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Los olores revueltos: orín fermentado, pisos mal lavados y papel higiénico sucio de mierda seca; hacen que cualquiera frunza el ceño y se dé golpecitos de en la nariz con el fin de cortar el aire por algunos instantes y así, evitar el hedor. El recién llegado examina rápidamente el panorama para saber en qué territorio se encuentra, sospechando de cualquiera que este dentro de aquel lugar.

Uno de los tres orinales que había estaba desocupado. En los otros dos, un tipo gordo y alto trataba de mirar hacía el techo, pero se descubría en ocasiones mirando – sin querer- al hombre de al lado que hacía lo mismo. Ambos estaban en una tensión por querer cortar el chorro para no tener que soportar la competencia implícita que suponen eso espacios de poca privacidad.

El tipo, aún en la puerta, baja la mirada un poco y descubre un par de tenis rojos con blanco y un jean a la altura de los pies. Mientras las piernas velludas estaban descubiertas, el aroma empezaba a salir de aquel sanitario, delatando la situación que se estaba llevando a cabo.

No lo pensó más y se dirigió a uno de los sanitarios y se encerró. Orinó con complacencia, pues le urgía hacerlo y mientras el orín hacía su danza triunfal, el tipo no dejaba de leer las inscripciones en las paredes – paredes de baldosas que suponían ser blancas, y matizaban con un café mugre y un sudor hediondo que las hacía ver viscosas-. Cada una de las gráficas era dedicada al falo. Cada inscripción evocaba momentos eróticos e invitaciones sexuales de muchachos que se declaraban buenos en el sexo y muy “open mind”. ¡La chupaban gratis!

Los hombres de los orinales se lavaban las manos en el instante en que el recién llegado se dirigía a lo mismo. El hombre se detuvo esperando su turno. Los otros dos, aún tensionados, se lavaban las manos sin mirarse. Como si el otro no existiera y si por casualidad se cruzaban las miradas, los ojos sufrían una re-orientación de unos 180 grados. ¡Muy buenos disimulando!

Al fin salen al tiempo. Y el tipo que esperaba se acerca e imita las acciones de los otros para lograr mojar un poco sus manos. Piensa en ese momento que el chorro de orín que salió de su pene tenía más presión y era más generoso. Pero su orín olía más fuerte. Por eso, y solo por eso, se resigna a esa escasez de agua ¡Y de jabón! Porque el dispensador es un envase plástico de alguna bebida.

Apunto de lanzar su queja sobre aquel lugar a sí mismo; escucha el sonido del cinturón del hombre que empieza a levantarse del inodoro, ¿qué habrá comido?, es nauseabundo aquel olor. Se apresura a secar sus manos con papel higiénico, ¿no se supone que eso es para otra parte? Y feliz por saber que ya se va de ese lugar se detiene: ¿Me puede hacer un favor? ¡Es que acá dentro no hay papel! Le dijo el tipo de que estaba cagando.

Si hay algo que no se perdona jamás, es dejar indefenso y desamparado a un individuo en la soledad – y también frialdad- de un baño público. ¡Jamás! Le pasó el papel, una cantidad generosa ya que el muchacho le advirtió que la evacuación había sido completa, fulminante, abundante.

Por fin podría salir de aquel baño sintiéndose bien por la buena acción realizada; pero en la puerta una mujer lo esperaba con la mano extendida: ¡La colaboración! ¿Colaboración? ¡Con semejante panorama de baños! ¡Mejor vaya y ponga más papel, que el pobre tipo casi no encuentra con que limpiarse el culo! Le largó a la mujer tal respuesta y se dispuso retirarse. Y le surgió una duda: ¿Cómo será el de las mujeres?


Por: JulioCesar

3 Sententias:

  1. Es muy descriptivo.

  1. Gracias.

    ¿Qué causas hay para que, en los servicios públicos donde las dos opciones son posibles, algunos varones orinen en el inodoro en vez de hacerlo en el urinario?

    Se puede responder libremente en http://www.adslzone.net/postt330435.html

  1. Anexo: http://www.adslzone.net/postt340492.html