¡Lo juro por el cielo! Jamás he sufrido tanto como aquella ves, y mire usted que ya he sufrido bastante, pero ninguna como esta, porque no hay como sufrir de amor.
Nunca antes sufrí tanto, nunca antes había sentido ese vacio en la boca del estomago causado por la ilusión de ver por ves primera al amor de mi vida, no era extraño que el sudor corriera por mi cuerpo, tampoco era extraño caminar sin sentido con la mirada perdida recorriendo toda la casa, mucho menos lo eran las noches plagadas de pensamientos que perturbaban mi sueño.
Tantas veces que la había oído por radio y por TV y había llegado el momento de conocerle, por eso prepare con cuidado mi ajuar - un pantalón blanco y un suéter blanco - fue la sugerencia de mi abuela, preocupada por la clandestinidad de mi cita, - sin nada de accesorios – concluyo doña Hilda, mi abuela, sin antes advertirme cuidado, recomendación que ya mi madre se había encargado de dar una buena cantidad de veces.
Antes de salir, mire fijamente su foto, luego el afiche, escuche un rato la canción que “Niche” le compuso y me decidí, lleno de razones para hacerlo. Salí en compañía de un amigo, otro admirador de sus encantos, ambos caminábamos temblorosos y no hablábamos más de lo necesario.
Cuando llegamos y vi su tarima verde de seda, unas rayas blancas que terminaban por hacer figuras geométricas, ya era lo suficientemente feliz como para renunciar a la vida, mas sin embargo mi corazón aun latía, latía solo por verla, ¡de pronto! el bullicio hiso agitar mi corazón, latía al son de los bombos, que al fondo eran acompañados por alabanzas en su nombre, el mundo esperaba por verla una ves mas, la gente sabia que se aproximaba el momento, ¡hasta que apareció!, asalto la cancha pisando la tersa cama de pasto, se mostro ante los ojos anhelantes de sus enamorados y termino de cautivarme. Todo pareció estallar, la lluvia de papel caía desde sur, yo aplaudí y levante mis ojos al cielo en forma de gratitud.
El partido comenzó y a pesar de verle mermada, seguía cautivado, mi corazón casi fenece en el intento de latir al rigor de mis pensamientos, todo transcurría muy rápido, lo último que me importaba era el resultado, venia tan solo a verle, no falto mucho para que la lluvia arremetiera contra el gramado, los expectantes corrieron para escaparse de la humedad, yo decidí quedarme, ser victima de la naturaleza y verla de frente, en un contacto intimo. Solo ella y yo.
Riascos la toma a espaldas de Galarcio
¡Atención! Que se viene América
Riascos Corre… Galarcio intenta sacarlo con el cuerpo…
Riascos le gana… sale Didier al achique…
Riascos la engloba….
Alce mis brazos al cielo, grite como un condenado, moje mis ojos de lagrimas y me puse en la disposición del viento, ¡ahora si podía morir! Podía morir lleno de gozo por verle.
Fue como tener sexo con ella en mi primera cita, después de un tiempo de intimidad todo culmino con un gran orgasmo, lleno de humedad, pasión, lujuria y llanto, fue una noche romántica, sin la luz tenue de las velas, bajo el escarchado firmamento, sin silencio ni melodía erótica, tan solo el bullicio y los canticos de pueblo, tampoco hubo una gran cena, el paladar fue degustado con el sabor de una “arepa e huevo” y la lluvia humedeció nuestras vestimentas, haciéndolas pesadas y harapientas.
Desde aquella ves la he visto un par de veces mas, la vi en Cartagena tres veces alentando desde sur, y en Bucaramanga, donde viaje tan solo a verla, la vi una ves mas, algunos han pensado que estoy loco… pero que hago si estoy enamorado.
Ricardo Contreras García.
Dedos aferrados
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Tengo un recuerdo fijo en mi cabeza. Mi hermano Jose y yo jugamos en la
casa. No tengo claro el juego, sé que corríamos y yo trataba de atraparlo.
En e...
Hace 1 año
30 de septiembre de 2008, 19:37
Si señor... la pasión!!