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La noche que Lucas miró hacia el cielo, no pudo evitar sentir nostalgia al ser acariciado por aquella brisa fría que comenzaba por los muslos y terminaba en su cuello. Las mismas estrellas en el cielo alineadas, iluminaban para él, en ese momento, el único pedazo del manto azul oscuro que le importaba. Definitivamente algo quería anunciarle el destino. Un nuevo acontecimiento ocurrido en la vida de las personas que habían marcado su propia existencia; los que habían cruzado con él, el laberinto de sus afanosas vidas, se le mostraba justo en ese instante.

En la época del bachillerato, un día antes de su ceremonia de grado, estando todos reunidos  se miraron incrédulos ¿Cómo habían llegado los seis hasta ahí? Asumían que los cambios que vendrían, los harían más fuertes y quizás, más distantes. Pero eso era algo que no sabían con certeza. Santiago miró al cielo y les señaló las tres estrellas alineadas en el firmamento. Todos, por un pequeño instante, detuvieron la respiración al observar los colores con los que destellaban. Fue Amparo quien rompió el momento al decir:

-          Esto debe ser una señal de que algo bueno pasará.

La idea de aquella señal los había cautivado a todos. Habían sido amigos ese último año escolar sin sospecharlo. Un juego de circunstancias los había puesto en situaciones concretas que los había acercado. Lucas, por ejemplo, jamás imaginó ser amigo del chico deseado por todas las jovencitas de octavo a once grado del colegio, que buscaban empezar a conocer su sexualidad en brazos del tempranamente desarrollado muchacho: Santiago.

 Y Álvaro, quien había sido el verdugo de Lucas y Rocío por tantos años, no pensó servir en algún momento como el hombro propicio para que el muchacho llorara a escondidas la amargura de saber que quería a alguien que no podía sentir lo mismo, al menos, no en la misma medida.

Así había sido todo. Un conjunto heterogéneo de casualidades, vergüenzas y secretos que fueron construyendo el rompecabezas de estos amigos de la vida. Quienes, luego de alcanzar el título de bachilleres, tuvieron que empezar a  forjarse un futuro por senderos distintos.  Senderos que llegaron a separarlos. Incluso a Diana y Amparo, que habían sido amigas desde mucho antes; desde aquel día, en octavo grado, cuando Amparo le dijo a Diana que era una cerebrito insoportable y Diana le respondió que tener buenas piernas no era excusa para usar la falda tan corta y agacharse de la forma cómo lo hacía.

Para la noche en que Lucas vio las estrellas en el cielo, con sus destellos de blanco, amarillo y azul, Diana tenía en sus manos la invitación al matrimonio de Amparo y Santiago. La tomó por sorpresa recibir esa tarjeta rosada con los anillos de boda dibujados y los nombres de la pareja finamente escritos. Tener esa carta en sus manos, le sugería que la crisis de esa relación había pasado y que, una vez más, Santiago había perdonado las impertinencia de su mejor amiga.

Santiago, con una tarjeta de invitación a su matrimonio en las manos, la cual había leído tres veces por el mensaje que había pedido pusieran al interior de la misma, caminó hasta el patio de su casa materna para descubrir en el cielo las tres estrellas con sus destellos tricolores. Mientras  Lucas, desde la ventana de su apartamento, las contemplaba igual; luego de haber regresado de aquel lugar en el que le prometieron devolverle la paz a su vida, sin darle mayores resultados. Las estrellas anunciaban que la boda entre Santiago y su novia era un hecho. Aunque después, Rocío sabría, que realmente, las estrellas buscaban contarles algo más.
Por: JulioCesar

2 Sententias:

  1. Me gusta. Logra enganchar... Pero por favor Julio, no demores tanto en las entregas... Me importa un carajo si tienes que trabajar o lo que sea... No demores!

  1. Estoy de acuerdo con Quimera. La espera no espera jajaja. Quiero que me manden invitación a ese matrimonio. Ya me montaste en el paseo.