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"Ojala por tu camino nunca la encuentres... por que si la amas, pierdes..."


Me encontré con Emma, la esposa del médico. Ella me miró con sus ojos de fuego y una picara sonrisa hizo que una extraña corriente subiera de la punta de mi pie a la cabeza. Ella caminaba del brazo de su esposo, el ingenuo hombre no se percató de nada.

Mi padre me presentó a la pareja. Ella me dió su mano con arrogancia. Se enteraron luego, por mi padre, que yo estudiaba literatura y Emma no ocultó su interés. Yo estaba allí, petrificado, mi padre siempre ha sido un hombre de muchas palabras y yo, mejor escribo.

El médico y su esposa se despidieron. Me hicieron prometer que los visitaría. A la semana, fui hasta su casa. La mujer estaba sola, al parecer el esposo había salido por alguna calamidad familiar. Mandó a la criada por comestibles y le sugirió que se demorara tanto como pudiese. Se acercó a mí y me habló al oído.

- ¿Eres escritor?- pregunto Emma.
- Aún no - le respondí.
- Que fascinación, cuantas ideas en tu cabeza… hazme una musa mas de tu inspiración.

Y dicho esto, tomó mi cabeza entre sus manos y sus labios quemaron mi boca. Era aquel beso, una mezcla de pasión y vanidad, era la satisfacción del ideal de una mujer que busca rebelarse ante su presente. Por mi parte, fue como un logro no buscado y una burla a una castidad jurada.


Cuando quise darme cuenta, estaba en la habitación de huéspedes. Ella arrancó su ropa con tal voracidad, que sólo se escuchó el quejido de los tejidos y quedó completamente desnuda. Era una mujer extremadamente bella, su cuerpo una delicada escultura hecha con la mayor meticulosidad, su piel, era como el canto de una sirena que te atrapa y te embruja ¡No puedes dejar de mirar!

La tomé entre mis brazos. Olvidé que había prometido castidad hasta publicar mi primer libro ¡Ante la tumba de mi madre lo había hecho! Ella se deslizó suavemente y con toda su experiencia, poco tiempo demoró en dejarme en sus mismas condiciones. Emma, era en la cama tan hábil como con el piano, una excelente intérprete.

Desde ese día, nos hemos seguido viendo en mi casa o en la suya. Su marido sigue atendiendo a mi padre y su criada, aún sigue saliendo a comprar comestibles. Sin embargo, en todo este acelerado romance, he tratado de odiarla por ser como es.

¿Qué puedo esperar de una mujer que engaña a su marido? Sólo engaños y nada más. Pero cuando sus ojos me miran con tanta lujuria y sus manos, suave y velozmente desencajan mi camisa y dejan caer mi pantalón, nada puedo hacer. Soy su presa y ella está dispuesta a no dejarme ir.

- ¿Hablaras de mi en tus libros?- me pregunta en mitad de todo.
- Si… - le respondia sin vacilar, para que continúara en su perfecta labor de llevarme al éxtasis.

Mañana me iré del pueblo. Todo está por acabar. Mis ojos no han parado de llorar y ella sigue allí, como si nada. Con la misma sonrisa. Con toda la satisfacción por lo hecho. Esta segura que pronto será inmortalizada en un libro, que será la doncella y yo el caballero. Pero lo cierto, es que yo seré un mancebo, fútil y sin gracia, y ella, una puta barata, la más traicionera de todas.

- ¿Me amas?- le pregunté aun sabiendo su respuesta, queriendo herirme mortalmente para que el castigo por mi debilidad fuese mayor.
- Mi dulce niño, el amor no cuenta... en esto nada tiene que hacer el amor.

Puso su mano en mi barbilla, sonrió, su esposo llegó y la abrazó. Mi padre me dijo que ya había llegado el momento de partir. Entonces, lo abracé y aproveché el momento para llorar, el me sostuvo en sus brazos por algunos minutos y luego me animó a subir. No dude en hacerlo. Ya en el coche, miré por última vez a Emma. Se veía más hermosa, radiante, plena; como si hubiese robado algo de mi juventud. Bajé la mirada y todo quedo atrás.

Ahora que he regresado, he escuchado decir a mi padre que los Bovary vendrán a visitarnos. Entonces, sentí temor. Palidecí ante la idea de verla nuevamente. Cuando atravesó la puerta con su esposo, me miró y sonrió. Pero en mí, nada había causado. Le extendí la mano y ella con la misma arrogancia la recibió. Cuando estuvimos solos, mientras mi padre y el doctor hablaban, ella me dijo.

- Como has crecido, Eduardo.
- Y para usted ya han pasado los años.
- Sigo siendo igual de hermosa… ¡Se que aun quieres conmigo!
- Solo por fuera… pero igual, eso nada tiene que ver…
- ¿Qué ha pasado contigo?- pregunto algo aturdida.
- Es solo… que aprendí el juego…


Por. Julio cesar

2 Sententias:

  1. wow!!! q bien juliooooooooo!!!
    me gusto tu escrito pues parece q fuera la secuencia del mismo q la escribio....esta vacanisima...pero...eres el aprendiz de madame bovary???!! jajajajaajajaja pero kedo espectacular..sigue asi!

  1. att: Clau Rodriguez!!!!