"...Hay vidas que se extinguen en la lucha,
Hay vidas que se pierden en un intento
por vivir..."
Lo vi venir en los brazos de su padre, sentí un nudo en la garganta que llenaba mis ojos de sentimientos. La madre con gran habilidad, desplegó la silla de ruedas y entonces lo sentaron en ella, porque ahora esa fría silla que robaba parte de su juventud se transformó en sus piernas. Me miró con aquellos ojos claros que reflejaban toda su inocencia, esa que se tiene cuando no se ha vivido tanto como se debería. Me sonrió y yo también. Su rostro era algo pálido y su cabeza rapada, era la evidencia de la terrible enfermedad que lo aprisionaba.
Con solo 15 años es el mejor bachiller de Colombia, el cáncer no ha sido excusa para no mostrar toda la capacidad que tiene. Aunque está pronto a recibir una beca para estudiar lo que desea, Julián allí con su pantalón azul y una camisa de un color mamón estaba a la espera de mi saludo y yo solo podía verlo. Admirado porque, a pesar de todo el dolor que ha soportado desde hace 7 años, sigue con ganas de continuar en este mundo, aferrado al amor que lo rodea.
- Hola – le dije con temor. no sabia como actuar ante aquel niño, me dividía entre su fragilidad y esa vivaz inteligencia que reflejaba.
El no tuvo miedo y muy distinto a mi, con toda seguridad respondió – hola, ¿Cómo estas?- y entonces supe, que no debía sentir compasión pues, el no necesitaba de ella. La madre y el padre estaban en silencio, pareciese que supieran como ocurriría todo, como si ellos ya hubiesen pasado antes por aquella situación.
Tomo las ruedas de su silla y las hizo rodar hacia mi. Tranquilamente tomó mi mano entre las suyas, que eran delicadas y un tanto huesudas. Fijó sus ojos en los míos y su boca pálida, igual que su cara, se abrió para que mis oídos escucharan más claro esa voz tan suave y cargada de elaboradas expresiones que me dijo:
- Tranquilo, a todos les pasa. Si gustas, podemos conversar un poco antes de comenzar.-
Fue una risa que surgió natural entre todos los presentes, que trajo calidez a la atmósfera de ese momento. El que había entrevistado a tantos, ahora estaba perplejo ante aquella laxa figura. Me ofrecieron un vaso de jugo de maracuyá, estaba dulce y frío, calmó mi ansiedad. Ahora podía verlo a los ojos sin sentir culpa, sin reprocharme el porque de tantos sufrimientos en un niño como él.
Decidimos empezar y de inmediato vino a mi, quizás, una justa pregunta, que seguramente saciaría un poco mi curiosidad. El estaba esperando nuevamente, y los padres prefirieron retirarse, entonces, respiré profundo y decidí hacerlo:
- ¿Qué es lo mas deseas en la vida?- pregunté.
Se encogió en hombros y bajo la cabeza, luego me miró y tras un suspiro dio la vuelta, ahora de espaldas a mí, con aquella voz me sorprendió escuchar su respuesta, una respuesta tan cruel como la realidad de su vida.
- Tiempo, solo tiempo – y dando otra vuelta quedó frente a mi.
Por: julio César
18 de septiembre de 2008, 18:54
muy bueno, me gusta
la unica salvedad esta en el hp azull que le pusiste de resto todo bien.