Sí, yo se que será raro, pero hoy he de confesarme, he de confesar un sentimiento que llevo guardado hace mas de 2 años, es un sentimiento que aun vibra y late como aquella ves…
Pero a pesar de mi apatía ante el deporte, sería estúpido negar que ese fue el génesis de todo, desde ahí se comenzaron a fraguar hazañas, personajes y cábalas que terminaron por hacer legendas que aun hoy retumban en las paredes de aquel colegio.
Recuerdo que aun sin ser amante del futbol, de vez en cuando me pasaba por el coliseo para observar uno que otro gol.
Ese día llegue al coliseo faltando escasos minutos para terminar el descanso, entré y me senté en las graderías que se encontraban abarrotadas de gente.
Estaba jugando el equipo de mi salón. La victoria lo clasificaba a la siguiente ronda, faltaban pocos minutos y el resultado parecía ser lapidario… 2 – 2, cuando de pronto un balón que vuela… Daniel lo mata con el pecho a espaldas al arco y se tira de cabeza contra la madera de la cancha empujando el balón con su pie… y el coliseo se estremeció con un grito unánime ¡GOL!
El autor había sido Daniel Díaz Ponce, una figura naciente en el microfútbol inter curso, que se hacía llamar “el chorro” por un disfraz malogrado del Zorro en uno de tantos octubres. Desde ese día el rumor de su habilidad comenzó a correr por los pasillos de la institución.
Algunos años después, haciendo uso de su gran habilidad aérea, fue convocado por primera vez a la selección salesiana para jugar un zonal que daba cupo al campeonato nacional de colegios.
El primer partido era contra San Roque de barranquilla, el chorro fue enviado al banco por su poca preparación. El partido comenzó como cualquier otro, salesiano abrió el marcador algún tiempo después de comenzado el encuentro.
Pero el encuentro se hiso difícil cuando el rival se agrando y volteo el resultado, el publico se levanto de su asiento y comenzó a gritar con furor prolongado ¡Choooro! ¡Choooro! ¡Choooro!...
Baldiris, el técnico, hiso caso al público y con fastidio hiso entrar al novato que recién entrado mato un balón con el pecho y nuevamente se lanzo de espaldas al suelo golpeando el balón con la punta de su pie, el balón pico y cruzo la raya… ¡GOOL! Gritamos todos, incrédulos ante la hazaña.
Ese día llegue al coliseo faltando escasos minutos para terminar el descanso, entré y me senté en las graderías que se encontraban abarrotadas de gente.
Estaba jugando el equipo de mi salón. La victoria lo clasificaba a la siguiente ronda, faltaban pocos minutos y el resultado parecía ser lapidario… 2 – 2, cuando de pronto un balón que vuela… Daniel lo mata con el pecho a espaldas al arco y se tira de cabeza contra la madera de la cancha empujando el balón con su pie… y el coliseo se estremeció con un grito unánime ¡GOL!
El autor había sido Daniel Díaz Ponce, una figura naciente en el microfútbol inter curso, que se hacía llamar “el chorro” por un disfraz malogrado del Zorro en uno de tantos octubres. Desde ese día el rumor de su habilidad comenzó a correr por los pasillos de la institución.
Algunos años después, haciendo uso de su gran habilidad aérea, fue convocado por primera vez a la selección salesiana para jugar un zonal que daba cupo al campeonato nacional de colegios.
El primer partido era contra San Roque de barranquilla, el chorro fue enviado al banco por su poca preparación. El partido comenzó como cualquier otro, salesiano abrió el marcador algún tiempo después de comenzado el encuentro.
Pero el encuentro se hiso difícil cuando el rival se agrando y volteo el resultado, el publico se levanto de su asiento y comenzó a gritar con furor prolongado ¡Choooro! ¡Choooro! ¡Choooro!...
Baldiris, el técnico, hiso caso al público y con fastidio hiso entrar al novato que recién entrado mato un balón con el pecho y nuevamente se lanzo de espaldas al suelo golpeando el balón con la punta de su pie, el balón pico y cruzo la raya… ¡GOOL! Gritamos todos, incrédulos ante la hazaña.
Jasón David Caro Vargas
No hay duda, de aquella camada de jugadores este fue el más brillante de todos: pisaba el balón con maestría, tenía una precisión en el pase difícil de igualar e infundía miedo en sus rivales de turno.
Aun recuerdo la cara de preocupación de la gente cuando este hombre se lesionaba… también recuerdo lo diferente que se veía la selección y el equipo de salón cuando se ausentaba por compromisos con la selección bolívar. La selección sin él era como un arroz de pollo mezquino: mas arroz que pollo…
También recuerdo con alegría y orgullo el día que vi su nombre en una convocatoria nacional de Lara para la preselección Colombia.
Algún tiempo después cumplió mi mas anhelado y entrañable sueño, firmo con América de Cali para jugar la copa Colombia.
Aun recuerdo la cara de preocupación de la gente cuando este hombre se lesionaba… también recuerdo lo diferente que se veía la selección y el equipo de salón cuando se ausentaba por compromisos con la selección bolívar. La selección sin él era como un arroz de pollo mezquino: mas arroz que pollo…
También recuerdo con alegría y orgullo el día que vi su nombre en una convocatoria nacional de Lara para la preselección Colombia.
Algún tiempo después cumplió mi mas anhelado y entrañable sueño, firmo con América de Cali para jugar la copa Colombia.
Carlos Alberto Clavijo
Su desempeño en su posición como poste se resumía en un sobrenombre colocado por un compañero de equipo en un nacional, le llamaba “el candadito” aunque su remoquete más conocido ere el de “Tío Rico” colocado por un anónimo en conmemoración de una gorra que cargaba ese mismo nombre.
Nunca vi un poste que transmitiera tanto como él: jerarquía, mística y carácter fueron siempre unos de sus más marcados atributos.
Recuerdo con mucha gratitud un partido contra San Roque, en un zonal clasificatorio al nacional, recuerdo que en un tiro de esquina “El tio” se abalanzo con su cuello largo en busca de la pelota, la pelota cayó en su parental izquierdo y el balón se fue al Angulo del arquero barranquillero…
“El tio” no quiso celebrar con ningun miembro de su equipo, solo corrió a la tribuna con un brazo cubriendo su rostro y con el otro alzado señalándome en la multitud…
Debo confesar que pocas veces me he sentido tan orgulloso como aquella vez, pocas veces pude sentirme tan cercano a la gloria.
Nunca vi un poste que transmitiera tanto como él: jerarquía, mística y carácter fueron siempre unos de sus más marcados atributos.
Recuerdo con mucha gratitud un partido contra San Roque, en un zonal clasificatorio al nacional, recuerdo que en un tiro de esquina “El tio” se abalanzo con su cuello largo en busca de la pelota, la pelota cayó en su parental izquierdo y el balón se fue al Angulo del arquero barranquillero…
“El tio” no quiso celebrar con ningun miembro de su equipo, solo corrió a la tribuna con un brazo cubriendo su rostro y con el otro alzado señalándome en la multitud…
Debo confesar que pocas veces me he sentido tan orgulloso como aquella vez, pocas veces pude sentirme tan cercano a la gloria.
John Freddy Chico Escorcia
Siempre pensé que sería el sucesor de Garrincha, y es que no había en el equipo alguien que se ganara la línea mejor que él, parecía tener la cintura rota cuando hacia sus enganches endiablados para vencer oponentes.
Recuerdo que en un partido de semifinales contra el temido equipo de Medina y Agamez, John Freddy, haciendo uso de su irreverencia ante la adversidad, se hecho el equipo al hombro y remonto, con dos de sus goles, un marcador adverso, poniendo a su equipo en la final.
Diego Fernando Escobar Polanco
Llego en 7º a nuestro salón. En su primer día de clases entro al salón tarde, tal como siempre nos acostumbro, se sentó al lado de Esteban Ahumada y comenzaron a improvisar una charla entre desconocidos. El era de tés clara, ropaje desliñado y unos ojos hondos enmarcados por unas ojeras bastante pronunciadas.
Rápidamente y gracias a su espontaneidad se gano un apodo que hacía referencia a su lugar de origen, “El caleño”.
Cuenta la leyenda que en cierta ocasión Gilberto Baldiris, técnico de la selección salesiana, lo había llamado para probarse en prácticas.
Diego llego tarde, justo en momento en que calentaban las piernas probando los reflejos del arquero. El caleño pidió una chance de cobrar y le rodaron el balón hasta llegar a sus pies, diego tomo distancia y pego un riflazo que se desvió y pego en el palo haciéndolo retumbar, con aquella metralla hiso mover la arquería algunos centímetros, el arquero, visiblemente asustado, entrego los guantes y dijo –No, ya no tapo mas-
Luego, al finalizar ese año, salió campeón con el suéter de Holanda, en el mismo equipo de John Freddy y “El chorro” luego de ir perdiendo 3 por 0, pero después de la hazaña no lo volvimos a ver.
¡GRACIAS MUCHACHOS!
Ricardo Contreras García