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La
maquina estaba en pie. La vi a lo lejos. Era extraño, pero en verdad estaba
allí. Tenía dos piernas igual que yo, dos brazos, dos ojos, pero era una
maquina. Las luces rojas que tenían sus ojos, eran como dos soles que se
imponen al amanecer, demonios que disfrutaban asustando mi alma; candela que al
mirar me hacía cenizas.
Corrí
tanto como pude, pero sentía el crujir de sus engranajes tras de mí. En algún tiempo fue solo el viejo carro de la
granja del abuelo, el olvidado. La lluvia había dañado su pintura y la tierra
había hecho de sus llantas, solo caucho inútil. Y ahora, estaba a punto de tomarme entre sus metálicas manos y hacer de
mí un recuerdo.
Al
doblar la esquina, perdí el equilibrio y caí. Se detuvo sobre mí. Cerré mis ojos y escuché como doblaba su cuerpo. Aún
con aquella transformación seguía
teniendo aquel horrible sonido. ¡Le faltaba aceite! Entonces, quedé cara a cara
con él y sentí su vapor en mi rostro. Mi
gorra estaba en el suelo, cuando escuché dos disparos y la máquina empezó a
destrozarse. Mi abuelo estaba detrás con
toda la gente del pueblo. No habían creído mis historias, de cómo vi el rayo de
luz por el cual aparecía el hada de los olvidados. Esa misma que le dio vida al auto viejo del
abuelo.
Entre
todos me llevaron a la clínica cercana y destruyeron los restos de la maquina.
El auto quería ser como yo, porque sentía que el abuelo lo había dejado atrás por
mí. Desde que nací, él prometió no volver a conducir aquel auto deportivo azul,
que en ocasiones, le había causado grandes susto a la abuela. El médico me
atendió y ya en el cuarto de aquel lugar abrí los ojos. El
abuelo me tomó entre sus brazos, le conté cómo había tomado vida y la forma en
que el hada de los olvidados cumplía los deseos más profundos de aquella
chatarra. Mire sus ojos, me creía, ahora si dejarían de llamarme loco… y es que
la máquina de la que tanto hablé, era real.
Pero
no había terminado. Las cosas estaban apenas por empezar. Esa noche, todos se
fueron a sus casas y mi madre se quedó conmigo, pero el sueño la venció. Con el
silencio que había inundado la clínica, logré reconocer nuevamente el sonido
que hacia la luz azul de aquel Hada. En alguna parte estaba. Ella y el auto,
aún tenía un plan para mí.
Por: JulioCésar.
1 de agosto de 2012, 5:54
Solo espero, solo espero que no sea la única parte de este cuento, tiene grandes posibilidades, hay que desarrollar el plan. A veces pienso que la ciencia ficción solo es para nerdos retraídos como yo (si, eso es ciencia ficción, aunque haya magia y desarrolles otros asuntos, lo es). Como siempre, solo puedo decir que es muy interesante, pero lastima lo corto. Espero la proxima entrega.