"Sabes que soñaré, si no estas... que me despierto contigo" Fito y los Fitipaldis.
Llegó
hasta el cuarto de hotel que le habían indicado. Utilizó la llave que le habían
entregado y cuando estuvo dentro camino dubitativamente hasta llegar al borde
de la cama. Josué se despertó al percibir que alguien más estaba en el cuarto.
- ¿Qué haces aquí Emma? ¿Cómo entraste?
- Eso no importa Josué. El caso es que estoy aquí.
- Emma, ¿Quién eres?
- Soy, la mujer que deseabas. Soy, el placer al que ahora temes.
- Mataste a ese mesero. ¡Lo hiciste!
- Sí. No sabía que tú me espiabas. ¿Por qué no me has denunciado?
- ¿Qué sentido tendría eso? ¿Qué es lo que haces aquí Emma?
Ella
se le acercó y le dio un beso. Dejó caer poco a poco los tirantes de su vestido
azul, mientras él, la abrigaba en un abrazo que hacía tiempos deseaba darle. Ese
instante, fue un manjar que ambos disfrutaron más de lo que imaginaban. Emma se
sintió plenamente complacida. Y Josué, recordó que era feliz con las cosas
simples que ella le ofrecía en contraposición a una esposa que vivía de los
grandes lujos. Pero un día, sin darse cuenta, Emma se parecía a su esposa y
peor.
El
hombre se levantó y fue al baño, pero antes se puso el bóxer. Emma lo vio
caminar hasta el baño. Josué demoró algunos minutos, cuando salió ella no
estaba en la cama. Sintió que alguien estaba detrás de él y justo entonces,
escuchó su voz.
- ¡Josué!
- ¡Si, amor! – dijo al girar la cabeza.
Emma,
con los guantes puestos, apretó el gatillo y lo vio caer. El silenciador del
arma disminuyó el sonido. ¿Amor? Se preguntaba una y otra vez mientras bajaba
las escaleras y salía del lugar. Uno a uno, iba contando los motivos para haber
hecho el disparo. Uno a uno, iba descubriendo nuevos motivos. Pero cuanto más
caminaba, más pensaba en lo ocurrido. Sin darse cuenta, su celular llevaba
varios minutos sonando, entonces, se resolvió a contestar la llamada.
- ¡Aló!
- Hola Emma. Soy yo, Melissa.
- ¿Melissa? ¿Qué pasa?
- Nada, solo quería saludarte. Saber cómo estas. No me has llamado.
- Melissa, no tengo tiempo. ¡Estoy a millón! – cuelga.
Llegó
a la casa y en el camino hasta llegar a su cuarto dejó los zapatos y la
cartera. Miraba las paredes insistentemente, hasta que los ojos le empezaban a
arder. En la habitación, se echó sobre la cama y se dejó caer como un pesado
costal. Cerró poco a poco los ojos, pero no lograba dormir. ¿Amor? Se preguntaba
una y otra vez. En ese momento, tocaron la puerta.
Estaba
esperando la llegada de esa mujer. Sentadas en la sala, se miraron como dos
perros que se amenazan con los dientes. Con
ideas absurdas rondándoles la cabeza, pero con la firme intención de cumplir
con sus respectivos compromisos.
- ¡Gracias por haber cumplido!
- ¡No entiendo por qué me agradece!
- Emma, es simple. Ahora, por fin tendré una vida como la he imaginado.
- Un asesino a sueldo, lo hubiese hecho igual.
- No. Josué no era tan tonto. Sabía que lo ibas a matar, pero te amaba demasiado como para detenerte.
- ¿Amarme?
La
mujer sacó un cheque del bolso y se lo entregó a Emma. Luego, caminó hacia la
puerta para volver la mirada al escuchar la voz de Emma.
- No lo hice por Ud. - le dijo.
Luego
de escuchar eso, la esposa de Josué salió. En el sillón, Emma sólo observaba
el cheque. Fueron alrededor de 15 minutos los que estuvo allí, sin decir nada. Sólo
así. Sentada. De un momento a otro, se levantó y empezó a empacar todo.
Cuando
llegó a la dirección que tenía anotada en una hoja, tocó la puerta. Melissa al
verla, se sorprendió un poco. La invitó a pasar y tomar asiento en la sala. Fue hasta
la cocina, y atendió lo que estaba preparando: espaguetis con albóndigas; y
regresó a la sala, para atender a Emma y darle un vaso de jugo de corozo.
- No tengo sed, gracias.
- ¿Qué haces aquí Emma?
Emma
la miró incrédula.
- ¿Emma, qué haces aquí?
- Pensé que quizás querrías verme.
- Es cierto. Me alegra ver que estas bien.
- Y yo pensé que, tal vez, podría…
- No Emma. No puedes. No esta vez.
- ¡No!
- Tú andas a millón, y yo...voy paso a paso. No puedo esperar hasta que tú te canses de jugar con todos los que se cruzan en tu camino.
- ¿Jugar?
- Te puedes quedar en mi casa, cuanto tiempo quieras. Pero solo como eso. Como la persona a la que no puedo negarme ayudar.
- No, no es necesario. ¡Yo puedo valerme por mi misma!
Antes
de salir, Melissa la abrazó como queriendo quedarse con el calor de Emma pegado
en el cuerpo. Emma salió sin mirar atrás, arrastrando su maleta. Volvió a la
casa, empacó todo y emprendió un nuevo viaje. Cuando llegó a su nuevo destino
buscó de inmediato un espejo. Reparó cada detalle de su cabello: las puntas le
parecieron un poco dañadas. Entonces, tomando su bolso se fue rumbo a la peluquería
más cercana.
- Córtelo todo- dijo.
Mientras la mujer del salón de belleza rapaba por completo a Emma, ella, iba borrando de
su celular las fotos que aún tenía de Raúl. Cada vez que veía una, volvía a
quedar encantada con su sonrisa. Pero de igual forma, optaba por la opción de
eliminarla.
La
mujer le confirmó que ya había terminado. Emma con su cabeza totalmente
rapada, sonrió. ¿Amor? Se preguntó una vez más. ¡Qué importa! Se dijo a si
misma. Salió a la calle, compró un vestido nuevo y una muñeca de porcelana
costosa que colocaría en su sala de estar. Pensó colocarla en el suelo, pero no
le pareció lo indicado. Por lo tanto, la montó en la mesa del centro de la
sala. ¡Era el lugar perfecto!
Esa
noche, se colocó el vestido nuevo. Se maquillo tan bien como siempre, y uso las
joyas que Josué le había regalado en uno de sus aniversarios de relación. Encendió
el carro y al tiempo pensó que necesitaba comprar uno nuevo. Iba por la
carretera mirando las luces, como un espectáculo de hadas inventadas que danzaban
para dar paso a un valle mágico. Mientras, unas pocas lágrimas recorrían su rostro. Detuvo el carro frente una discoteca. Esa noche,
en definitiva, sería su noche.
Por: JulioCesar
19 de diciembre de 2011, 14:00
Por primera vez me siento identificada con Emma... En lo de los cambios capilares, claro esta! Lo bueno de dejar los finales asi es que el lector tiene la libertad de continuar la historia a su antojo. Yo, por ejemplo, se que esa noche me encontre a Emma, luego de una noche apasionada fui testigo de su suicidio.