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"Y ya no hay nada que me sirva en tu interior"
El Canto del Loco.

Se habían conocido en algún chat por internet. A simple vista, le pareció una persona interesante para conversar. Y luego de un rato, no paraban de reírse. Eran muy parecidas en la manera de concebir la vida, por lo que se agregaron mutuamente a sus correos electrónicos para no perder el contacto. Una de tantas noches, intercambiaron número de celulares y las llamadas empezaron siempre a las 5.30 de la tarde, pero las obligaciones hicieron que cada vez fuesen más tardes.
Aquella noche, luego de conversar con su amiga resolvió acostarse. Habían pasado cinco meses desde aquel suceso en el que se había despedido de aquel joven mesero. Ya la raíz de su cabello empezaba a notarse: castaño claro, era el color que aparecía en contraste con el rubio que perdía fuerza. Y había aumentado tres kilos a causa de su compulsivo gusto por el helado de ron con pasas.
El despertador sonó a las 7.30 de la mañana. Ella, miró su cuarto y se le hizo demasiado especioso. La cama, extremadamente grande para una mujer que dormía la mayor parte del tiempo sola. Se levantó con parsimonia, hasta llegar al baño. Dejó que el agua recorriera todo su cuerpo, mientras cantaba ¡Hey Jude! De los Beatles. Al salir, escuchó que alguien abría su puerta.
  • Hola – saludo él.
  • ¿Cómo estás? – respondió ella e intentó darle un beso, pero él la rechazó. - ¿Pasa algo?
  • ¿Conoces a Raúl Arango? – la miró fijamente- No me respondas. Vístete. Arma tu maleta y deja este lugar.
  • ¿De qué me estás hablando?
  • No quiero problemas legales. ¡Tengo suficiente ya! Te he dado todo cuánto has querido, no creo que deba perdonarte una cosa de estas.
  • ¿Me estas echando de mi apartamento por un chisme? –
  • No es un chisme. Tengo pruebas. Y, para que sepas ¡El hombre está muerto!
La notica no la sorprendía. Era una mujer que no se dejaba impresionar fácilmente. Incluso con él, con Josué, había sido tan natural como siempre. El día que lo conoció, él estaba de vacaciones con su familia en un hotel lujoso, mientras ella era la recreacionista que jugaba con los niños en la piscina. Todo lo que había logrado con esa relación hasta ese momento, era más de lo que había imaginado. Los viajes que habían realizado, pasaron por su mente como una antología de las mejores postales.
Empacó toda su ropa sin excepciones, eso era algo que ella había ganado. Sus joyas. Zapatos. Su computador. Y la chequera. Se apresuró a hacer un par de llamadas al banco para confirmar el estado de sus cuentas y empezar a realizar una transferencia a otra cuenta abierta por ella misma, pensado en un momento como ese. Tomó el celular y marcó el número.
  • Hola.
  • Me estas llamando a esta hora. ¿Qué ocurre?
  • Parece que Josué me echó. Ha terminado con todo.
  • ¿Qué? ¿En serio? ¿Y dónde estás?
  • Voy a tomar un taxi. ¿Puedo aceptar tu propuesta? Si, la de irme a vivir contigo. Gracias.
Se instaló en casa de su amiga. Aseguró sus joyas y la chequera. El cuarto aunque pequeño, la hacía sentir cómoda. Tenía una ventana que daba al patio, en dónde podía observar un árbol de laurel. Las noches se le hicieron un poco largas, pero entretenidas. Ahora, estando cerca de ella, las risas se le hacían menos fluidas.
  • ¿Segura qué no quieres dormir conmigo?- le preguntó Melissa.
  • -No, en realidad no.
  • -Bueno, al menos lo estoy intentando.
Esa noche la luna le pareció demasiado cristalina. Sentía que los oídos le susurraban palabras que no entendía. Tomó el celular y llamó a Josué:
  • Soy yo- le dijo.
  • Lo sé ¿Qué quieres? Estoy con mi familia.
  • -¿Volviste a tu casa? ¿Eso fue lo qué hiciste Josué?
  • Ahora no puedo hablar.
  • ¿Y cuándo has hablado conmigo? – Justo en ese momento, la invadieron las lágrimas y un temblor incontrolable en los labios y las piernas. – Nunca lo hiciste. Y aun así, pensaste que lo habías dado todo.
  • Entiende, que no podía soportar eso. Es mejor que hablemos después.
  • No te preocupes, ya verás como si vamos a hablar.
Colgó el celular y se acomodó en la cama. Recordó a su personaje preferido: Madame Bovary. Leyó el libro poco a poco, pero dejándose seducir por la historia. Lo único que la desilusionó, fue el final. Pensaba que una mujer como ella, no merecía morir. La muerte, debió haber sido para el inútil del marido. ¿Llorar? ¿Qué sentido tenia? Al día siguiente, cambiaría el color de su cabello ¡Estaba decidido! Se levantó de la cama, abrió la puerta y tocó en el cuarto de Melissa. Le dio un beso para empezar a calentarse en una noche tan fría.
  • ¿Estás segura? – preguntó Melissa.
  • ¿Eso importa?
  • Creo que no.
  • Ahora, solo quiero dejar de sentirme sola. Quiero… que recordemos viejos tiempos. porque mañana, será un día distinto.

Por: JulioCesar





Un culebrero sale al encuentro de un desprovisto reportero con el fin de contar su peculiar historia. Así comienza la que es a mi gusto la más formidable y robusta película colombiana de todos los tiempos, su comienzo pronto lanza el presagio de que cualquier cosa puede suceder.
El culebrero empieza a enmarañar un discurso aturdidor que rompe con el gris capitalino y pone sobre la mesa un reto inspirador contra el anzuelo inmobiliario de la polarizada ciudad bogotana; se pone así, ante nuestra vista, su primer rasgo magicorrealista: la herejía del paisa en Bogotá.
Pronto nos percatamos que las marañas del paisa embaucador han surtido un efecto envolvente, nos han llevado a una yuxtaposición interesante de condiciones y matices: por un lado hay una fría burocracia que parece no inmutarse en lo más mínimo por la precaria situación del hombre sobre la tierra, de hecho pareciese como si ningún giro dramático pudiera perturbar su vida de maniquíes amantes de la vida por la vida; por otro lado encontramos la cálida acogida de un hogar (caracol) cuyo valor más primigenio recae sobre la dignidad, pues es a sangre y muerte lo único que les resta y, muy posiblemente, lo único que les ate a su existencia.
La relación también es notable en el diseño artístico de cada representación, de manera que la riqueza comunicativa que mantiene la Casa Uribe con sus desparpajos, lamentos, rituales y celebraciones contrasta con la compulsiva obsesión de Holguin de premeditar con éxito los estúpidos avances de su abogado. Igual sucede con la lectura rápida a la que anima el estilizado pent-house del villano, frente al barroco pausado y minucioso que amerita el habitad de la casa Uribe.
La tención no se hace esperar. La tragedia en la invasión a la Pajarera hace descartar que el futuro de la Uribe sea al menos parecido, pero deja prever que la burocracia se volcara contra ellos con todo su arsenal jurídico sin contemplaciones. Aparece entonces el segundo momento mágico-real cuyo vigor parece absorbido por la exposición de Gundmunsson Erro (1932) en su obra Interiores norteamericanos en la que “capta con gran claridad la situación precaria en que se encuentran los burgueses bien acomodados en medio de un mundo poblado predominantemente por gente hambrienta. En uno de los cuadros, varios revolucionarios vigorosos miran de modo amenazador por las ventanas, después de haber empezado a penetrar en la casa típicamente burguesa de suburbio.Siendo que en sentido contrario, pues son los burgueses quienes penetran con fría hostilidad la escandalosa hegemonía del habitad Uribe.
La guerra parece como de león contra cordero, pero la ignominia y la aparición revitalizante de la virgen ponen en tela de juicio la, aparentemente fácil, victoria del ego Holguin, para lo cual aparece el plan de migrar como las aves de la manera en que lo explica su director, Sergio Cabrera “Un grupo de cien personas no se puede llevar una casa en un mes, ni en tres meses ni en un año, y todavía menos con una grúa. La película hace que esto parezca posible.” A través de la extraña figura del caracol (volador ¿?) que lleva a cuesta no solo su dulce hogar, sino también lo que estima de sí mismo, lo que es para él digno.
Entre tanto las introducciones de elementos inesperados a la trama son una constante, al punto de encontrar con sorpresa una culebra ensañada en un árbol, a la que además se le atribuyen metáforas de posesión y de resistencia; o la introducción del cura cuyos hábitos hacen calentar su sexo con una travesti que luego terminara ridiculizando y penetrando la intimidad doble moralista de los hombres de gris. Algo similar había tratado Julio Cortazar en su célebre cuento  "Casa tomada" donde, motivado por la "revolución" peronista de 1945 y la revolución que sigue amenazando hoy día a las familias burguesas por todas partes de la América Latina pese a la tregua de la privatización, escribe una historia en la que “el narrador y su hermana viven cómodamente de las rentas de su estancia familiar. Ninguno de los dos está casado y su esterilidad se subraya por sus pasatiempos: el narrador hojea los álbumes de estampillas de su padre mientras su hermana teje y desteje. El ambiente extraño, raro, mágicorrealista del cuento proviene de la ocupación misteriosa de varios cuartos de la casa por invasores que nunca hablan ni aparecen en el cuento y, lo que es aún más raro, sin que los protagonistas ofrezcan la menor resistencia.”
Siguiendo con la historia, las mil y una artimañas que usan los inquilinos para evadir el compromiso y poder migrar con rapidez, te hacen recordar que estas siempre en manos de un paisa palabrero cuya fuerza y acento recae en la magia de su ingeniosa hazaña y en lo que puede incluso volverse incontrolable para el mismo director.

Cuando llega a nosotros el acto final, aparece la historia del extraño rumor que mato a un pueblo y con ella el himno, que es quizás el único acervo patrio que les resta, para al final romper, una vez más, la normalidad del proceso de expropiación con una explosión que hace venir las paredes de la devastada casa, seguida de la puntillosa y célebre frase final… “Ahí tienen su hijueputa casa pintada”.
De esta manera el film se coloca en una postura clara, sin escatimar esfuerzos en expresar su arte, diciendo a viva voz que su magia se manifiesta en “la introducción, sin énfasis, por el artista,  con un estilo aparentemente sencillo y preciso, de un elemento inesperado y/o improbable en una obra predominantemente realista, que crea un efecto extraño o maravilloso y deja al espectador o al lector desconcertado, aturdido, o agradablemente maravillado”, este argumento toma fuerza en los postulados de Jung en los que afirmaba, desde comienzos del siglo, “la necesidad del hombre de completarse juntando lo irracional con lo racional” lo frio y lo cálido; lo opulento y lo desprovisto.

Ricardo Contreras García






El arroz de coco tenía ese olor exquisito que solo podía dar a entender una cosa: que la abuela estaba cocinando. La casa, tenía el mismo orden de toda las tardes, desde hacía ya unos veinte años. La mujer que revolvía el caldero había heredado el arte de la cocina de su madre, que les enseñó a todas sus hijas para qué fueran unas excelentes esposas. Luego, cuando creció, descubrió que la verdadera razón por la que aprendían ese arte era para no morirse de hambre ni ellas ni sus hijos. Porque el infeliz con el que se fue a vivir no se merecía ni un poco de arroz bolado.

Danilo, se asomó a la puerta de la cocina apenas un poco para observar qué preparaba su abuela. Ella, comprometida con su labor, picaba tomate y cebolla para empezar con el guiso que acompañaría la menudencia que iba a preparar. El niño, de unos diez años, entra con cuidado para no ser demasiado impertinente. La mira por algunos segundos, hasta que ella le pregunta: ¿Y a ti que te pasa?

La cocina de aquella casa la conformaban cuatro paredes sin pulir, un mesón, una nevera y la estufa. Además, un estante para los platos. La costumbre siempre había sido la misma, comer a las 6.30 de la tarde, motivo por el cual, se empezaba a cocinar a eso de las 4.30 o 5 en punto. Ese día no había sido la excepción. Pero Danilo, con su presencia estaba dándole un cambio al ambiente y su abuela lo percibía. Tenía en la cabeza una duda que no lo dejaba tranquilo. De solo pensar en eso, le dolía el estómago y hasta le daban ganas de ir al baño.

- ¿Abuela, te puedo preguntar algo?
- ¿Preguntarme algo? Bueno, si puedo ayudarte trataré.
- Si, tú debes saber.
- Bueno, dime rápido que los palos no son pa la cocina.
- ¿Abuela, yo seré cómo mi papá?

La abuela detuvo toda su labor. Aun estando de espaldas a su nieto, no pudo evitar sentir aquellos ojos grandes y penetrantes, que tantas veces había declarado ser los más bellos que había visto, como un par de puñales que le chuzaban la espalda para obtener una respuesta.

- Ay mijo, nadie es como nadie. En el mundo, no hay dos iguales. Pero a veces, la vida nos castiga a los grandes con los pequeños como tú, aunque ustedes no tengan nada que ver en nuestros errores.
- Entonces, yo no seré como él. – sonrió Danilo.
- Bueno, algo debes tener. Hasta te ríes como él. Pero tú tienes el corazón de tu abuela. Lo más importante mijo, es que quieras ser un buen hombre. De corazón puro. Y que trates siempre, de no torcer tu camino. ¡Ahora sal de aquí! ¡La cocina no es pa los pelaos!

Danilo corrió hasta la entrada de la casa. Miró el árbol allí sembrado y pensó en su vecina diciéndole que sería igual a un padre del que poco conocía. Solo había escuchado las peores historias de aquel hombre, pero en el fondo sentía que era solo una historia a medias. Sonrió al saber que en su pecho, latía el mismo corazón de su abuela. Pero otra idea empezaba a rondarle la cabeza: ¿Cómo se tuerce el camino?





Por: JulioCesar