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" la princesa... eternamente espero el amor... y cuando creyó tenerlo... prefiero dejarlo ir..."



Eloise, la princesa de aquel castillo, tenía los ojos de luna que en la noche parecían deseosos de huir hacia el cielo vestidos de noche y estrellas. Era la única hija, la consentida de palacio. Su madre, siempre había sido amada por todos, por que poseía un corazón capaz de amar. Y su padre, era respetado por ser el rey, pero ante todo, por las leyendas que rodeaban su vida.

Ella, solía mira por su ventana a la distancia, allá en el horizonte donde pareciese que todo llegara a su fin. Y aunque por lo general no encontraba nada, no dejaba de hacerlo. Fue así, como un día, a lo lejos, apareció en un caballo blanco, la efigie de una ensoñación de juventud. Un joven príncipe que clavó sus ojos en la mirada alunada de Eloise.

Desde entonces, encontraban sus mirabas por cerca de media hora, luego, el partía montado en su caballo y a paso lento. Mientras la princesa, lo seguía con la mirada. Pero eso duró poco, el príncipe llegó a palacio y presentándose a los reyes logró poder visitar a la princesa.

Así fue, descubrieron cosas de ambos que les encantaron. Jugaron a quererse más de lo imaginado, se escribían y se extrañaban con locura. Hasta que una mañana de agosto, cuando el sol comenzaba a asomarse, la Princesa despertó con el único deseo de verse mas bella que nunca.

Esperó la llegada del príncipe, pero este jamás llegó. Quedó allí, mirando hacia el horizonte, luego bajo la mirada, y sus ojos, cual luna menguante, entristecieron. Desde aquel día, alimentaba su esperanza imaginando las conversaciones que tendrían y las sonrisas que seguramente él, lograría sacarle.

Dos años pasaron, y Eloise había logrado guardar, con una triste calma, el recuerdo de aquel joven. Más un día, una bruja azul, descubrió que Eloise, en las noches poco dormía, por que su mente viajaba en busca de respuestas. Decidió entonces, tomar un sapo que tenía cerca, y tras conjurar su hechizo, lo transformó en la imagen de aquel príncipe.

Además, conjuró la noche y los llevó al encuentro. Así, la princesa y el príncipe se reencontraron y ella, se abrazó al torso de él, sin consuelo, con un llanto que brotaba de lo más profundo de sí.

El rey anuncio el matrimonio de su hija, y este fue todo un suceso. Tres meses después, en una mañana de agosto, el príncipe llegó en su caballo blanco al palacio de la princesa. Cuando esta lo vio, quedó perpleja, pues a su lado, se suponia, estaba aquel sujeto.

El príncipe no comprendió nada, pero cuando la princesa beso al que era su esposo, este volvió a ser sapo. El príncipe, trato de pedir su perdón, pero ella, a pesar de su asombro parecía haber descubierto algo mas allá. Supo, que nunca había amado a tal príncipe, que solo lo había vuelto una idea, una imagen de su felicidad. Pero sin el, lo fue, un sapo logró apagar la tristeza que antes, aquel príncipe le había causado.

Lo botó de su palacio, para nunca mas saber de él. Decidió adoptar un niño, y desde entonces, deja que sus ojos escapen en la noche y se posen en el cielo, vestido de noche y estrellas. Para saber que ocultan los demás.

Sigue viéndose igual de bella, y cría a su hijo con gran amor y esmero. Pero, cuando siente un poco de soledad en su cama, deja pasar a su cuarto a algún buen mozo, que la haga pasar una excitante noche. Así, fue recordada por todos, como Eloise, la reina excitante, la lujuriosa, la que un día amo y luego, prefirió ser feliz.

por: Julio Cesar

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