Christian Domínguez era el nombre
del profesor de Biología del colegio cuando estaban en once grado. Amparo,
desde el primer día que lo vio, supo que esa sería su clase favorita y no
ahorraba esfuerzos para acercarse al tipo bajo cualquier excusa. Ella era una
muchacha decidida, hermosa y con un cuerpo envidiable. Sus piernas eran firmes,
como si un escultor las hubiese labrado a mano y su cintura una delicada curva
en la que muchas manos deseaban posarse. El profesor, ante cada una de sus
insinuaciones, respondía con una sonrisa amable.
Santiago, en aquellos tiempos,
podía elegir como novia a quien quisiera. Pero sólo deseaba a la muchacha de la
sonrisa maliciosa que andaba siempre en compañía de la nueva estrella de la
canción inédita en el colegio: Diana. El paso decisivo para conquistarla fue ir
directo a ella, apartar a todos a su paso y darle un beso por sorpresa. Así
empezó todo entre él y Amparo, como un duelo de titanes que tenían a la mitad
de la escuela a sus pies respectivamente.
Lucas sentía una simpatía
especial por el profesor Domínguez. Admiraba su inteligencia y su paciencia
para enseñar. Había sido una ventaja recibir clases de biología en ese curso,
cosa que nunca antes había pasado. Él y el profesor solían tener
conversaciones extensas durante el descanso y después de clases. Pero eso cambió cuando empezó a tener planes
con sus amigos. Aun así, el profesor se comunicaba con él a través de una serie
de mensajes escritos que se entregaban entre ellos y que sólo Rocío conocía.
Roció entregaba el café al
profesor en su pocillo, traído desde la sala de profesores al salón de clases,
y de paso, le daba la carta que Lucas le escribía. A cambio, el profesor le
entregaba unos pancitos de queso envueltos y con ellos, la respuesta para
Lucas. Profesor y alumno se habían hecho amigos más allá de los pocos momentos
que compartían por las nuevas actividades de Lucas. De hecho, el profesor le
sugirió que se podían encontrar los sábados para intercambiar libros de
literatura.
Santiago estaba desesperado en la
iglesia. Los minutos se le hacían eternos y no era la novia lo que le
preocupaba. Conocía a Lucas en diferentes facetas y jamás había sido una
persona impuntual. El reloj era para su amigo, algo digno de respeto ¿Cómo iba
a llegar tarde un día tan importante? Para Santiago, eso, era motivo
suficiente para tener una discusión. Con Lucas pocas veces había discutido.
Pero habían sido enfrentamientos fuertes. En una ocasión, habían tenido un
encuentro por culpa del profesor de biología. Lucas había olvidado un
compromiso con Santiago por estar con el profesor.
- Con él empecé una amistad antes de empezar a relacionarme contigo. – le dijo Lucas a Santiago, al escuchar sus reclamos.
Santiago vio en aquellas palabras
una ofensa para él. Aunque Lucas estaba triste por haber descubierto
algo que se había hecho invisible a sus ojos, al contemplar a Amparo y Santiago
besarse en la fiesta de Álvaro con tal deseo, que perecía que quisieran
arrancarse los labios. Se distanciaron un poco, pero un mes después volverían a
unirse como amigos la noche oscura en la que Lucas volvió a la vida en los
brazos de Santiago.
Amparo entró a la iglesia seguida
de la corte nupcial con más miedo que deseo. Su sonrisa era una mueca mal
diseñada y sus pasos trémulos no le permitían ir en línea recta. Diana adivinó que su amiga necesitaba ayuda y corrió a su lado pasando por alto
cualquier ensayo de aquella marcha. El vestido azul que llevaba puesto, tuvo
que mandarlo a arreglar para que no se notara cuánto había bajado de peso. La avergonzaba
que Amparo supiera sobre sus recaídas con aquel problema alimenticio.
Corrió junto a su amiga y la tomó
del brazo. Amparo respiró profundo y le dio un fuerte abrazo. Luego, de la mano
de Diana continuó hasta llegar al altar.
Santiago la vio y por primera vez le pareció una mujer sin gracia. No hallaba
ningún brillo en esos ojos maquillados ni en los labios. La novia, por su parte, se sentía más calmada ¿Acaso no era esa
la mejor decisión de su vida? Se tomaron de la mano casi por inercia y se
miraron sin sentir mayor cosa, tratando de recordar sus momentos felices. Diana
tuvo que sentarse. A pesar de todo, algunas situaciones de estrés la hacían
sentir mareada por su débil cuerpo en proceso de recuperación. Además, tenía un
olor a flores en la nariz que la hastiaba. Viendo a los novios juntos, vino a
su mente la imagen de las estrellas en el cielo el día que recibió la tarjeta
de invitación.
Rocío se percató de que su hijo –
Luis- no estaba en su puesto para entregar los anillos. Tenía ocho años y toda
la curiosidad del mundo en sus manos. Salió a
buscarlo y lo halló justo en la entrada de la iglesia. El niño le sonrió y ella
se le acercó molesta.
- Mami, el Tío Lucas está en el jardín de atrás.
- ¿Qué? ¿Lucas? ¿Qué hace allá?
- Te está esperando, mami.
Por: JulioCésar
24 de enero de 2012, 13:51
Jajajjaja. Como para dejarlo a uno picado.