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¡Va a morir! pero no puede ver la hora de hacerlo, sigue acostado sobre el pasto como un chichón sobre el suelo, con el sol a plomo, con su exudación goteante en todo el cuerpo, con el escozor del pasto seco contra su pecho y con el frio del metal en el costado.

¿Que falta para morir? ¿Hará falta un poco de dolor?

El muerto alzo su brazo endeble y cansado para mover el machete que no causaba dolor y el metal cayo sobre la pradera, el frio se marcho de la piel del hombre que yacía acostado sobre la dehesa.

El hombre abrió los ojos y escupió el pasto seco que se introducía en su boca y sonrió. Su costado estaba intacto, sin rastro de linfa ni llagas profundas ni leves. El hombre sonrió al notar que su muerte aun estaba distante, que su mente le había jugado una mala pasada. Feneció en su estado de muerte y no murió.


Ricardo Contreras García

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