twitter






El desierto comenzó a secarse cuando el soberbio cielo le negó la vida, pensó que era infame ver su llanto derramado sobre el agreste suelo.


Un oasis que yacía al nororiente del desierto, en el testimonio apergaminado de perdidos pasajeros, y que en románticas noches de desierto parecía intimar con el roció de cielo; en un repentino paso de sombras no pareció ser más que el contacto de la luz difractada sobre el parpado caído y acalorado de sus victimas.   


Pero el desierto, obstinado, ordeno a su viento esculpir sin meditaciones y mucha delicadeza el surco que el riego de su agua había dejado, pues, aun vencido por la muerte juraba por su cáncer de grietas secas, haber sentido sosiego con el paso estruendoso y a veces reposado del agua de su oasis.


- El oasis- decía el suelo – era un pacto de cielo-, de manera que ensancho sus canales arados y esculpió con ayuda del viento su profundidad y su forma, esperando que volviera la sangre a sus venas de arena seca, antes de entregar las pizcas a su trágico fin.


Pero el cielo, egoísta y soberbio, solo castigó: ordeno al sol enfilar sus tentáculos de oro para que muriese ardoroso, el osado dilapidador de sus lagrimas.





Ricardo Contreras García          

0 Sententias: