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La luz del farol de la calle
se mete por las rendijas y forma líneas que yo sigo con la mirada. A veces
atravieso la luz con las manos e intento adivinar las formas que hay en la
oscuridad. La cama se hace pequeña de noche, todos aquí juntos y aun así
tenemos frio. El árbol de la calle se mueve con el viento, roza el techo como una
garra que quiere despedazar la casa, mientras yo intento conciliar el sueño.
Sembramos el árbol la misma semana en que nos mudamos. Mi mamá llegó de repente
con un retoño en las manos, cavamos un hueco en la tierra y lo dejamos ahí. Estuvimos
pendientes de él y ahora está enorme, amarillo, con sus hojas en forma de
mariposa. Y esta casa cruje, como si las tablas quisieran romperse.
Me despierto asustado. Mi hermano
está tomando agua, cierra la nevera y me mira. « Llegará a las seis», me dice.
« ¿Qué hora es?», le pregunto. Camina hasta la cama, me deja solo en la sala
viendo hacía la puerta. Entro al cuarto y está mirando el techo. « Son las
cuatro de la mañana, deberías dormir». «Estaba soñando. Había mucha gente,
todos me hacían preguntas», le digo. La casa se siente vacía a esta hora. Mi
intención es esperarla despierto para ver que nos traerá. Carlos quiere un balón
de futbol, Andrés un monopatín y yo, yo quiero un arbolito de navidad como el
que vi en un almacén en el centro.
Mamá suele trabajar organizando fiestas,
siempre viene con el delantal manchado de vino tinto. Ella dice que en esas
fiestas la gente toma mucho y que en ocasiones, le dan buenas propinas. Prometió
que traería el árbol para ponerlo en la sala. Este año si tendremos uno. Traerá
el árbol y los regalos. Pero pasan las
horas y no llega, las líneas de luz ya no son tan nítidas. La oscuridad ha ido
desapareciendo. Cuando me duermo sueño lo mismo. Es una calle larga, mucha
gente y todos me hacen preguntas. En medio de la gente mi mamá aparece como un
árbol gigante, con hojas en forma de mariposa y una estrella en lo alto de su
copa. Pero no logro alcanzarla, me despierto creyendo que están tocando.
Son las seis, el reloj está sonando. Nos
despertamos de golpe. Andrés abre la puerta, el árbol de la entrada está quieto, la brisa se ha calmado. Las hojas han formado una alfombra
amarilla en el suelo, como si muchas mariposas hubiesen decidido no volar esta
mañana. No nos atrevemos a pisar la entrada, pero escuchamos el silbido de mamá
a lo lejos. Está llegando. Aparece con una caja en un lado y unas bolsas en el
otro. Seguro que ahí trae todo, ahí debe venir mi regalo. Las hojas del árbol
siguen cayendo, mamá se acerca, parece un espejismo, un sueño. « ¿Qué hora
es?», pregunto.
Por: JulioCesar