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Estando los novios parados en el altar contemplándose, el padre les preguntó si estaba todo listo. Fue entonces, cuando uno de los primos de  Santiago se ofreció para ocupar el lugar de Lucas. Amparo no tenía ningún problema y trató de buscar en la mirada de su futuro esposo la aprobación para empezar con la ceremonia. En ese momento, Santiago miró a Diana y vio en ella el mismo pensamiento que habitaba en él, saliéndole por los ojos. Supo entonces, lo que debía hacer. Ante la mirada expectante de todos, corrió dejando a la novia  con aquel vestido blanco y pomposo y su ramo de flores.  En su carrera por salir de la iglesia, logró distinguir a Álvaro sonriéndole desde distintos puntos del lugar.

Por la cabeza de Amparo pasaron tantas ideas que no podía expresar ninguna emoción. Los desorbitados ojos no encontraban donde posarse y su cuerpo empezaba a temblar. Diana nuevamente la sujetó. Antes de salir de su casa, Amparo recibió varios mensajes en el celular con propuestas de escapar en compañía de otro hombre. Sin embargo, por consejo de su madre hizo caso omiso a todos ellos. En ese momento, mientras todos la miraban, Rocío fue la única capaz de volverla a su realidad con una bofetada. Y luego, su madre sería quien la ayudaría  a despedir a los invitados mientras Diana trataba de consolarla.

La única vez que Diana dijo en su casa que quería estudiar música, su padre le dijo que ya había arreglado todo. Que gracias a sus notas y  sobre todo a las influencias de él, tenía un cupo seguro en la mejor Universidad de la Ciudad para estudiar cualquier Ingeniería. Justo es ese momento, empezó a perder la imagen de sí misma. Su madre era una mujer sumisa que no se enfrentaba jamás a su marido. Y ella, había aprendido eso mismo. Desde entonces, la música sólo fue un hobbie que ocupaba su pensamiento todo el tiempo. Pero Diana, tan responsable como siempre, tenía el primero lugar en la universidad con lo que su padre estaba orgulloso.

Para Diana no era sorpresa que su padre le prohibiera tantas cosas. Desde que podía recordar, le había prohibido reír demasiado, levantarse muy tarde, hablar en la mesa. Nada de llenar la casa con muchos amigos y jamás una mala calificación. Diana era perfecta. Aunque lo único que deseaba era aprender a tocar el piano y mejorar su afinación. Así, su vida era el ideal de un padre autoritario, que incluso, llegó a prohibirle su amistad con Lucas, porque él no gustaba de afeminados que volvieran a su hija una marimacho. Diana aprendió a obedecerlo y a encontrar escape a su cárcel, con salidas nocturnas con sus amigos. Todo gracias a que Álvaro la ayudó a descubrir que podía escapar por la ventana de la puerta del cuarto de servicio.

Estando en la Universidad, conoció a un baterista que le robó el corazón y luego se lo partió. Con él fundo su banda de rock a la que llamaron “chocolate blanco” y poco a poco se hicieron conocidos en los bares. Aunque ella, siendo la vocalista, no salía en los afiches y manejaba el asunto con toda la discreción para que su padre no se enterara. Una noche, encontró a Jessid, el baterista, con otra chica y fue entonces cuando la anorexia se volvió un problema serio. A pesar de ese encuentro, siguieron adelante con el grupo pasando por malos momentos y otros mejores.

Santiago corrió desesperadamente hasta alcanzar la avenida y tomar un taxi. Recordó en ese trayecto, que en el campeonato intercurso, el profesor de deportes había obligado a Lucas a ser el arquero. Entonces, él y Álvaro le prometieron evitar que algún balón llegara a la portería. Ese año, se coronaron campeones, gracias a que Lucas, en el único momento que un balón llegó hasta él, lo detuvo con su cara en lugar que de usar las manos. Cuando les dieron el trofeo, a Lucas lo alzaron en hombros. Sonrió ante aquel recuerdo.

Cuando Santiago entró al apartamento de Lucas con la ayuda del portero, sintió temor. Recorrió con la mirada el lugar, sin ver nada que anunciara una tragedia. Caminó entonces a la habitación, como quien está a punto de dar un paso al vacío. Quedó perplejo al contemplar al Lucas flotando sobre su cama, rodeado de un brillo especial. Se contuvo por algunos minutos, hasta que se resolvió a llegar hasta la cama de su amigo y extenderle los brazos bajo su cuerpo elevado. Lucas cayó en los brazos de Santiago tranquilamente, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. En ese momento murió y Santiago lo sabía. Lo había salvado de otras muertes, pero en está ocasión no.

Por: JulioCésar

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