"Dicen un dia haber sido felices"
Quizás en medio de toda esa búsqueda interminable, se le había olvidado mirar en un último lugar: su propia casa. Entonces, cuando se había dado por vencida, algo la llevó a aquel cuarto en el que estuvo los últimos dos meses, antes de que la búsqueda empezara.
Cuando abrió la puerta, sintió su olor. Ese perfume amaderado que solía usar siempre, de noche o de día, no importaba cuando. Lo inhaló, como queriendo dejarlo grabado en sus fosas para siempre. Para no perderlo nunca más. Entró como recorriendo cada rincón que él había recorrido, buscando en las sombras de la habitación un rastro cualesquiera.
Al fin halló un cofre que no había visto antes. Como si lo hubiesen colocado adrede. Se acercó para ver que había dentro, pero lo que halló, la dejaba confundida. Eran cartas, con diferentes fechas. Perfumadas: era un olor fastidioso, a fresas con canela.
Aún con aquella repulsión, se dispuso a leer cada una de las mismas. Al finalizar, quedó perpleja. Era la confesión que buscaba. Cada una era una respuesta a las noches que no estuvo, a los regalos que no llegaron. Todo cobraba sentido.
Nunca desapareció. Esa noche, todo estaba planeado… llevaba meses pensado hacerlo. Ella no era motivo suficiente para detenerlo. La rutina entre los dos había matado todo. Eran como esas otras parejas que daba lástima en los restaurantes, en el cine, en cada lugar. Tomados de la mano como quien se quiere sin medida, pero queriendo huir lejos el uno del otro.
En este caso, el pudo huir lejos de ella. En busca de lo que en aquella casa, hacía dos meses -los mismos que llevaba durmiendo en aquel cuarto, en uno distinto al de ella- no encontraba. Nada quedaba de su amor. Ella entendió con pena, que en el fondo, solo lo buscaba para eso. Para conocer sus razones… más que para saber de su bienestar.
Él sabia de su romance con el que decía ser su amigo de años atrás, que la invitaba a cine, a cenas para dos. Ella sabía que él había quedado sin trabajo, que había renunciado sin razón. Él sabía que ella había conocido a aquel hombre en un sitio web de citas, que había dicho ser viuda. Ambos jugaban a ser un matrimonio.
Al final, ella, se levantó de la cama, extrañando su compañía ausente. Saber que estaba en ese cuarto aunque no hablaran mucho. Sentarse a comer juntos, para luego discutir por cualquier cosa. Extrañaba la rutina. Extrañaba vivir en su farsa. Entonces, recordó el final de una de las cartas, de la última, que decía en letra grande subrayada:
- Si aún te preguntas ¿Qué somos? La respuesta, es más obvia de lo que crees… ahora, somos unos EX… ex mentiroso… ex esposos… ex amigos… ex conocidos… ex farsantes… ex… pero sobre todo… ex prisioneros… porque ahora, somos libres!!!
por: julio cesar
16 de diciembre de 2009, 6:30
definitivamente esa inspiracion tuya julito me gusta jejejej y en realidad eso es lo ke somos muchos seres humanos prisioneros de algo ke no ketremos dejar pero sabemos ke en el fondo nos hace daño........ muyy bonitas tus palabras y un buen consejo para todos ahi ke liberarnos de todo akello ke no nos sirve ni nos beneficia