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Te levantas, piensas en el desayuno, en el calor que está haciendo, en el sueño que tuviste.  Era una nevera blanca, la cocina vacía, el sonido de la nevera, luego la oscuridad. Nuevamente la nevera, el oxido en ella, la cocina y las telarañas, la explosión. Decides bañarte para no pensar más en lo absurdo que son tus sueños.  El agua cae en tu pelo, sientes cómo baja por todo el cuerpo y piensas otra vez en el sueño.

Sales a la calle a buscar algo de comer porque a tu edad, nadie te guarda desayuno. Un dedito y una Coca-cola. Regresas a la casa e intentas leer un libro sobre un actor famoso del que nunca habías escuchado. El tipo es algo excéntrico, un genio por decir lo menos, y sientes envidia. ¿Qué se necesita para ser un genio? Duraste nueve meses exactos en el vientre y un sietemesino logra ser más inteligente que tú, eso es una burla de la naturaleza.

Te vas al cuarto y empiezas a tener una conversación con el tipo del libro. Miras la portada y su cara de satisfacción, lanzas el libro y empiezas a contar todos los éxitos que has tenido en tu vida. Decides no seguir con eso. El calor se hace más insoportable y tu mamá camina de un lado a otro en el pasillo, hasta que abre la puerta de tu cuarto. Pasa el trapero, te mira. Sientes todo lo que quiere decirte con ese gesto de levantar tus medias del suelo y girar la cabeza como señal de desaprobación. ¡Eres un desastre!  
  •  ¿Nada de trabajo?
  • No.
  • A Paul, el hijo se la señora Marta, el que terminó contigo… ya lo llamaron.


Todo queda en silencio. Luego ella sale y cierra la puerta. Escuchas como empieza a llover. Te levantas y tomas el libro, intentas a leer nuevamente. Piensas en Paul, en su cara de tonto sonriente, en su promedio mediocre, en su escasa habilidad para organizar una idea, en la tesis que le hiciste. Vuelves a lanzar el libro. Se te viene una canción a la cabeza y no sabes en qué momento te quedas dormido.

Tu mamá te levanta. Te dice que ya está el almuerzo. Te das cuenta que ya ha escampado.  Llegas a la mesa y empiezas a cortar la carne en pedazos pequeños mientras ella posa su mirada en ti. Comes el primer bocado, te sirves un vaso de Coca-cola. Ella te sigue mirando. Tú empiezas a comer más rápido.
  • Paul está contento, dice que cuando esté dentro de la empresa te ayudará.

Masticas más rápido, tomas sorbos grandes de Coca-cola y te sirves otro vaso. Ella te sigue mirando mientras come.
  • Dicen que fue gracias a su tesis que lo seleccionaron. Debió ser muy buena, ¿no?
  • Lo fue.
  •  Dedicaste mucho tiempo a la tuya. Pensé que también sería buena.
  •   Lo fue.
  • Pero ya ves que a Paul lo seleccionaron porque su tesis fue la mejor…
  • Yo hice la tesis de Paul.

Comes el último bocado. Te levantas de la mesa.  Vas a la cocina y lavas el plato. Entras a tu cuarto, te pones los converse  y sales. Son las 2 de la tarde.  No sabes claramente a dónde vas, pero tampoco tienes afán por saberlo. Recuerdas que Vanessa tiene un libro que habla sobre el significado de los sueños, quizás sea una buena idea descubrir qué significado tiene el tuyo.


Por:  JulioCésar



Con su pequeña maleta caminó varios kilómetros y luego contempló el paisaje. Le parecía extraño haber llegado hasta ese lugar sin tener claras las razones de su viaje. Recordó entonces el cuadro de un artista. Era una pintura impresionista que mostraba a una mujer en la jungla mezclándose con la naturaleza. No recordaba el nombre del artista. Se sentó en una piedra y quiso recordar pero no lo lograba. Resolvió seguir el camino sin dejarse llevar por ideas sueltas.

Pasó una hora y llegó a una villa colorida con olor  a chocolate. Las casas eran de una forma extraña y variaban en sus tamaños. Las había más pequeñas que ella y otras totalmente enormes. ¿En qué lugar se hallaba? Caminó con desconfianza y se sentó en un parque que estaba en el centro de la villa. Entonces apareció un conejo blanco.

-   ¿Ricitos de Oro ya llegó? - preguntó el conejo.
-          ¿Quién?
-          ¡Ricitos de Oro!
-          No sé - le respondió ella.
-          ¿Y Caperucita?
-          ¿Me está molestando?
-          ¿Quién? ¿Caperucita?
-          ¡No, Usted!
-          ¿Qué pasa conmigo?
-          ¡Eres un conejo!

Se levantó en el acto siendo consciente de su locura. Corrió para alejarse del lugar. Entró a una casa desconocida y se percató del tamaño. Le fue imposible estar en pie. Se  puso de rodillas y empezó a recorrer el lugar. ¿Dónde había pasado eso antes?, se preguntaba. Encontró entonces, una chimenea con un fondo luminoso. Llevada por la curiosidad se acercó a la chimenea y metió la mano hasta al fondo. Una fuerza la llevó hasta el interior de aquel agujero sin poder siquiera notarlo.

Despertó en una cama extremadamente cómoda. Vio su cabello peinado y el vestido blanco que llevaba puesto. Bajó de la cama y vio al conejo sentado en una mesa redactando un documento. ¡Estoy enloqueciendo!, pensó. Buscó la puerta y se dispuso a corre, justo en ese instante una mujer entró.

-  Querida, por fin despiertas. Bienvenida. Te estábamos esperando.

-      Pero yo no la conozco - le respondió la muchacha.

-    Este es tu viaje. Por eso te estábamos esperando.

La muchacha retrocedió. Caminó hasta su maleta y la abrió. Encontró el cuadro que había tenido en mente. Volvió a mirar a la mujer y le pareció estar frente a una aparición.

-    ¡Eres tú! Eres la mujer del cuadro.

Recordó entonces a su compañero de viaje, y le vino una pregunta a la cabeza.

-    Dime, él también está aquí.

La mujer la observó complacida. Le sonrió y miró al conejo que sellaba la carta que estaba escribiendo.

-     Respóndeme – solicitó la muchacha.

-   Este es tu viaje, por eso te estábamos esperando – le dijo. 

     





Por: JulioCesar









Ficción de ansiedad #1

El día en que se perdieron los teléfonos todos empezamos a preocuparnos. Antes se habían perdido los retratos, apenas habían quedado de ellos las veladoras en los altares estériles y las flores. Nadie le dio importancia, todos estaban eclipsados con el reportaje especial de 24 horas sobre la variación del peso de las monedas en la gravedad de marte, algunos hacían ya apuestas sobre la imposibilidad de contar el dinero en el nuevo paraíso mainstream. Los retratos se perdieron esa noche, al tiempo en que Nick salia en la tevé salvando las bolsas bursátiles con su permiso de prorratear el metro cuadrado del planeta rojo. Solo a Bábaro, el harapiento, le abochornaron terriblemente las desapariciones; cuando el horizonte engulló al sol empezó a rabiar con el amargo recuerdo de esa tarde, recordaba con horror que, husmeando como de costumbre por los amplios ventanales del vecindario, no encontró el horrible retrato de de la señora Margaret Stiercol, ni el molusco verrugoso del señor Persi Macster, ni el seño fruncido de los Andolini, en cambio encontró con indignación la cara atormentada de unos espanta pájaros sobre cada uno de los bufetes del barrio. El pobre Bábaro, indignado, se ahorcó esa misma noche pendiendo de la luna y a la mañana no hubo rocío. Los teléfonos desaparecieron 2 meses después y todos entraron en pánico, los primeros en asustarse fueron los anónimos incendiarios, de ahí nos cagamos todos.

Memento

Acaba de desplomarse el día por mi ventana. Su última lucecita despeñada, madura y rojiza, como duraznos sangrados, ha desaparecido a espaldas de aquellas casas apasteladas que colindan con el fin. Es mi recuerdo más remoto, todo lo demás se ha quedado en mi almohada.

No distingo esta de entre otras noches, no puedo y sin embargo me parece que se hace triste entre ese montón de nubes paralizadas, como parches en esos ojitos tuertos. Debo haber estado acá por mucho tiempo, durmiendo de pie frente a esta ventana. No lo recuerdo, lo intuyo así por el sabor pálido de la saliva pastosa y por el dolor terrible de mis talones. Veo marcas en la pared: tres garabatos esquizoides, entre esos un peculiar triangulo invertido, comido como por ratones en su costado; siete marcas feroces sobre el marco, una sobre otra, la ultima dice “173”; y, en un rinconsito custodiado por pedículos marchitos, el retrato de ella, como el de un fantasma, a quien he empezado a amar de solo verle. Entre toda esta miseria sonríe conmigo, con otro, de algo que le digo, de algo que le dijo otro. Sonríe y no se cansa. Y yo, que soy de risa fácil rompo en carcajadas hasta doblarme en el suelo. Siento que amo toda su eternidad, ese instante hecho a la medida. Siento que me ama, porque apenas yo puedo verme en sus ojos. Siento que me ama porque solo yo puedo verme en sus ojos. Siento que me ama porque solo estoy yo en sus ojos. Siento que me ama. Me ama. Se diluye a mordiscos la apertura, alguien está lleno de mi, la espiral se consume y muero… muero cada vez que olvido y olvido luego todas mis muertes.

Ahí la esperé siempre...

Mamá me dejó ahí, puestesito, con mis piecesitos colgando sobre el suelo. Dijo que ya volvía, que entraba no mas y salía. Se despidió con una sonrisa rota y entró a un despacho azul, con ventanales rugosos y separadores de madera barnizada. Entró ahí y no la volví a ver. Me dejó ahí, puestesito, solo, solo como siempre, solo como yo siempre, en un rinconsito de ese patio basto, ahí en un asiento empedrado al lado de esa virgen que no da seguridad de nada. Miré intermitente a un niño en la puerta del despacho, que jugaba muy tranquilo con sus juguetes descuartizados, jugaba al carcelero y estaba tranquilo, ahí en medio de la nada pero tranquilo enrejando parias. Yo esperaba a mamá, cuando volvió ya estaba frió, con mi cara pálida de soledad. Mamá no me dejaba coger del miedo, cuando me sentía tembloroso me arropaba con su blusa y me daba de su seno, ahí me escondí siempre, hasta que casi, casi se lo apostemo de tanto mamar. Ahí la esperé siempre a mamá, en el asiento empedrado, cuando pies no colgaban sobre el suelo, con el mismo frío, con la misma cara pálida de soledad, ahí bajo tu blusa mamá, extrañándote, en tu seno, ahí.




Ricardo Contreras García







¡Callate Bob Marley!, decía. Mientras seguía moviendo la mano y las pupilas se le dilataban. En la sala la música sonaba con potencia. En el baño, la urgencia por no llegar al final empezaba a notarse. Could you be loved  continuaba sonando. El sudor bajaba por su espalda. ¡Que te calles Bob Marley! Insistía. La presión le iba subiendo y la música lo atormentaba. UnoDosTres, UnoDosTres, UnoDosTres iba contando. Le habían dicho que esa era una técnica perfecta para controlar la eyaculación. UnoDosTres, UnoDosTres. Cerraba los ojos y las piernas le temblaban. Habían pasado cinco minutos y estaba por romper su propio record. La música seguía. ¡Un minuto más y listo!, pensaba mientras intentaba disminuir la velocidad de sus manos. Uno. Y  le empezó a llegar una corriente. Dos. Y comprendió que no había regreso. Viendo la flacidez de su sexo, se percató del silencio que había en la casa. ¡Ahora es que te vas a callar, Bob! Abriendo la llave del agua, decidió darse un baño sin pensar en su derrota. 



Por: JulioCésar


La maquina estaba en pie. La vi a lo lejos. Era extraño, pero en verdad estaba allí. Tenía dos piernas igual que yo, dos brazos, dos ojos, pero era una maquina. Las luces rojas que tenían sus ojos, eran como dos soles que se imponen al amanecer, demonios que disfrutaban asustando mi alma; candela que al mirar me hacía cenizas.

Corrí tanto como pude, pero sentía el crujir de sus engranajes tras de mí.  En algún tiempo fue solo el viejo carro de la granja del abuelo, el olvidado. La lluvia había dañado su pintura y la tierra había hecho de sus llantas, solo caucho inútil. Y ahora, estaba a punto de  tomarme entre sus metálicas manos y hacer de mí  un recuerdo. 

Al doblar la esquina, perdí el equilibrio y caí. Se detuvo sobre  mí. Cerré mis ojos  y escuché como doblaba su cuerpo. Aún con  aquella transformación seguía teniendo aquel horrible sonido. ¡Le faltaba aceite! Entonces, quedé cara a cara con él y sentí su vapor en  mi rostro. Mi gorra estaba en el suelo, cuando escuché dos disparos y la máquina empezó a destrozarse. Mi abuelo  estaba detrás con toda la gente del pueblo. No habían creído mis historias, de cómo vi el rayo de luz por el cual aparecía el hada de los olvidados.  Esa misma que le dio vida al auto viejo del abuelo.

Entre todos me llevaron a la clínica cercana y destruyeron los restos de la maquina. El auto quería ser como yo, porque sentía que el abuelo lo había dejado atrás por mí. Desde que nací, él prometió no volver a conducir aquel auto deportivo azul, que en ocasiones, le había causado grandes susto a la abuela. El médico me atendió y ya en el cuarto de aquel lugar abrí los ojos. El abuelo me tomó entre sus brazos, le conté cómo había tomado vida y la forma en que el hada de los olvidados cumplía los deseos más profundos de aquella chatarra. Mire sus ojos, me creía, ahora si dejarían de llamarme loco… y es que la máquina de la que tanto hablé, era real.

Pero no había terminado. Las cosas estaban apenas por empezar. Esa noche, todos se fueron a sus casas y mi madre se quedó conmigo, pero el sueño la venció. Con el silencio que había inundado la clínica, logré reconocer nuevamente el sonido que hacia la luz azul de aquel Hada. En alguna parte estaba. Ella y el auto, aún tenía un plan para mí.


Por: JulioCésar.




Nota aclaratoria: este texto fue escrito en el marco del Reinado de la Independencia de Cartagena en el año 2011  (14 de Noviembre) y solo hasta ahora me atrevo a publicarlo, luego de no lograr con él lo que quería. 



***

El estadio de Sotfball Argemiro Bermúdez Villadiego de Chiquinquirá empieza a llenarse. En las gradas, las comitivas se enfrentan con cantos y gritos de apoyo a su reina. Las candidatas aún no han llegado. El escenario está listo, pero la menuda lluvia amenaza el evento. La coronación de la nueva Reina de la Independencia, este año, toma otro sentido al estar celebrándose el Bicentenario de Cartagena. Los esfuerzos de la administración por hacer de estas fiestas un evento inolvidable, incluyen este espectáculo con la Orquesta de la Policía Nacional abriendo el show.

Los carteles de cada una de las comitivas sobresalen al paisaje. Si de ellos dependiera la decisión del jurado, su candidata tendría mil motivos para ganar. Tal parece, que el triunfo de ella sería también el triunfo de toda una comunidad. Y realmente lo es. ¿Qué sería de cada una de las candidatas sin el apoyo de sus barrios? El Reinado de la Independencia es un evento que requiere de una inversión de dinero bastante considerable, sobre todo, si entramos a analizar el costo de cada uno de los trajes, los accesorios, el maquillaje, los preparadores. Todo esto, en su mayoría, por cuenta de ellos. No en vano las comitivas se esfuerzan tanto y año tras año buscan obtener la corona, quizás con la esperanza de que sea este el vehículo que los ayude a lograr mejoras en cada una de sus comunidades.

La lluvia se calma. Los presentadores toman sus lugares. Las reinas entran en escena, todas en traje negro con dorado y un sombrero. En medio de una coreografía, una a una se van acercando al micrófono y con cortas palabras recuerdan a una mujer que fue parte de la historia de esta ciudad, luego se presentan y saludan. En las gradas, las comitivas no escatiman esfuerzos para demostrar que su reina no está sola. El jurado ya está en su sitio y tiene una misión importante: elegir a la sucesora de Ivonne Palencia Querubín Reina de la Independencia 2010 - 2011.   

2.  

¡Que viva Cartagena de Indias! Fue el saludo de la alcaldesa Judith Pinedo al público, quien luego, empieza un corto discurso de instalación del evento, agradeciendo a las comitivas por la compañía y asegurando que cada una de las 27 candidatas “no son solo reinas, sino, líderes de sus comunidades capaces de trabajar por una sola Cartagena”. Y es que está mujer que salió a las calles con la bandera cuadrilonga para inaugurar las fiestas, también dijo que el hecho de ser ella la encargada de la celebración de los 200 años de independencia de Cartagena es una muestra de cómo la mujer también debe aportar su visión de la historia, sobre todo, si lo que se quiere lograr es una ciudad igualitaria.

 Justo en ese momento, se prendió la fiesta. Alejandro Páez y su violín, estuvieron acompañados por los sones de la salsa. Al compás del manicero todos los presentes se levantaron de sus sillas.  El hombre se desliza por la pasarela con su violín al hombro, su camisa blanca y pantalón negro, mientras en la parte de abajo la gente se dejaba llevar por las notas. La alcaldesa disfrutaba en compañía de la primera reina de la Independencia, Amira Mouthon,  quién representó el barrio San Diego en su época.

Pero ¿Qué pasa antes y después de esa fiesta? ¿Cómo llega cada una de esas niñas a este certamen? Antes de las sonrisas, las lentejuelas y los tacones, cada una de ellas eran niñas de barrio que convivían con las particularidades de una Ciudad como Cartagena. Al ser seleccionadas como las aspirantes a representar  a su comunidad, empieza todo un proceso de preparación  en el que deben cumplir con ciertos requisitos que le exige la organización del reinado y deben superar la pre-selección en la que quedan solo las mejores. Además, como requisito infaltable, deben presentar un proyecto para trabajar por su gente y su comunidad ante el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena.

En el caso de la Reina del año pasado, Ivonne, el proyecto consistía en trabajar con los niños de su barrio para vincularlos a las fiestas de la independencia. Ahora, será contratada por la Secretaria de Educación para trabajar de lleno en el mismo. De esta manera, esa esperanza que guardan las madres de las reinas, de ver a sus hijas surgir gracias a su participación en el certamen cobra sentido. En especial, si recordamos que las candidatas vienen de barrios que sufren problemáticas sociales como la inseguridad y la pobreza, por solo mencionar algunas. 

3.

Las candidatas  son pensadas desde la producción del reinado, como líderes de sus comunidades y son preparadas durante cuatro meses en talleres de historia tanto de la ciudad como de las fiestas,  entre otros. Todo ello, con el fin de que conozcan la ciudad en la que viven y puedan trabajar por ella.

Mientras, sus comitivas, se encargan de realizar todo tipo de actividades para reunir dinero suficiente para transportarse, vestir a su reina y conseguirle todo lo que necesite según contaron algunas de las madres. Por su parte, el IPCC les ayuda con un cheque por $800.000  pesos, para el traje de coronación y les regala algunos de los vestuarios que utilizan para los eventos. Aproximadamente son $ 5.000.000 millones de pesos  la cantidad de dinero que invierte en gastos, una de estas candidatas.

4.

Así, al ser coronada como Reina de la Independencia y además, Reina del Bicentenario, Eliana Russo del barrio San Fernando, adquirió un gran reto. Pues, más allá de la corona y del reinado mismo, está un compromiso social con su comunidad. En primer lugar, por la cancha múltiple que debe procurar para ellos, en dónde no solo realicen actividades deportivas, sino también, culturales y sociales. Y en segundo lugar, porque durante un año será la representante de una ciudad que no es sólo historia en piedras, monumentos y murallas, si no que día a día también lucha por no quedarse en esa historia, como pieza de observación y no de vivencia. Será ella quien muestre cómo es la mujer cartagenera en su forma más amplia.

Al resto de aspirantes, les queda la esperanza de que este paso por el reinado las ayude a conseguir mayores oportunidades. Les abra puertas y les augure un futuro mejor. Pero en un certamen que se propone ser de líderes y no de reinas, más que esperar un futuro, en ellas, debe estar el deseo de  ser abanderadas de sus barrios; lideres reales de unas comunidades que necesitan tener una visión más allá de sus calles; embajadoras de la ciudad, que logren imprimir su huella en la historia.  

Por: JulioCésar



John Edgar Hoover fue el primer director del FBI. Se mantuvo en ese cargo desde su creación el 10 de Mayo de 1924 hasta su muerte en el año de 1972. Un hombre, al parecer, sin un pasado claro pues pocos datos se tienen de su niñez y su vida fue bastante discreta. John Edgar pudo mantenerse en su puesto por encima de ocho presidentes que intentaron destituirle, encontrándose con alguien dispuesto a no dejarse quitar con facilidad. Una mente que entendió a la perfección cómo jugar con los políticos.

Pero todo lo anterior es sólo una parte de lo que nos muestra la película.  J.Edgar,  un largometraje de Clint Eastwood,  viaja a través de la vida personal y profesional de este personaje. Es una historia sorprendente y sólida sobre un hombre altamente controversial, liderando de forma brillante una de las instituciones más complejas de los Estados Unidos. Lo que pudo haber sido una biografía limitada a los datos objetivos, se convirtió, a mi modo de ver, en una pieza de excelentes condiciones que valiéndose del lado subjetivo de la vida de Hoover nos lleva a viajar por la profundidades del ser humano.

Leonardo DiCaprio, como  el personaje principal, hace una majestuosa labor al lograr transmitir toda la complejidad que acompañaba a Hoover. Su relación con una madre que desde muy niño le indicó su destino y que ya siendo mayor, seguía teniendo una fuerza especial sobre la voluntad y la forma de entender el mundo de John Edgar. Una sexualidad llena de tabúes, no solo por la madre que sentenciaba preferir un hijo muerto que maricón, sino por su propia forma de entender el ejemplo que debían dar como agentes del FBI. Y sobre todo, por la lucha final que libra contra un enemigo imposible: el tiempo.

Otro de los elementos importantes de la historia es cómo juegan con el tiempo, viajando de una época a otra sin que se pierda el hilo de la misma. Van dándote pistas sobre de cómo construir la historia paralela del personaje, su romance y la constitución del FBI mismo. Una de las perlas del film está en la ficción dentro de otra ficción, ya que Hoover decide contar su versión de la historia sobre todo lo que lo ocurrido para que él llegara hasta el puesto de director del FBI y lo que ocurrió luego de eso, con el fin de sentar claridad acerca de quiénes eran los héroes y quiénes los villanos. Pero al final nos muestran, que los héroes pueden llegar a serlo sólo en su mente y que en el juego de relatar la percepción de la verdad, se puede entrar en terrenos claroscuros. 

Naomi Watts (Helen Gandy) y  Armie Hammer (Clyde Tolson) acompañan en toda la travesía de la historia a un J.Edgar que encerrado en sí mismo, se deja conocer únicamente por sus seres más cercanos. Watts es la secretaria leal a Hoover que pregunta poco y que con una actitud decidida se vuelve la guardiana de su archivo personal, el cual será el arma para enfrentar a cada nuevo gobierno, llegando a ser el tesoro más apetecido a la hora de su muerte. Hammer encarnará a quien fuese el colega más cercano de John Edgar, con quien además se rumoró tenía una relación. Y es que, no se podía trazar un esbozo de Hoover si entrar a conocer su lado más íntimo: el amor. Que al parecer, vivió celosamente en secreto con su fiel Clyde Tolson.

J.Edgar fue un hombre que tomó las decisiones que creyó más convenientes para defender a su país de los enemigos. Como una pieza del discurso de Maquiavelo, este hombre no tuvo reparo en hacer lo que pudiese por cumplir su deber y mantener el orden que luego temería perder. Entonces, ¿quién determina cuáles son los grandes hombres? ¿Cuándo las acciones  no serán juzgadas por la moral? ¿En qué se parece un héroe a un villano?  Quizás las repuesta a cada una de estas preguntas sea más sencilla de lo que suponen, pero su formulación nos lleva a pensar en esos personajes que asumiendo su posición como acertada llevaron a cabo una empresa con todo el éxito que otros desearían.

J. Egdar es, sin duda, un viaje a la memoria de un hombre abatido por el tiempo y sus propios laberintos. Lleno de miedos y de soledad. Es la invitación a adentrarse en un mar de emociones que poco a poco te harán ver que la verdad es cuestión de posturas. Que “los innovadores no son aceptados, no a la primera vez”. Y que “en ocasiones es necesario torcer un poco la ley, por el bien del país”*. Como un espejo de nuestras propias realidades o como un mosaico de personajes de nuestra clase política más selecta, pero sin la brillantez de la mente de Hoover. J.Edgar es un viaje a las profundidades del ser humano.

* Frases de la Película.
Por: JulioCésar.




Si usted, por si acaso, de forma milagrosa, se acuerda de mi, supongo que lo sera así por mi pasión desenfrenada, mi afición por las puertas endebles y por mi gusto en catarsis de putear a los verdes. Quizás se sorprenda en saber, mi estimado amigo, que ya no me gusta el fútbol. No como antes, no como ayer, no como cuando me aprendía de memoria la nómina de Israel, no como aquellas veces en las que rezaba, jugador por jugador, para que la Selección ganara sin complicaciones, no como cuando aquellos momentos de abstinencia sexual onanista tenían crucial importancia en los aconteceres de los partidos importantes.

El fútbol siempre me ha parecido - tengo que decirlo- un deporte, en esencia, de hombres aparentemente infelices, que sufren mil años por estrellas que en probabilidad no aparecerán jamás, cuyo amor por los pequeños detalles reconforta su infeliz vida de penas deportivas y tragos amargos. Esa idea es - confieso- la que ha alimentado mis pasiones y excesos de fuerza desde que por primera vez, en aquella cancha de San Fernando, vi fútbol para llorar. Y no es que sea "emo" o mas suicida de lo normal, la razón vital radica en aquella disposición de la vida de dejar sus versos hasta en el más pequeño de nuestros actos, en el más banal. En aquel susurro que parece dar a entender que la aguja en el pajar que es esa felicidad efímera en presente y ese asunto ilusorio que es a futuro, es precisamente un asunto de la vida en el fútbol. En aquella cuestión artística en la que el trazo, este en particular, fugaz en el lienzo pero eterno en la memoria, resulta ser un revulsivo para el alma de sus amantes; un trastocador de emociones en el que por sorpresa te puede tocar el llanto o la sonrisa. Esta obra, como todas, existe en tanto su público que la vive, la ame y la odie.

Nos han reducido el espectáculo a apenas la posición de amarlo por benévolo y descomprometido, al fútbol de estricto rigor, que vemos de lejos, ese que es fácil de definir en palabras técnicas, en adjetivos y emociones parcas. Hace unos años, recuerdo, FOX colocaba un micrófono especial en las tribunas populares, donde las plegarias santas de la platea ahogaban las voces caldeadas de los comentaristas cuando, de repente y sin aviso, acontecía un postazo que hacía temblar el alma colectiva del estadio, o cuando -Y lo comento con extrañeza porque esto ya no es permitido ahora- el balón se movía a lo ancho de la cancha en una seguidilla de toques sin mucho sentido cierto. Yo que veía el partido por tevé sentía la respiración agitada en mi nuca y el sudor ajeno, los “puteos” y aquella sensación de que, cuando todo terminara, podría ir a tomar del pelo a Galarcio y culparlo por el gol de un traicionero. Recuerdo también a William Vinasco Che cantando un gol entre el llanto, desde una cabina en quién sabe dónde. Nadie criticaba que se le entendiera poco, todos sentían la emoción del deporte en sus palabras atropelladas y sus quebrantos emocionales, que en cierta forma eran la representación de los nuestros. Ambos eran ejemplos del fútbol que no olvidaba su procedencia barrial, de emociones viscerales y desparpajadas; del fútbol que sabía que el estadio era una escala del potrero y los zapatos de cuero una metáfora de los primeros descalzos de barro; la levedad, entonces, era distinta, no se trataba de una habilidad física, sino de un atributo completamente artístico. Pero ahora, sin cuidado de aquello, nos damos a la tarea de colocarnos en posiciones políticas correctas para hablar de los comentaristas que se ponían el suéter y dedicaban sus gritos festivos a nuestro saco sentimental, como si esto fuera asunto propio de oficinistas; hablamos bien de los periodistas que, desalmados y fríos, preguntaban por táctica a los jugadores con sangre caliente en la cabeza y cuyo casete se repite una y mil veces, de la misma forma y en sentido contrario; le decimos grande a un jugador que se ha puesto y ha besado hasta los suéteres del servicio de alumbrado público de Luxemburgo; nadie sabia hablar de grandeza ni de mística sin antes tener que hablar del odioso poder del dinero.

La cuestión radica en que, el deporte rey, como le llaman al futbol, ha estado cambiando de formas poco convenientes: se ha empezado a pensar el fútbol de una forma minimalista para hacerlo encajar, a la fuerza pero sin ella, en la mediocridad de la pequeñísima cajita de colores que es la televisión. Desde entonces con el fútbol no se sufre, no se llora, no se palpita y andan todos giles con una sonrisita cacorra en la cara, como hinchas del mismo dream team, del mismo equipo de estrellas que lo gana todo y que, de no lograrlo, son siempre prescindibles y poco sensibles ante el fracaso. El futbol ha entrado en el juego de la televisión como divertimento. No pretendan ustedes llegar a casa, luego del trajín normal que supone un trabajo cualquiera (sobre todo en Suramérica), prender la tevé y sufrir con un equipito de esos que esperan inspirar el favor de los dioses para ver victorias encontradas con suerte entre cereales. No lo permita. No en televisión, donde el fútbol ha sido empaquetado. No si le dijeron que sufrir era antihumano.

Hace unos años veíamos a Maradona sobrepasar a Gordon Banks en un salto épico, que recordaba para los argentinos y para el mundo, aquellas tardes en las que la picardía en el campo era coronada con sonrisas y halagos. Esa fotografía del “Diego” con la mano en la pelota era, en cierta forma, la venganza por la violación territorial soberana en las Malvinas; aquella guerra entre tigre y burro amarrado por unas islitas de jurisdicción celeste, que si bien no fueron devueltas, tuvieron la suerte de ser lloradas con el jubilo de un gol histórico; la mano de un Dios. Algunos años después, quizás demasiados, tal vez desafortunados, Messi, el mesías del fútbol, hacía lo mismo con otro suéter y frente a un equipo de esos para olvidar. Todos los medios corrieron a comparar los hechos: Aquella pelusa que compensaba su pequeña forma con la mano, frente a aquel nomo que se avergonzaba de su pequeñez en el salto, ignorando siempre que aquella imitación era burda por cuanto carecía de valor artístico, pues desconocía el vigor histórico del momento y su significado emocional. Y así nos empacaron la magia del recuerdo en un presente mentiroso de poco significado, como en algún momento había sucedido con otras mil hazañas verdaderas, traídas a menos por la necesidad televisiva de llenar espacios vacíos a través de la reproductividad de lo irreproducible.

Y vaya si es irreproducible; lo es a tal punto que la estética futbolística latinoamericana nunca pudo ser representada fielmente en ningún juego de vídeo de este carácter. Fifa´s y PES´s, solo podían conformarse con traernos locutores mexicanos e incluir clubes de índole regional, para no desperdiciar el capital de compra de los lugareños. Era un problema ese de retratar las repentinas cortinas de humo en las tribunas populares, que siempre iban acompañadas de juegos pirotécnicos, también era problemático el asunto de los estadios imperfectos y su suciedad, así como la gesticulación y los detalles carnavalescos en las celebraciones de toda índole.

Todo era así, en esa medida, en esa proporción, hasta que la televisión, copiando modelos europeos que evitaban los sobrecostos, se limitó a hablar sobre sus recetarios; todos esos términos estúpidos por lejanos y anti lumpen que atiborraron la relación del publico con su espectáculo. Se hicieron campañas completas contra "el 10", aquella creación latina que ralentizaba el juego. La línea recta, la forma más rápida de llegar de un lugar a otro, se imponía en la arquitectura como en el llamado fútbol horizontal. El espectáculo dejo de ser el juego y su trámite; en su lugar se ponía el jugador icónico, sus confidencias y gustos banales y un juego que lo absorbía, como pieza de una maquina ordinaria. Pronto Latinoamérica se parecía a Europa en su forma de ver el deporte, en su razón reduccionista que pasaba con agilidad de resolver el problema de 40mil espectadores a solo resolver el de 22 jugadores y embutir en ellos los intereses de los demás. Así la estética no parece ser otra que la meramente formal, la del campo y sus objetos móviles; la pobreza táctica de los equipos que juegan con torpeza histórica, sus pases verticales y sus goles consecuentes, que ignoran por mucho el esfuerzo latino de “embellecer” sus estadios con tiras y papeles de colores. Así lo dice el menosprecio estatal a las iniciativas barristas y el apego por la noción inglesa frente a los hooligans. A estas altura ya no hay micrófonos fuera de cabina y se cantan goles por iguales. ¿Existe la ética sin estética?

Y de repente dejé de escuchar las historias sobre cábalas y maldiciones, sobre jugadores como Houseman que hacían goles de los que no se acordaban, sobre victorias memorables, sobre artimañas tras la victoria, sobre magia, sobre fútbol. Y tan pronto fue sucediendo, en mi el fútbol fue muriendo como muere el dato, en el olvido. Ahora solo veo a mi equipo jugar solitario en un campeonato "B" desértico, algo que a su juicio, el de ustedes, no será nada parecido al fútbol del Barcelona del mesías. Y me alegraría inmensamente que fuera así, pues habré de comentar con orgullo que esta pasión desbordada no cabe ni desmembrada en aquella cajita de tevé.


Contreras García


 La peinilla azul que solía tocar tu cabello, ahora descansa sobre la mesa de vidrio que estorba en la sala de esta casa. Una y otra vez te dije que era un espacio demasiado pequeño para una mesa tan grande. Pero tú argumentabas que no había otra que se viera mejor con los muebles nuevos. 

Dejaste la peinilla aquella noche que saliste sin decir razón alguna. La dejaste sobre la mesa, porque  antes de salir te acomodaste los rizos. Sé también, por la marca en el espejo y los rastros en mis parpados, que te echaste sombras en los ojos. ¿Te arreglabas para alguien? 

Dejaste, además, en el aire el olor dulce de tu perfume. Y aunque parezca extraño, logré adivinar que llevabas el pañuelo azul contigo. Siempre le habías temido a la noche. Decías que envolvía demasiados secretos y misterios. Sin embargo, amabas las novelas de Aghata Christie y el Extraño Mundo de Jack. 

Tus cosas siguen allí, en la casa. Las pocas que dejaste. La cama doble y la nevera que elegiste siendo tu y no yo, y justo allí la crema para depilar. Sigues apareciendo en mis sueños y yo construyo bosques completos a tus pies. El esmalte para uñas color azul fantasía y el polvo para los pies, nadie los ha movido de su lugar.

Mierda. Toda la mierda que dijiste no borró el vacío. Simplificaste las cosas a tus deseos, en un cuerpo que quizás no te pertenece. Volviste tus motivos en razones justas. Dejaste mis intentos reducidos a poemas con versos copiados de Benedetti y a flores de valores mínimos. Eras, antes de irte, una delicada figura idolatrada en mis ideas. 

La mesa por fin ha dejado de estorbar. La cama y la nevera las mantengo  conmigo porque no soy bueno para comprar electrodomésticos y demás. La peinilla y tus demás cosas, descansan en un cajón del lado izquierdo del closet. De allí no volverás a salir. No por ahora. No en este espacio de mi vida, en el que he renunciado a ti. Me miro en el espejo y sonríes, pero sé evitar tu mirada. 

Esa noche en la que te fuiste, no dejaste la nota que siempre solías dejar en la nevera. Esa noche en la que te fuiste, desperté hecho una confusión de ideas, un sobresalto de emociones y un temor a recordar. Yo prefiero, si así lo quieres creer, leer a Eco y sus paseos. Pero tú juegas a lo desconocido, soñando con superar la mente de Poirot. Y en un descuido apareces en mi mano, con el color del esmalte que dejaste. Pero oportunamente te lanzo al rincón del olvido conveniente. Y es que somos dos, que sumamos uno. Una moneda lanzada al aire, que aún continúa girando sin caer en la tierra. 

Por:  JulioCésar.


La noche que Amparo salió de su apartamento a escondidas rumbo al aeropuerto, miró al cielo y vio las estrellas. Tuvo que esperar toda la noche para salir muy temprano de regreso a su ciudad natal. Esa misma noche, Rocío mientras supervisaba que Luis se bañara mirói por la ventana y también las vio en el mismo instante en el cual Diana, desde el balcón de su nuevo apartamento las veía asombrada. Santiago, se despertó un poco sobre saltado después de haber dormido toda la tarde. Salió al jardín trasero de su caja y al levantar la mirada las contempló al igual que el resto. Todos estaban justo en ese momento, viendo las estrellas.

Amparo regresó luego de tres años, a las 6.30 de la mañana. Una mañana luminosa. Se veía más hermosa que de costumbre. Su vida en ese lapso había cambiado completamente. Había logrado hacer una carrera como modelo, y empezaba a ser reconocida. Además, gracias a su nuevo esposo – porque se había casado por lo civil- empezaba a mostrarse en todas las pasarelas del país. Aquel hombre, Alberto, la quería de verdad. Pero ella, no había logrado quererlo. A pesar de todas las cosas, le resultaba imposible sentir algo por él.

El primer lugar que visitó, fue la casa de Diana pero el padre le dijo que se había mudado a un apartamento en el centro de la ciudad. Amparo con la dirección en mano, llegó hasta el lugar para enfrentarse con su amiga.

  • ¿Amparo? – Preguntó Diana al verla del otro lado de la puerta.
  • Perdón.

Se habían alejado más de lo que hubiesen imaginado en algún momento.  Luego de esos largos tres años, estaban sentadas en el sofá de Diana hablando sobre sus vidas y lo que les esperaba  para el futuro. Comentaron los pormenores que ocurrieron luego de que Amparo huyera con su amante. Diana le contó sobre aquel pretendiente al que no se atrevía a aceptar, pero que no le era indiferente. Además, sobre el grupo de rock que había alzado el vuelo sin ella. Se abrazaron para dejar atrás lo que había pasado. En ese momento Amparo supo, que debía hablar con Santiago.

Llegó a la casa de quien tiempo atrás fuese su novio, y la empleada le informó que el joven no quería recibir a nadie con ese nombre. Ella se sentó a esperar hasta que Santiago bajó. Él, al bajar, la miró como quien tiene ante sus ojos  un recuerdo desastroso del pasado.

  • ¡Santiago! – le dijo emocionada.
  •  Lo sé todo Amparo.
  •  ¿A qué te refieres?
  •  A los abortos, a las infidelidades, a todo Amparo.

Ella lo miró incrédula, pero reconoció en los ojos del hombre que tenía enfrente la seguridad de quien se ha armado de valor para enfrentar la realidad. La imagen de Amparo, para Santiago, se había venido al suelo poco a poco, con cada detalle que Lucas le contaba en las cartas y con las posteriores averiguaciones que el mismo hizo. La mujer que amaba, se le volvía un ser irreconocible.

  • Tienes que escuchar ahora mi verdad. – le dijo Amparo.

Santiago la escuchó sin sentarse siquiera, ella le explico cada cosa sin justificarse.  Reconoció cada uno de sus errores. Amparo salió de la casa con lágrimas, había esperado por ese momento y aunque creyó estar lista, sintió que desfallecía.  Recordó como Santiago la despidió con un beso en la frente. Entonces resolvió caminar y hacer una llamada a su madre que estaba en Australia de vacaciones con su nuevo esposo.  Santiago, luego de ver salir a Amparo de su casa, tomó las cartas que Lucas le había escrito y las quemó una por una.

Dos semanas antes de que ocurriera todo lo que ocurrió en el matrimonio de Amparo y Santiago, Rocío tuvo el arranque de valor que le permitió seguir viviendo. Rafael se fue contra ella, que sintió los golpes de su marido con asco. Era las nueve de la noche y Luis se despertó al escuchar los ruidos. Rocío intentó huir de los golpes y protegerse la cara, y escuchaba como su hijo lloraba. El corazón le latía como un tambor y por la cabeza sólo le pasaba la idea de la muerte. Tomó una botella y la reventó contra la cara de aquel hombre que la maltrataba. Este, quedó perplejo y no tuvo tiempo de ver cómo Rocío tomaba el resto de botella que quedaba y en un solo intentó le cortaba la cara dejándole una marca para toda su vida. El hombre salió de la casa sin mirar atrás. Rocío abrazó a su hijo y juntos lloraron. Desde ese día, decidió que Rafael había muerto para ella, que nada sería más importante que su hijo. Rafael sólo llamaba en navidad y en el cumpleaños de Luis.Sentía que Álvaro deseaba eso mucho antes, pero ya no estaba. Pero la consolaba saber, que Lucas lo sabría.

Amparo se sorprendió al llegar a la casa de Rocío y ver a Luis tan grande. Le dio un beso en la mejilla y le pidió que la condujera con su mamá. Rocío se alegró mucho al verla y la invitó a tomarse un jugo de sapote y hablaron por largo rato.

  • Siento mucho lo de Lucas.
  • Lo sé.
  • Me hubiese gustado verte con Álvaro.

Rocío trató de ignorar el comentario, pero le dio vueltas en la cabeza por el resto del día. La única que vez que ella y Álvaro tuvieron un encuentro distinto, fue un domingo mientras dormían a Luis, cuando su amigo se acercó a preguntarle algo al oído y casi que inevitablemente se unieron en corto beso del que nunca se habló. Al despedirse de su amiga, Amparo tuvo un arranque de nostalgia y se le llenó la mente de recuerdos del colegio cuando eran seis y sus problemas se veían en una perspectiva diferente. Cuando eran seis y podían contra todos los demás.

Salió rumbo al cementerio. Ya era casi medio día y el sol parecía más brillante que nunca. Amparo, se percató de aquello pero no sintió ningún sobre salto. Visitó la tumba de Álvaro. Aún lo recordaba como un gran líder. Ese mismo que diseño un plan de gobierno impecable que cumplió a cabalidad durante su periodo de personero.
  • Rocío te extraña más que cualquiera. – le dijo mientras le dejaba una rosa blanca.

Llegó a la tumba de Lucas y no supo que sintió exactamente. Siempre había tenido esos sentimientos encontrados. Veía en Lucas un rival poderoso, capaz de despertar en Santiago sentimientos que ella no podía. Los veía conversar y era evidente la empatía que existía entre ellos, pero sobre todos, era evidente lo que Lucas sentía. Sin embargo, lo quería como un gran amigo y lo admiraba por su capacidad oratorio y sus acertados consejos.
  • Tú lo amabas tanto como yo. – empezó diciendo. – pero él me escogió a mí. ¿Y yo qué hice? Lo arruine. Pero es que, hasta el día de mi matrimonio tú tenías la ventaja. Siempre ocupaste un lugar especial en la vida de Santiago. ¡Debe extrañarte mucho! Y no te miento, yo también lloré tu muerte. A las personas como tú, es imposible no querer.

Amparo sabía que su esposo la encontraría fácilmente. Pero no imagino cuán rápido sería. Llegó al hotel y allí estaba, en su habitación. La esperaba furioso, con los ojos rojos y las palabras indebidas. Se levantó a penas sintió que ella llegaba. Con sus influencias había sido fácil que lo dejaran entrar a la habitación de su esposa.
  • ¿qué haces aquí? – le preguntó ella.
  • ¿Estás contenta? – le dijo mientras le volteaba la cara con una bofetada.

Amparo no tuvo tiempo para reaccionar. El hombre la tomó por el cuello y empezó a apretar sin medir su fuerza. Los ojos de ella, se fueron cristalizando mientras su cuerpo perdía fuerza. El hombre lloraba, pero no dejaba de apretar.
  • Viniste por él, ¿cierto? ¡Eres una maldita! Te he dado todo. Y me has engañado con todo el que has querido. Desde el fotógrafo hasta el modelito de revista.

Amparo quedó allí con el rostro intacto, con su belleza igual que siempre, pero sin vida. El hombre al cumplir con su acometido, sacó un revólver de su maletín y se disparó en el pecho. Cayó en el acto al piso, mientras en el hotel se desataba una conmoción que motivo a que tumbaran la puerta de la habitación. Rocío, Diana y Santiago recibieron la notica una hora después de lo ocurrido cuando fue una noticia de última hora.

Ha pasado mucho tiempo desde ese día. Años, realmente.  Mi madre, Rocío, tiene 94 años  y como alguna vez le dijo la abuela de Álvaro, posee una memoria imborrable. Ella, poco a poco me fue contando cada uno de los detalles de esta historia. Fue mucho tiempo escuchándola, investigando, preguntando.  Se me ha ido un buen tiempo en esto, pero he descubierto a mi madre una y otra vez suspirando por el pasado. Y eso la rejuvenecido un poco.

La novela de Lucas, se volvió todo un éxito. Hoy es leída por muchos estudiantes de esta ciudad, que reconocen en ella un gran trabajo de escritura. La novela cuenta la historia de  la vida de un joven y todas sus vicisitudes para llegar a encontrar el amor. Todo ello, a través de los ojos enamorados de su amigo, quien al final como muestra de su profundo amor, decide irse para siempre a cambio de que el protagonista pueda estar con la mujer que ama. Lucas titulo la obra: “Vivir con Santiago”.

Por su parte Diana, se casó con aquel pretendiente del que le contó a Amparo. Ese fue el único matrimonio que tendrían en el grupo. Y lo celebraron por lo alto. Ese día, Diana y su padre hicieron las paces.  Diana y su esposo tuvieron dos hijos, un niño y una niña, a los que llamaron Damián y Rosana. La carrera de Diana entró en proceso maravilloso en el que logró todo lo que se propuso. Además, dejó atrás la historia de la banda y se dedicó a cantar en un bar muy conocido del que su esposo se hizo socio para que ella fuera la estrella de la noche. Un día, las noticas información que Jessid, el baterista, había muerto de una sobre dosis de droga y  el grupo desapareció.  A sus sesenta años, un cáncer de mama le trunco la vida y se la llevó para siempre.

Santiago, mantuvó una carrera brillante como matemático y fue el entrenador de futbol más recordado de la universidad. Su tesis de grado, aún hoy es el punto de partida de muchas investigaciones.  Nunca se casó. Tuvo muchas admiradoras y no faltaba el estudiante tímido que soñaba con el profesor. En un desliz de un viernes por la noche, tuvo una hija con una de sus alumnas. Pero jamás vivió con ella. Se rodeaba de la soledad de su casa, de sus lujos, sus viajes, sus amores fugaces, de su hija y de sus amigas Diana y Rocío que le invadían la casa con sus hijos. Cuando su hija tuvo quince años le dijo que estaba enmaromada de una amiga.
  • El amor no avisa hija, simplemente llega.
  • ¿No te importa papá?
  •  Sólo quiero que seas feliz.

Ese día, por primera vez, habló con su hija sobre Lucas y está quedó maravillada imaginando cómo hubiese sido conocerlo en persona y no a través de los ojos de su padre. Santiago le regaló la novela que nunca había querido leer, pero que había comprado en cada lugar dónde la descubría. Murió a los setenta años, de muerte natural.  Quedó en su cama tranquilo, pues los años lo llevaron a pensar que había hecho bastante. Su hija para entonces, había formado una familia con la amiga de la que le habló años atrás, y el siempre las apoyó incondicionalmente. Murió en medio de la admiración de muchos  y el amor de otros.

Loa abuelos de Álvaro, murieron una mañana de noviembre dos años después del regreso de Amparo. La casa se llenó de mariposa de colores. Y ellos quedaron en su cama abrazados. La abuela, había llamado a su hijo para que fuera a verlos, pero cuando llegó los encontró muertos. De la madre de Lucas, nunca se supo nada más. Y sobre la mamá de Amparo, luego del funeral, nunca más se volvió a saber nada. La madre de Álvaro solía visitarlo con frecuencia, pero dejó de hacerlo de un momento a otro. La madre de Diana, murió enamorada de un hombre que la hizo feliz sus últimos días cuando el corazón le falló. habian pasado tres años de la muerte de su esposo.Tal parece, que con el tiempo, las personas se olvidan al igual que las historias y los momentos.

Hoy mi madre se ha ido a acostar temprano, dice que ha llegado el momento de dormir como los otros. Los vio a morir a todos. Estuvo en el sepelio de todos. Pero ahora, sólo queda ella. Su memoria ha empezado a fallarle desde ayer. Y de una forma increíble, se ve mucho más joven. Se ha acostado con su traje blanco y el cabello recogido. Me ha llamado por tercera vez “Luisito” como si tuviera nueve años, cuando en realidad tengo 75. Sé que morirá y no puedo evitarlo.

Tiene a su lado, la foto que se tomaron el día del grado de bachilleres. A veces, dice verlos en los rincones y que le cuentan secretos. Afuera, la noche cae y las estrellas brillan insistentemente. Mi madre, toda su vida la dedicó a convertirme en la persona que soy hoy. No tuvo ningún otro romance. Su compromiso más fiel, era ir al cementerio a llevarle flores a Lucas y a conversar con Álvaro sobre cómo habían dejado pasar el tiempo en bobadas.

Mi esposa prepara café.  Mis dos hijos ya vienen en camino, al igual que los hijos de Diana y Santiago. Soy periodista y suelo escribir cuando el insomnio me gana la pelea. Las palabras de Lucas en su novela, me inspiraron en ocasiones. Mi madre comenzó a contarme está historia con la lentitud de sus años, sacando de su memoria todo lo que había vivido. La veo allí, en su cama, dejandose llevar por la muerte y recuerdo como empezó a contarme todo. Empezó diciendo: “Aquella noche, antes de la graduación, cuando éramos aún seis, vimos al cielo… y allí estaban… las estrellas”. 

Fin.

1ra. Las Estrellas.
2da. Dulces Sueños.
3ra. Cicatrices.
4ta. Pan y Café.
5ta. La cabeza en el Hombro.
6ta. El Matrimonio. 
7ma. Una Noche Oscura.
8va. Ráfaga.
9na. Estrellas y Luto.
10ma. Cartas para Santiago.


Por: JulioCesar.




  •  ¿Serás feliz? – le preguntó Lucas a Santiago el día de la despedida de soltero.
  •  Eso creo. - le respondió Santiago.

Habían quedado solos, luego que todos los invitados comenzaron a irse del bar. Lucas ante la respuesta de su amigo, sonrió. Santiago sirvió dos tragos más de whiskey y le entregó uno a su amigo. Brindaron por el futuro, por los amigos, por ellos. Fueron tantos brindis que Lucas terminó ebrio y Santiago tuvo que llevarlo a su apartamento.  Cuando estuvieron dentro, Lucas se acercó a Santiago para decirle mientras lo veía fijamente a los ojos:
  •  La felicidad, es lo que más deseo para ti.
  •  Y yo para ti.
  •  Sabes que te quiero, cierto? – le preguntó Lucas.

Sería esa su despedida y Santiago sin conocer el destino, sólo supo sonreír ante las palabras de su mejor amigo.

Lucas, semanas antes de recibir la tarjeta de invitación al matrimonio de Amparo y Santiago, estuvo en una clínica de reposo para encontrar la paz que le hacía falta. Estaba teniendo pesadillas con el profesor Domínguez, con su padrastro y con su madre. Se sentía angustiado y un poco solo. Además, las experiencias vividas con sus relaciones amorosas habían sido desastrosas y confusas. Su primera pareja oficial, fue un compañero de la Universidad que le propuso tener algo luego de tres semestres de carrera. Pero tuvo un arranque de celos, al enterarse que Lucas le escribía cartas a Santiago y las guardaba en su libro preferido. Ese fue el fin de los seis meses de relación. Tuvo otro romance con un chico recién graduado de otra carrera, que terminó cuando Lucas se encontró con Santiago en la ciudad donde Lucas estudiaba y residía. Cuando la pareja de Lucas, vio como le sonría a Santiago sintió que perdía su tiempo. Esa fue la relación más estable y larga de Lucas. Fueron dos años. Y Santiago jamás supo, por qué habían terminado.

Cuando Diana regresó a su casa, luego de tres días en la clínica notó que entre sus padres había una tensión extraña. Desde el primer día que llegó, su madre se mudo a dormí con ella. Y luego de quince días al ver que no regresaba a dormir con su padre, diana le preguntó lo que ocurría. Pero su madre no le dijo mayor cosa. Había notado también, que su padre evitaba estar en casa y cuando estaba pasaba todo el día en su despacho. De los golpes del carro, luego de dos meses, nada quedaba. Los moretones y los raspones poco a poco se habían quitado. Se enteró, luego de un tiempo de su recuperación, que Jessid el baterista había intentado localizarla por todos los medios. Como su celular había quedado en manos de su padre, el contestó cuando el tipo llamó. Se enteró entonces, de las andanzas de su hija con aquella banda y le aclaró al baterista que ella no volvería a eso jamás.

Diana al ver los correos que le habían llegado, decidió llamarlo y contarle todo lo ocurrido. Además, quería saber cómo iban las negociaciones para grabar su primer álbum. Jessid la escuchó atentamente, y luego le informó que la habían reemplazado porque en ese momento, sus problemas familiares serían un obstáculo para el éxito del grupo. Diana estaba sorprendida, colgó la llamada y se echó a llorar. A los pocos días, escucharía la canción que había compuesto con el grupo en la voz de otra chica sonando en la emisora.

El padre de Diana, al enterarse que su hija sabía que él había recibido las llamadas fue hasta su cuarto para encararla. Al verlo entrar, Diana sintió el miedo subirle por el cuerpo.
  • Me has estado engañan diana!!
  • ¿De qué hablas papá?
  • Ese maldito grupo de música.
  • Eso ya es pasado papá. Tú lo sabes. – le dijo entre lágrimas.

El hombre la tomó por los brazos con fuerza y la zarandeó, con los ojos rojos por la rabia y las manos temblándole.
  • ¿Hasta dónde pensabas llegar?  ¿Nunca me dirías la verdad?

En ese momento, la madre entro a la habitación y le arrebató a su hija de las manos a aquel hombre. Vio a su hija temblando de miedo y desecha en llanto. Entonces, se acercó a su marido y le propinó una bofetada.
  • Y tú… ¿le has dicho toda la verdad a tu hija y a mí?

La tarde del matrimonio, la madre de Diana la acompañó a comprar unos zapatos de último minuto que combinaran bien con el vestido. Luego de eso, dejó a su hija en la peluquería y regresó sola a casa. Diana, como había acordado con Amparo se iría a cambiar a la casa de su amiga. La madre de Diana, al llegar fue al cuarto de su hija para recordar cómo era cuando niña. Su marido, por otra parte, creyéndola lejos aún decidió entrar a la casa en compañía de uno de sus socios más antiguos. La madre de Diana se había quedado ligeramente dormida, pero despertó. Bajó las escaleras y llegó al despacho. La sorpresa la hizo gritar. Había encontrado a su marido, con la boca perdida en el sexo de su socio y a este último,  con la cara adornada por una placentera sonrisa  mientras con su mano en la cabeza del marido de la espectadora indicaba los movimientos adecuados. Corrió hasta el cuarto de su hija a encerrarse, mientras el par de tipos sobre saltados no supieron cómo reaccionar. La mujer no volvió a dirigirle la palabra a su marido, hasta ese día en la habitación de su hija cuando la enteró de todo lo ocurrido.

Diana no salía de su asombro. Veía a su padre y no lograba reconocer lo que su madre decía en él. El hombre, al sentirse acusado se fue contra su mujer y la tomó por el pelo. Su hija, como en un acto mecánico saltó y le ordenó que la soltara. El padre de Diana, vio en los ojos de su hija, el reproche y adivinó, que había superado cualquier miedo hacia él.
  • Detestabas a Lucas, por ser el mismo. – le dijo Diana a su padre. – cuando tu ni siquiera has sido honesto contigo mismo.
  • Diana… soy tu padre…
  • Me has juzgado como al peor de todos los seres humanos. He hecho hasta lo imposible, por llenar tus expectativas. Soy tu hija… ¿lo recuerdas?

Las cosas en aquella casa se pusieron aún más tensionantes. Diana dejó de hablarle a su padre. Sentía que debía tomar una decisión en su vida, como nunca antes la había tomado. Era una decisión suya, libre. Tomó sus cosas y le indicó a su madre que hiciera lo mismo. Bajó al despachó de su padre, le dio un beso en la frente y salió. Se fueron para no volver. Dejaron atrás aquella casa, con un hombre derrotado y lleno de miedos. La madre de Diana regresaría a la casa, para atender al padre diez años después cuando enfermó con una bronquitis que le quitó la vida. Diana al salir de la casa, sabiendo que empezaría una nueva vida se sintió libre. Recordó la fiesta de despedida, y ella en el escenario cantando. Recordó la graduación cuando estuvieron los seis juntos.

Santiago recordaba a la madre de Lucas como un mujer agria que había herido a su amigo en lo más profundo.  El primer poema que Lucas le mostró a Santiago, se titulaba “morir sin madre” y era su manera de dejar salir todo el dolor que sentía por saber que su padrastro estaba primero que él ante los ojos de su mamá, y que incluso, prefería a su hermana mayor que ya vivía con su marido. Se había ido de su casa, cuando ella le dijo poco antes del grado y sabiendo lo ocurrido con el profesor, que si su marido había intentado tocarlo era porque él lo provocaba. Santiago le abrió un espacio en su cama y en su cuarto. Con el apoyo de sus padres, Santiago alojó a Lucas en su casa hasta que se marchará a la Universidad. Pero siempre, regresaba en vacaciones. El padrastro de Lucas, poco a poco convenció a la madre de dejar al muchacho donde estaba.

Aquella mañana la madre de Lucas, luego de revisar cada rincón del apartamento para recordar a su hijo descubrió el libro de Lucas con un grupo de cartas que tenían como destinatario a Santiago. La mujer, aún vivía con aquel hombre pero en un pueblo cercano. Le había tocado trabajar duro, y ni su hija mayor soportaba visitarla más de dos horas por lo detestable de aquel hombre. Como sintiendo que ese podía ser el último favor que la haría a su hijo, y una manera de reconciliarse él llevó las cartas a Santiago. Eran nueve en total. Lucas las había escrito pero jamás las había entregado.  Santiago con el paquete en la mano, fue en busca del poema y se lo dio a la mujer. Ella lloró al leer el titulo.

Sin poder leer las cartas por miedo a su contenido, Santiago fue a buscar a Rocío para que las leyeran juntos. Con cada una descubrirían algunos secretos que Lucas sabía y no había contado. Y sobre todo, verían un Lucas íntimo llenos de emociones y sentimientos complejos, en constante lucha contra sí mismo. Las cartas comenzaban: “Te escribo Santiago, porque esto jamás te lo diría… “Lucas había empezado a escribir sobre los abortos de Amparo, de los cuales se había enterado por un desliz de Diana y el otro, por su cercanía con la madre de Amparo que conocía todos los secretos de su hija, aún cuando ella creyera que no era así. Sobre las infidelidades también le contaba. Luego, empezaba a expresar las palabras que nunca le dijo a Santiago. Le repetía una y otra vez, que lo quería mucho. Le decía en la última, que había soñado que Santiago era su ángel de la guarda. Santiago abrazó a Rocío y lloró sintiendo que no merecía los sentimientos de Lucas. Guardó las cartas y regresó a su casa. Las tuvo por tres años, para leerlas una y otra vez y pensar que conversaba con Lucas. Las guardó hasta que Amparo regresó.



1ra. Las Estrellas.
2da. Dulces Sueños.
3ra. Cicatrices.
4ta. Pan y Café.
5ta. La cabeza en el Hombro.
6ta. El Matrimonio.
7ma. Una Noche Oscura.
8va. Ráfaga.
9na. Estrellas y Luto. 
11va. Réquiem. 


Por: JulioCésar.






Cuando volví a casa pensé haberme equivocado. La cama estaba meticulosamente ubicada entre las baldosas del centro, ni una mas ni una menos; las cortinas abiertas y ajustadas con cinta; la ropa en orden alfabético sobre un perchero, la pared pintada de un rosa pastelero y el sucio, con las guitarras, debajo de la cama, perfectamente acomodada.

-¿En que momento sucedió todo esto?- 

-Justo al rato en que te fuiste- respondía sin despeinarse, mientras miraba su revista de 6 hojas - este cuarto estaba deshecho, como tu vida- decía en tono rotundo.

Yo que por insomnio no acostumbraba a usar la cama empecé a usarla a menudo y ahí encontrábamos las razones para estar juntos y las mías por sentirme a gusto. Las paredes de a poco se llenaban con retratos de risas fingidas y rosas que las custodiaban con furia; paso de ser el lugar de las manchas de mil rostros a ser un repertorio de un recuerdo que por fugaz necesitaba de marcos de madera y un pobre papel sensible que, siendo sensato, era inocente. La cama estrecha, para el sexo, uno arriba y otro abajo, era perfecta, ambos tambaleábamos sobre el hilo hasta encontrar en el extremo el vacío y el vértigo en el vientre, sin embargo, para dormir, uno al hombro del otro, me asfixiaba que su nariz me robara el aire. A las tres me rodaba con cuidado hasta poder dormir en el suelo. Era la única vez en el día en que podía verla de lejos.

No solo me escapaba a las tres, también lo hacia de cuando en vez, cuando me hacia el enfermo para no asistir a la moda amatoria de sus amigas, que se casaban con cierto rigor cada fin de semana y se divorciaban al siguiente. Apenas se cerraba la puerta abría los ojos, me frotaba las manos y buscaba algo para fumar en la caleta debajo de la cama, donde si mal no recuerdo también estaba la guitarra. Un día encontré ahí una nota que decía "bye bye marihuana" y no encontré más ni el cafuche ni la campana. Como no le gustaba el paisaje de la ventana compro un afiche en papel mate.

A ella la conocí en una discoteca a la que llegue por error; en esos lugares el ruido suele prohibir la palabra por lo que el mejor argumento es el contoneo insinuante del cuerpo. Cuando la vi en una bahía el sexo llenó los silencios.

Ella era ingeniera, eso me dijo, eso creí haber escuchado, tal vez su alma lo dijo en vez de su boca y siempre cuidaba las líneas rectas y decía que le ahorraban tiempo, tiempo para nada; andaba obsesionada con ahorrar vida y para ello compraba ungüentos de miel con trébol. Alguna vez le pregunte porque y me respondió diciendo “Ya me veras sentada en un balcón, saludando a los que se ven como hormiguitas”. Era claro, tenia complejo de vitrina. En ocasiones soñaba con ovnis y contaba como, con urgencia y decisión, mandaban sus tropas, desplazadas por el vacío mineral en Neptuno, a apoderarse de la vitalidad y el caos de la Tierra.  
Mi musa, encarcelada en esa casa de barbies, debió volverse loca, cuando quiso volver a hacer música término cagando girasoles.

Una noche, a las 3, me escape de su respiración hostigante y me paré junto a la cama para verla de lejos y, digo, nunca me pareció tan fea; dormía de lado sin doblarse, parecía una regleta  sin el magenta. Tome un cuchillo, busque su centro y la mate, pensé que la muerte era merecida, tal vez la haría estar mas cerca de la perfección. Para desaparecerla espere hasta enero y por ser tan leve se la llevo el viento. Nunca nadie la extrañó.

Ahora mi cuarto esta deshecho, todo de a poco fue desapareciendo, menos la cama que aun sigue estando arreglada.


  “Porque prefiero dormir pensando en nosotros dos, que dormir con vos”
Andres Calamaro – Prefiero dormir. Álbum Honestidad Brutal Cd1.  


 Ricardo Contreras  García