no es otro que el del ambiente mismo (a veces el sórdido ahogo del viento y otras muchas el bullicio rural de la escena) trae consigo la cadencia del ritmo de vida bipolar de los hombres de mi tierra: en ocasiones parsimoniosos como el viento y en otras, azorados como el bullicio estruendoso, por lo tanto el paisaje sonoro es también un viaje a bordo de uno mismo donde es posible hacer un ejercicio de auto reconocimiento colectivo y memorioso que recorra los pasos transitorios entre un estado de vida y otro.

Desprendido de esto, los diálogos, espaciados recurrentemente por el silencio, muestran la condición Caribe de explayarse en el tiempo, sin miedo alguno a los años venideros, ni reparos para recibirlos, son, de esta manera, otro dejo cadencioso de su propia vida.

Por último me permito hacer reparos al argumento de la historia, en los que bien pudo haberse equivocado mi fuente: (i) No era posible que Ignacio derrotase al acordeonero embrujado con una puya vallenata, cuando dicho ritmo fue introducido al pentagrama musical del Caribe algunos años después por Alfredo Gutiérrez y (ii) Fermin no debió haber ganado el título de tamborero con sus repiques y golpes de cajero, cabe aclarar que ambos instrumentos, pese a ser africanos, poseen en su haber técnicas que los distinguen; para efecto de los reparos es menesteroso recordar que la intención del autor del film, Ciro Guerra, no es la de hacer un compilatorio visual e histórico del genero, sino hacer un retrato de costumbres en las que el género viva entrañado en su esencia rural y en el que sea posible identificar oblicuamente características del ser Caribe.



Ricardo Contreras García                   




Danzando con mariposas

Después de la última experiencia se encontraba demasiado nervioso. Ni siquiera había querido recibir a Camila en su habitación. La madre subía a llevarle la comida y el medicamento de turno, cambiado por ella. Lo único que hizo fue llamar a su hermano y decirle donde estaba la carta que le había escrito, que debía leerla con mucho cuidado.

Antonio se tomó las patillas, y se sintió mejor. Luego de un rato, las mariposas empezaron a volar por toda la habitación. Mariposas de todos los colores. Era fascinante. Camino hacia ellas, hacia la ventana que estaba abierta por error, porque sentía demasiado calor y porque quería ver algo de luz en medio de su encierro.

Era todo hermoso, se sentía feliz, lleno de vida. Recordó lo ocurrido en casa de Camila, pensó en ella, en cuanto la quería. Tomó impulso y decidió seguir a las mariposas. Empezó a volar sin nada que lo detuviese. Las mariposas estaban a su lado. Y de repente, la oscuridad.

Silencios y revelaciones

Todos sintieron el estrupisio que se produjo fuera de la casa. Los vidrios en el suelo, Antonio en mitad de ellos. No habían planeado que fuese de esa manera, sin embargo, pasó. Ángel, tomó un autobús de regreso a casa.

Decidieron enterrarlo junto a sus padres biológicos. Su hermano, Ángel, durmió esa noche en la habitación del difunto. No podía dejar de recordar su rostro: estaba feliz. Pasaron cerca de dos semanas hasta que Andrés encontró la carta de la que Antonio le había hablado antes de morir.

Supo que lo único que le faltaba al grafiti de la esquina eran los colores de las mariposas. Supo que Antonio, había tenido durante toda una vida la premonición de su muerte. Clara. Totalmente real.

Sin-sabores

Estuvo esas semanas en casa con sus padres, y descubrió que no los extrañaba como él pensaba. Ese día cuando iba camino a la estación de buses, reconoció a Camila a lo lejos. Detuvo el taxi y la saludo. Ella trató de ocultarse, pero no pudo. Los pocos minutos que hablaron los llevó a la pregunta necesaria:

- ¿y Antonio? – preguntó ella.
- Murió.

Re-encuentro y liberación

Camila fue hasta la tumba, a contarle a su amigo-amante, que en ella había una vida que estaba condenada a morir también. Que Se tomó una poción que le prepararon en casa y no surtió efecto, pero que nadie lo sabía. Que solo le restaba esperar a ver la noche caer y descubrir el rumbo que debía tomar. Quedó sentada por un largo rato pensando que hay vidas que se pierden en la inocencia de su frágil existencia.

Caminó hasta su casa, sintiéndose llena de algo que no comprendía. Antes era vergüenza y miedo. Pero en ese instante, se trataba de algo distinto. Llevaba en su mente la imagen de Antonio sobre ella aquella mañana. Sentía que ella era más que solo ella. Hay recuerdos que nos llenan, por toda la carga emocional que llevan consigo. Hay recuerdos que nos duelen, por lo que reflejan de nosotros.



Por: juliocesar.







A veces me pregunto si la forma en la que puedo verme en el espejo es la misma forma con la que pueden concebirme los demás.

Y es que a veces me resulta pensar con incredulidad y estupor que somos, los humanos, un caso atópico del mundo moderno: La única mercancía, sin ser barril, con la capacidad de moverse por sí sola. Y no es eso lo que pienso de mí, pero muy probablemente es lo que el villano entiende de sus afortunados cipayos.
Ha llegado al mundo una plaga muy poco compasiva, cuya ambición única son los frutos de los troquelados; incluso los arboles se han visto urgidos por el tiempo, para arrojar su semilla a unos suelos que ya no suelen germinar.

Esto de vender se ha visto convertido en el descaro más frecuente e inmoral, algunos osados han venido incluso a vendernos un boleto en tranvía con rumbo al cielo de la eternidad; los otros venden agua emanada de los frutos más secos, así como aquellos que venden podredumbre en cajetas de cuerpos esculpidos por la farsa – shop.


En las casas inspiradoras del estruendo musical de Black Sabbath y Test Dept, se han llegado a oír compases fracasados, monótonos y aburridores, fabricados por muñecos con cuerda de cobre y níquel, cuya alma se ha quedado en la placenta, dejada a la consumación del hambre y el amniótico. Seguro que a estas horas de la noche el Heavy abría fracasado.

Y en eso de la salud ¡bah! Patraña de públicos privados, cuyas serpientes de muerte asueldo han morfado la cruz ridícula de la vida eterna. Los anfibios de sangre fría, sicarios inescrupulosos de la vida y la salud, han preferido olvidar que alguna vez tuvieron piernas como los hombres, para, con ansias y vocación de asesinas, morder el calcañar de la masa fofa: Buscan en el cielo ateo y roto los conjuros del óbito; y la vida, para ellos, dejo de ser cuestión de humanos cuando la salud también se hizo vilmente comerciable.

A todas estas la mejor de las opciones es un infierno merecido a falta de algo virtualmente peor, pues hemos sido objetos sin historias memorables, con vocación para la pleitesía y la degustación del cuero duro y agreste calzado por los gamonales y el cuero desnudo, terso y femenino de los reyes. Somos, indudablemente, la generación de los ausentes, los autistas y los ciegos, viviendo en la era de los objetos sobrevalorados.

Ricardo Contreras García



Colores y sonidos.

Había colgado la llamada que su hermano (de crianza porque biológicamente no lo eran) le había hecho desde su escuela, y tenía esa sanción de extrañarlo más de lo habitual. Ángel, su hermano, siempre regresaba en vacaciones y su actividad primordial era re-dibujar aquel grafiti que año tras año se parecía más al sueño que Antonio le contaba y que lo acompañaba desde que tenía 10 años y Ángel 8.


El grafiti en la pared de la esquina, lo componen una ventana enorme repleta de mariposas de colores, un muchacho que camina hacia ella desprevenido, y del otro lado sombras y un sendero de cadáveres. Antonio, luego de colgar el teléfono decidió salir un rato.

Rutina

La madre se había despertado desde temprano, eran las 5.30 de la mañana cuando empezó su día. Después de lavar los platos del desayuno, estaba dedicada por completo a preparar el coctel de pastillas que debía tomar su hijo. Ya estaba diestra en la preparación de dichas pociones.

- ¿y Antonio? – pregunto él.
- Salió a dar una vuelta. – respondió ella.
- Debo ir a atender unos asuntos, regreso antes de las seis. –luego de decir esto, se despidió de su esposa.

Exorcismo

En la casa de su amiga (la única que tenía) confiesa que tiene miedo, que nunca antes había sentido tanto miedo. Toma su mano con tal fuerza que ella teme por lo que puede estar pasando con él. Muchas veces se habían visto a los ojos, pero pocas habían entendido lo que querían en el fondo. Eran las 10.30 de la mañana y estaban solos en aquella casa.

Antonio rodeo con su mano la forma del seno de su amiga, mientras con la otra acariciaba torpemente su rostro. Camila, reconoció en sus movimientos la inexperiencia. Se acercó a su amigo y lo besó. El resto se daba sin afanes, poco a poco.

Antonio, no podía contener la excitación que le producía ver esa mujer desnuda dispuesta a dejarse tocar por él. Reacciona de su letargo y respira profundo mientras penetra con toda delicadeza en la vagina de Camila, quien aprieta fuertemente su espalda. Y después de varias entradas y salidas, un gemido le viene de lo más profundo de las entrañas y cae exhausto sobre ella.

La madre lo esperaba molesta en la sala, eran las 3.00 de la tarde y no había tomado su medicina. Pero Antonio estaba felizmente tranquilo y extrañamente sonriente. Entra a la casa y al ver la cara de la madre decide regresarse. Ella confundida por aquella actitud sale hasta la puerta, pero ya es demasiado tarde.

Paranoia y realidad

La luna estaba más brillante que de costumbre, las estrellas se veían más vivas y Camila estaba desesperada, había llamado tres veces y Antonio no aparecía. El caminaba de regreso a casa por el único sendero que había. Pasaba el puente viejo que daba al lago, al momento de llegar al final siente aquellos pasos.

El hombre esta vestido de negro completamente, saca el puñal de su bolsillo derecho y acelera el paso. Antonio corre desesperado, no sabe si es un sueño o es real. Se detiene por un instante y gira, lo ve fijamente a los ojos y cree reconocer esa mirada, entonces el hombre llega y se detiene justo frente a él. Al sentir su aliento, Antonio cae desmayado.

El padre se quita la máscara y sonríe. Mira al que intenta ser su hijo con cierta lastima, y se prepara para recogerlo. Hay sueños que por reales nos hacen perder el sentido, hay realidades que por ficticias nos trastornan los sueños.

por: juliocesar.



Cielo roto.

Las pisadas lentas y débiles del andante de turno de esta calle sin salida que aparenta ser tranquila y sin nada que temer, hacen eco en la espesa noche que se tiñe de lluvia, de una especial. Una lluvia que lleva días postergándose y que anuncia el comienzo de una época que castiga a unos y fastidia a otros.

Antonio, el andante nocturno se percata de la primera gota que le cae encima y duda entre correr o caminar. Recuerda que alguna vez en una clase de física, en el colegio, le dijeron que en ocasiones resulta más provechoso caminar porque solemos mojarnos menos.

Estatua viviente

Al fin, al ver el torrencial aguacero caerle encima empieza su carrera por evitar la lluvia. Sin embargo, le da la impresión de no avanzar. Aquella esquina con el grafiti que su hermano pintó sigue insistentemente igual de lejos. Se siente cansado, extremadamente pesado y extrañamente insignificante.

Se detiene entonces, y analiza su situación. Mira sus pies y se da cuenta de cómo se han fusionado con el suelo. Intenta arrancarlos pero todo es en vano. Poco a poco, siente como la lluvia lo hierre, con cada gota su cuerpo empieza a deshacerse. Intenta gritar pero su voz no es nada, su garganta se ha deshecho.

Soñar-despertar

El grito de Antonio toma forma y despierta de golpe a sus padres. Cuando llegan a la cama de este, lo hayan mojado entre las sabanas y temblando sin control. La madre lo abraza y se percata de la erección flácida que tiene su hijo, quien además, ha mojado sus pantalones. El padre trata de no asombrarse con lo sucedido, puesto que, el médico les dijo que era posible que eso ocurriera.

A la mañana siguiente, Antonio trata de disimular lo ocurrido la noche anterior. Se sienta a la mesa con sus padres y solo mira el plato que contiene su desayuno. Descubre en mitad del huevo revuelto y las tostadas, el rostro de aquel hombre que tanto lo atormenta en las noches. Deja el plato en la mesa y regresa a su cuarto.

Nimiedades

Sus padres se ven fijamente y asienten. Definitivamente todo va como esperaban. El médico diagnostico psicosis y ellos solo han estado ayudando un poco para que el estado mental de su hijo, de por si inestable, se quiebre más rápido de lo previsto. Por eso, la madre juega a cambiarle los medicamentos y el padre, se ha vuelto su peor pesadilla en las calles.

-ojala y colapse pronto… ya tiene 17 años- dice ella.
-es cosa de paciencia… míralo, es igual de inestable emocionalmente que el loquito de su padre… de aquí no pasa- dice el.

Un hijo incapacitado mentalmente es un seguro de vida que les garantiza seguir recibiendo los favores de cierta fortuna amasada por alguien ajeno a ellos y quien los creyó lo suficientemente bondadosos, para cuidar a su hijo. Pero, lo que se ha tenido por tanto tiempo, resulta difícil para dejarlo.



Por: juliocesar





He de haber pasado la línea de aquella mocedad y creo que pronto emperezare a olvidar, no quiero decir que sea ese mi deseo, pero pronto el devenir lo hará inevitable, será entonces como olvidar los pasos tiernos a gatas luego de ser un experto caminante.


Las estaciones que azotaron a este árbol, anciano en su juventud, han dejado sobre su tallo las marcas voraces de sus vientos tormentosos y las quemaduras sobre sus hojas del frio rocío del agua brusca, sin embargo las hojas pronto caerán y el tronco vera sanadas las heridas de su corteza… nada quedara para el recuerdo. Pondré, entonces, a una de mis ramas, a marcar con la sabia de sus trebejos las hojas en blanco de sus ramas para que el viento sea testigo de estas memorias íntimas y humildes.





Un poco de ruido… 
 


  


No pudo ser otra mi entrada a este bar de vidas locas. Justo en la entrada, cuando apenas pagaba el cover, la encontré, arrimada al rincón de los naufragados, psicodélica, ensortijada y con labios prominentes, bastante habidos y precoces.  


Era ella el estruendo personificado; bastante arrabalera al inquirir y muy silenciosa al confesar. Era ruido porque no escuchaba.  Era un agujero negro por inexplicable y al mismo tiempo calculable, no era otra cosa que una realidad paralela inserta en una realidad de absurdos lógicos.   


Le invite a bailar, quizás seducido por el panorama gótico de sus emociones, o quién sabe si intrigado por el afán de las hormonas emergentes, solo sé que sus pasos toscos y taconeados, aunque maltrataban mis pies, emocionaban a mi alma solitaria, endógena y prepotente.


Era entonces una danza alegre de extravíos y muerte, donde dejo escrita, al final del pasodoble de los amigos ausentes, la fecha inequívoca de mis óbitos fugases.


A pesar de lo hostil del baile sombrío me aferre a su cuerpo espinoso esperando escuchar un poco más de su ruido silencioso e intranquilo.  





La masturbación de un ángel caído
 




Quienes conocen esta historia sabrán lo prohibidas de mis letras y la inocencia de mis ojos, sabrán entonces que todo pecador necesita de un ángel y que los yerros, maldiciones de la existencia, necesitan absolución trina.


No era, en aquel tiempo, más que el pecado mismo de no querer vivir, las cruses del calendario fueron marcas ajenas y la noche se empeño en ser obscura sin esperar asomos de crepúsculo. Fui un cadáver vivo retocado con pincel e ímpetu falso.


El día que, descendida del cielo, descanso en mi regazo la risueña criatura de muecas arcillosas y ademanes vistosos, fue inevitable ver volver el brillo inusitado a mis ojos opacos por desahucie. Vi en su quebranto mil razones para no morir.


Fueron tiempos mejores… le veía dichoso mientras caminaba con tropiezos de mi mano paternal; mis esfuerzos fueron siempre premiados por sus sonrisas desparpajadas e inocente.  


Aun puedo recordar con viveza la llenura latente de aquel recoveco sentimental que, preñado de alegría incesante y sincera por el dibujo veloz de su quebranto risueño, dio nombre a sus propios días de vida.      


Pero mis pecados se perdonaron solos mientras mimaba el rostro vivo de un ángel sin oídos ni milagros, que osaba a pagar con sonrisas y llantos los intentos fútiles de sus alas… más allá del candor de los mimos jamás encontré cariño en sus manos torpes, pues le vi atada a sí misma con la tapia de un muérdago egoísta.


Abrase su alma y ella abrazo la nada pues no pudo encontrarme, y cayo de la veladora con sus ojos plagados de llanto por chantaje, pero mi amistad traicionada no pudo resistir su pena y le dejo con dolor profundo y vigente en un mundo donde las cosas ponen nombre a los hombres y los hombres se castigan siendo sus esclavos.

Fui un masturbador consagrado por su alma, fui su mano derecha y  su calor fraterno. Ella, por su parte, fue el impulso de la autosatisfacción y el destino mismo de sus placeres propinados.  Sin embargo, después de todo, he de confesar que mi cariño y gratitud aun se guarda para ella en mis memorias gráciles e intimas. 
Ricardo Contreras García        




Con referencia al debate de hoy, jueves 17 de junio, tengo que comentar algo que me ha llamado la atención, un acto que a la luz de la historia considero irresponsable e inocente, pues si bien resulta aceptable la excusa de enfermedades que imposibiliten la recordación, padecer de inocencia y lecturas inapropiadas de las memorias del mundo es una actividad que resulta repudiable desde cualquier punto de vista.

El candidato del continuismo, Juan Manuel Santos, ha hecho mención especial, en pos de darle fuerza argumentativa a sus tesis sobre la lucha armada, a la civilización romana quienes, según él, para la constitución de una república sana y efectiva usaron la seguridad como medio para conseguir la consolidación de los conceptos políticos progresistas surgidos a raíz del destierro de Lucio Tarquino “el Soberbio”, sin embargo, según mi lectura (de la que no presumo y por tal motivo, aclaro, puede estar equivocada) la seguridad romana puso al ejército romano a disposición de la república, no con el fin de defender a la nación sino con el fin de blindar los intereses del estado, así lo demuestra la gran reforma del ejercito ejecutada por Mario en el periodo conocido como República Tardía, esto genero una relación distante entre ambos componentes pues la nación se vio amenazada por las fuerza desmedida del estado frente a su propio poder de masas, de tal manera que el estado y la nación se hicieron antagónicos en un mismo territorio.

Cabe resaltar que en el distanciamiento entre ambos componentes se vio beneficiado el actuar libertino de la república, custodiada por el poder de sus fuerzas, quienes derivaron con desparpajo en la infame corrupción que posteriormente acabo con la caída del imperio.

Ahora, si aceptan mi lectura, podrán medir ese acontecimiento y compaginarlo con el querer desbocado del Uribismo, que más que uribismo parece un arribismo de intereses, quien sabe si anti éticos, que buscan blindarse bajo el manto de la seguridad de las posibles arremetidas de la opinión y la voluntad general.

Esta de mas decir que crímenes a periodistas y sindicales, quienes con su poder han puesto en peligro la hegemonía del estado, han quedado en la más absoluta impunidad, casos como el de Jaime Garzón, por ejemplo, han sido entorpecidos por entidades estatales de seguridad como el DAS, esto sin sumar los asesinatos a testigos estrellas y persecuciones a familiares, esto nos hace pensar que la relación vertical entre componentes (nación – estado) desequilibrados en poder no es un acto fortuito sino mas bien elaborado e incluso malintencionado.

A esto hay que agregar la discusión de los últimos días frente a la justicia penal militar, en la que se ha sostenido desde el uribismo y sus borregos que para moralizar las tropas hay que permitir que ellos sean quienes tengan la posibilidad de juzgarse a sí mismos, sin embargo quienes tengan el acceso a los datos de impunidad en Colombia (que en todo el territorio nacional y frente a la unión de todos los entes estatales de justicia es de 95%) descubrirán que la justicia más vergonzosa es precisamente la emanada desde la cúpula militar, de esta manera resulta obvio que el dejar el juicio militar a criterio de su misma estirpe sería también conceder poderes de abuso punitivo al cuerpo de seguridad.

Ya en Colombia se ha hecho normal aquellas imágenes en las que la coerción y el miedo son las herramientas principales de la fuerza pública, incluso el ESMAD a nivel de percepciones ciudadanas, antes de transmitir seguridad y confort, transmiten terror y intimidación entre la gente, y esto puede tener relación con la ley 1270 de 2009 creada para la paz en los espectáculos deportivos, en la que la fuerza pública se capacita para la reacción hostil frente a las masas, sin embargo se inhibe la capacitación y la faculta para el control de situaciones complejas, es clave pensar que los resultados de estudios académicos frente a las percepciones sociales de la fuerza pública dan como resultado claro un temor infundido que limita la libertad del ciudadano.

Esto da como resultado casos como la invasión de la policía a espacios del pensamiento como las universidades públicas; que se califique de terroristas a sociolectos incomprendidos y desiguales; que se sindique de especialista en terror aéreo a personas que lleven consigo aviones de papel y que en mi propio espacio se allane con paranoia y dolor mis pertenencias a sabiendas de la ruptura en el respeto de mi presunción de buena fe, tan solo por pensar que en Colombia solo viven, en el mismo territorio, o uribistas amigos o Muntazer al Ziadi, enemigos irreconciliables, con los cuales además no se busca concertar.

Es claro que la visión de una nación entre amigos y enemigos está lejos de ser adecuada para la realidad política, sobre todo cuando la hegemonía ha sido sostenida vilmente por uno de los lados, motivo que por obvias razones desequilibra la balanza, más aun ahora que se habla de una Unión Nacional que hace vislumbrar un camino sombrío para la oposición.

Ricardo Contreras García



Aterrada, en el baño del colegio, Diana no sabe qué hacer ni a quien llamar. De un momento a otro se sintió extraña y cuando llegó a aquel lugar descubrió la mancha café que estaba en su ropa interior. A sus doce años no sabía que eso le podía ocurrir, le habían hablado de muchas cosas, pero, jamás le dijeron como reaccionar ante tal eventualidad. Su primera menstruación había llegado en un momento inoportuno. Diana, no sabía que luego de los tres vellos que le habían aparecido en las axilas vendría ese torrente de sangre.

Pedro se despertó, como de costumbre, a la 5.30 de la mañana para ir al colegio. Tal fue su asombro cuando sintió algo pegajoso entre sus piernas. Había tenido un sueño placentero, pero otras veces también había sido así. Nunca había pasado más allá de la corriente eléctrica que le recorría la entrepierna. Su madre entró al cuarto a llamarlo y este se escondió bajo las sabanas. No podía permitir que lo vieran así como estaba. Era la primera vez que se levantaba mojado: pensó que jamás le pasaría, aunque le había dicho a sus amigos que él, a sus trece años, ya eyaculaba.

Estaba hasta las chancletas, habían tomado cualquier clase de licor. Andrés, llevaba su primera semana en la Universidad y esta celebrándolo con sus nuevos amigos. El reloj de su casa, el cual su mamá había visto por tercera vez, marcaba las 2 de la madrugada. Andrés, no había tomado nunca antes, pero, desde antes de empezar clases tenia deseos de iniciar la tan afamada vida del universitario.

Mariana pensó que si lo hacía sin condón una sola vez no habría problemas. Unas semanas más tarde, notó que algo no estaba bien ¡estaba embarazada! Su plan de vida merecía ser re-estructurado, sobre todo, porque estaba dispuesta a tenerlo pero sin vivir con el padre. Ella solo quería sexo al igual que él. Un hijo no eran razón suficiente para conformar con hogar con solo 17 años y sin amar a la otra persona.

Diego guardaba la ilusión de encontrar un trabajo que mejorara sus condiciones de vida. Tenía 20 años y deseaba ayudar a su madre, ayudar en su casa. Confió en lo que unos extraños le dijeron, confió en el futuro que le prometieron. Pero lo cierto, es que ese viaje que inició tuvo un final inesperado. Diego murió y ahora su madre sale por las noticias, lo acusan de ser guerrillero y de haber muerto en combate. Solo su madre sabe que el mayor contacto que tuvo con la guerrilla fue a través de los noticieros.

Luz tiene miedo del futuro, de lo que vendrá para ella en este país. Por eso, ha resulto irse al terminar la carrera. Sueña con estar en el exterior y luego llevarse a su mama con ella. Ha estudiado con mucho sacrificio, lleva siete semestres encima y es la mejor de su clase. Sin embargo, por más que ha tratado no ha logrado encontrar donde hacer sus prácticas. Mientras, algunos de sus compañeros, los que ella menos pensó, están bien ubicados. Luz se ha dado cuenta, que las oportunidades se abren para unos pocos, que debe esperar hasta encontrarse con alguien justo que vea todo su potencial, porque ella no tiene contactos ni amigos de amigos que la ayuden a ingresar sin muchas dificultades.


por: julio cesar




Crecí oyendo las historias de mi padre sobre una ciudad perdida en el cielo, que aparecía en la cima ñata de una meseta, sitiada por el escarpado relieve de la cordillera. Yo imaginaba un prado enorme y florecido, plagado de diminutas casas de bareque y techitos rojos, divididas por pastizales preñados de vacas y cabras traviesas correntinas.
Recuerdo que en sus historias siempre hizo notar su resentimiento contra un ogro de aquella pradera pendida del cielo, que había osado, sin justa razón, a tallar su cuerpo con arremetidas endemoniadas, cuyas zarpas se habían hecho notar en el lienzo de su piel y quien le había exiliado de su terruño de bareque tras algunas de sus injustas agresiones.
Bogotá era, en sus calles, una ciudad de mierda, desprovista de los lujos que hoy la colman, con ínfulas europeas que solo alcanzaban a hibridar su cultura; poco había de aquellas praderas soñadas, mucho menos de aquellas cabras o vacas, solo carros y mugre replegado con odio por las frías callejuelas de aquella falsa metrópolis.
El ogro me recibió sentado desde el comedor, virando su cabeza hacia mí con una sonrisa irónica que se dibujaba en su rostro. Aquella sonrisa desliñada se había dejador ver antes, en algunos retratos en sepia; incluso, me atrevo a decir, que es una herencia genética que ha adornado los retratos de su prole, sin embargo es una marca que se ha esfumado en el semblante de los hijos de esta nueva generación; eso me hacía pensar que aquella ironía risueña se debía a la manera como encubría, de manera cómplice, las tristezas de una realidad cruda; de esto no podría pensar que aquella ironía era una burla hacia el mundo, sino una sátira que les caricaturizaba a sí mismos.
Cuando el sol hubo de ponerse justo al frente de mi ventana, la puerta se corrió y el ogro apareció con otro de los suyos en sus manos; cargaba entonces uno de esos cereales provistos de otro de tantos extraños ogros africanos, le llamaban Melbin y salía en las propagandas de kellogs. El otro ogro, mi abuelo, tomo una cuchara que se ahogaba al fondo del plato y la puso en mi boca cargada de cereal; su sonrisa era tierna y sus manos acariciaban con brusquedad y torpeza primeriza mis cabellos lacios.
Ambos ogros, a su manera, habían hecho algo hermoso para mí, sin embargo debo admitir que esas caricias y ese amor tardío no me pertenecieron: fueron siempre el pacto de una paz que aquel ogro quiso firmar en su, ya solo, corazón, que se atormentaba en la selva de dudas y culpabilidades, y cuyo rastro, dejado al paso de los errores ciegos, había tallado los surcos en su piel marchita y había espolvoreado aquel polvillo plateado sobre su cabellera. Mi padre jamás dejo de pensar que era un ogro y el, atormentado, prefirió olvidar el mundo, olvidarse a sí mismo.

Ricardo Contreras García




Con la sonrisa a medias, sus manos sosteniendo las de ellas y la mirada fija en los ojos color miel de esa mujer, juró quererla. Mintió. Besó sus labios como tantas veces lo había hecho antes, solo que por un momento creyó descubrir la amargura que le producía hacer eso.


Ella, sonría a todos, se aferraba a su brazo con tal fuerza que nada en el tiempo hubiese podido desprenderla de su lado. Su vestido azul cielo, sus zapatos perfectamente combinados y esa sonrisa, eran toda la magia que la acompañaba ese día. El resto, era una obra de teatro bien ensayada.

Sabía que en ese instante él no estaba totalmente feliz, sabía que estaba ganando una batalla a medias, sin embargo, se sentía triunfadora ¡perdedora! Se condenaba a una vida llena de fotos con poses perfectas, de esas que se cuelgan para que todos puedan observar, pero que distan de los rostros reales.

Ambos tomados de las manos saludaban a todos los presentes. El matrimonio es de esas ocasiones que todos celebran, en las que cada quien brinda por algo distinto, pero que en el fondo, guarda su dosis de costumbre y de vanidad.

Ella y él no serán el mejor de los matrimonios, pero al menos lo aparentan: salen a vacaciones juntos, se llaman por “osito” ella a él y por “muñeca” el a ella. No serán el mejor de los matrimonios, pero al menos son reconocidos como tal: con televisor plasma incluido, juego de comedor, cubiertos de plata y una cama bastante grande para dormir lejos el uno del otro.
por: julio cesar






Hace algún tiempo, cuando aún era pequeño, jugaba en la sala para saciar mi instinto infantil, muy a pesar de las advertencias de mi madre por preservar los adornos de una casa ornamentada con nostalgias. El juego de lo prohibido siempre fue el más llamativo, así que continúe picando el balón en la alfombra e ignorando los siempre premonitorios sermones de mi madre. No tardé mucho en averiguar las consecuencias. El balón picó sobre un grumo de la alfombra, se desvió sobre una mesa de centro cargada de chécheres y de inmediato vi en el suelo los fragmentos del jarrón más valioso de la casa.


El jarrón era de aquellos que presumía su valor a simple vista de desprevenido, había estado bajo custodia de mi familia por algo más de 20 años, luego de haber viajado durante 2 años en barco de la mano de mi difunto abuelo. Hubo de ser hecho por una mano talentosa en Europa, y roto por una mano obstinada y torpe en Cartagena.

No tuve otro remedio que comprar uno parecido, muy costoso por demás, sin embargo, a pesar del agrado que simulo mi familia por mi acto de contribución y pago de pena, note que nada sería igual; el valor del jarrón estaba mas allá de lo material; estaba mas  allá de lo que podía pagar.

Hace algunos días recordé esta penosa situación cuando abrí la página principal del Espectador y vi con asombro una noticia que bien cabe dentro de la analogía. La noticia mencionaba la imposición de una multa de 98 millones de pesos a algunos partidos políticos cuyos panfletos publicitarios habían ensuciado los muros públicos de la ciudad aun después del plazo legal estipulado.

Sin embargo, el acto de las entidades encargadas, que si bien es un intento por la preservación del espacio público y el cuidado de la democracia, parece no llenar las expectativas del divino proceder de la ley en congruencia con su concepto de democracia y espacio público.

Recordemos que el espacio público es un espacio, no precisamente material, en el que cabe a cabalidad todo lo referente a lo público, eso implica que dicho espacio no debe propiciarse para algún tipo de comunicación estrictamente vertical en la que se considere al ciudadano únicamente como “saco de derechos”  puesto que esto puede perjudicar la percepción de los individuos y sus posiciones políticas frente a candidatos, mientras que por el contrario, el espacio público debe preservar el derecho a la libre expresión, evitando así que lo público sea tomado por intereses políticos por medio de imposiciones ideológicas.

Ahora, retomando la noticia, la multa resulta vergonzosa en vista de no hacerse necesario haber acudido 5 años a la escuela de comunicación social para saber que el efecto que la sobreexplotación perpetuada por candidatos y partidos en el territorio de lo público, pudo causar en los electores en las pasadas elecciones legislativas del 14 de mayo es inevitablemente irreversible e inapelable.  

La explicación se hace sencilla. En primer lugar se hace inestimable la consideración de personas afectadas por dicha sobreexplotación, en segundo lugar, en el hipotético y absurdo caso de identificar a los afectados, se haría imposible determinar su nivel de aceptación de mensajes, y por último, sabiendo todo lo dispendioso que resulta la obtención de los puntos anteriores, el resultado no sería un arma punitiva para establecer medidas especificas en contra de dichos actos antidemocráticos.

La multa resulta ser entonces, para los partidos políticos, un superávit a nivel de resultados electorales y un anexo sostenible para su presupuesto destinado a campañas. Un precio nada difícil de pagar para los partidos y menos aun cuando esto implica necesariamente una obtención de ganancias electorales.

Por su parte la multa es, para los entes encargados de la democracia, un mugido y un crujir de dientes sobre la leche derramada o, para el caso de la analógica, es el jarrón repuesto a cambio del nostálgico. Es también una forma descarada de resolver su incompetencia; poniéndole precio a los votos de los perjudicados; dando a entender que 98 millones de pesos era el precio de la opinión pública afectada; restándole importancia a los resultados de la invasión ilegal de lo público, como si el pago de la multa tuviera la capacidad de retroceder el proceso de aceptación del mensaje, como si no fuéramos hombres dignos con entendimiento sino animales que viven alrededor de las cosas sin necesidad de entenderlas.

Ahora, sin más, y en vista de los resultados de las elecciones legislativas, las entidades encargadas del cobro de la multa muy seguramente obtendrán su pago; la nación, en cambio y muy seguramente, dejara de obtener las escasas prebendas que se pueden ofrecer en un panfleto contaminante de partidos; dejara de obtener su status de pensante y su alma estará siempre condenada a recibir lo que se le antoje a este sistema democrático de borrador y conveniencias.  

Ricardo Contreras García